martes, 27 de diciembre de 2022

Del plagio y otras costumbres bien extendidas


 

De manera popular, se dice en los pasillos universitarios: “Citar a uno es plagio, citar a muchos es investigación”. No obstante, los común en las aulas, es hacer del plagio un “método documental”. La expresión se presta a la ironía, pero más allá de la risa, el plagio es más frecuente de lo que parece. Lejos de ser una práctica inusual en las universidades y círculos académicos, el plagio está bien extendido entre alumnos y profesores. Instituciones de excelencia como el Colegio de México y la Universidad Nacional han evidenciado casos descarados. No sólo de alumnos que presentaron tesis plagiadas, sino de doctos profesores que plagiaron. ¡En todos lados se cuecen habas! 

De vez en cuando se destapa un plagio famoso por el personaje en turno. Ya tuvimos el caso de un presidente mexicano que se graduó gracias al plagio. Sin embargo, tras el escándalo mediático no pasó nada. Aunque sí quedó en el ambiente la notable impresión: si antes robó textos, después robó al erario impunemente. Y no pasó nada.

Recién, el escritor Guillermo Sheridan, exhibió un plagio más. En esta ocasión tocó a Yasmín Esquivel, ministra de la Suprema Corte de Justicia. El escándalo, mientras dure, no es poca cosa, por tratarse de una funcionaria de alto nivel, pero además, porque su función es impartir “justicia”. Básicamente la ministra presentó su tesis de licenciatura maravillosamente idéntica a la de otro tesista. Ni siquiera los títulos o el índice cambiaron, sencillamente son los mismos de otra tesis publicada en 1985. La ministra se defendió, y acusó que la atacan con un “falaz argumento” por aspirar a la presidencia de la Corte, pero lo cierto, es que las tesis son las mismas. ¿Quién copió a quién? 

Como en otras ocasiones, el escándalo se disipará en unos días. Sin la fama de un presidente, el plagio se revela con cierta frecuencia lo mismo en las aulas, que en los ambientes literarios. Constantemente aparecen plagios por aquí y por allá; se trata de una práctica común y aceptada. Lejos de indignar, el plagio en las aulas universitarias es el pan de cada día. No es algo raro, pero se asume como un recurso “válido” para cumplir con las tareas. En las universidades donde todavía exigen presentar tesis para graduarse, es materia común el plagio. Para el caso, la Internet sólo vino a potenciar la práctica. De Wikipedia al Rincón del vago, la fuente para el plagio es inagotable y está al alcance de cualquiera. Tan sólo unos clicks: copiar, pegar, y listo. ¡El trabajo está hecho! Vale puntualizar, no en todos los casos se actúa con dolo, pues sencillamente gana la ignorancia. ¿Qué es peor, la deshonestidad o no saber lo que se hace? 

Más que la reflexión, las numerosas instituciones de educación, exigen cumplir y sumar puntos para pasar. Por lo mismo, la práctica del plagio, se normaliza, en tanto el alumno ya cumplió. En consecuencia, los sistemas escolarizados y las instituciones de educación, más que incentivar el pensamiento y la crítica, exigen tareas mecanizadas, donde el valor consiste en cumplir, más que en pensar. Desde esa lógica, el plagio pocas veces es mal visto. Vayamos a la cotidianidad de un salón de clases, donde el profesor que tiene cuarenta o sesenta alumnos. ¿Cómo revisar adecuadamente la elaboración de unos pequeños ensayos? Ya no hablemos de docenas de tesis. 

Los fraudes están por todos lados, lo mismo en universidades mexicanas, que en los grandes centros norteamericanos. Hace tiempo, Alan Sokal y Jean Bricmont se dieron a la tarea de desnudar a los santos de la academia. Por supuesto, el resultado indignó, pero el ejercicio demostró que se puede publicar en revistas arbitradas científicamente, puros disparates. El deseo que nos anima, afirmaron en su libro, es denunciar la impostura y la deshonestidad intelectuales, cualquiera que sea su procedencia. 

Visto de otra manera, la facilidad y tolerancia hacia el plagio, muestran que la honestidad intelectual no es un valor generalizado, por el contrario, se premia llevar las tareas a como de lugar, incluso, valerse del plagio. 

Ante la oleada de plagios, el Colegio de México emitió  cierta política al respecto, y advierte que los textos serán revisados con un sofware antiplagio. La práctica es tan aceptada, que ante las irrefutables evidencias, esa institución retiró este mismo año el grado de doctor en sociología a uno de los suyos. En ese sentido, la UNAM organizó en 2016, la mesa redonda sobre el problema. Un año antes, la revista Nexos abogó por otra cultura académica distinta e hizo varias propuestas contra el plagio. Cito un fragmento que tiene actualidad: “En su ejercicio se mezclan, en primer lugar, la deshonestidad y la pereza de algunos, pero también la displicencia de otros, así como la ausencia de un marco regulatorio. En México, esta falta de regulación y de las sanciones correspondientes no hace más que contribuir a la difusión del plagio” (Nexos, 27 de julio, 2015). El plagio es un robo que busca suplir el trabajo y la falta de talento. 

En su momento, 2012, el reconocido escritor Alfredo Bryce Echenique recibió el premio de la Feria Internacional de Guadalajara, no obstante su gusto abierto y probado por el plagio. Luego de cobrar el jugoso premio, la respuesta del escritor fue tajante: ¡Qué se jodan!    

 

El Siglo de Torreón 

https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/2022/del-plagio-y-otras-costumbres-bien-extendidas.html