Estimado Ángel, espero que te encuentres bien.
Como cada domingo, leo tu texto con atención. De antemano,
agradezco tus palabras sobre el tema del monumento del Torreón. Más aún: aprecio
que se discuta con apertura, pasión y crítica.
Me parece interesante el punto que comentas: ¿por qué el
monumento del Torreón generó esta protesta, y no otros? Desde hace años vengo
trabajando como historiador en documentar la identidad, la memoria y el
orgullo, acerca de valores materiales e intangibles de nuestra ciudad. En pocas
palabras: de lo lagunero. Por cierto, vienen varios libros de un servidor en
camino. Entre los monumentos e inmuebles históricos que refieres, por supuesto son
relevantes y tienen un lugar en la historia local, sin embargo, hay otros que guardan
un enorme peso simbólico. Los enumero no necesariamente en orden de
importancia: La Casa del Cerro, la “Fuente del Pensador” y el Torreón (antiguo
y moderno). En función de esa
identificación, también está la respuesta. Te acordaras que octubre de 2013,
algún funcionario tuvo la “brillante” idea de pintar de rojo el monumento del
“Pensador”, pero ante el rechazo inmediato de la gente, al día siguiente
rectificaron. En noviembre de 2016, a otro “brillante”, se le ocurrió colocar
semáforos… en 80 años nadie había alterado el paisaje del monumento. Por
supuesto, ante el reclamo, rectificaron.
Sobre el emblemático Torreón señalé el criterio de
conservación. Hacer la nuevas obras, pero integrar, el monumento. La protesta
creció, y en lugar de escuchar, aceleraron el corte del Torreón. Ahora las
autoridades ya hablan de reinstalar el monumento… ahora ya dicen que es un “emblema representativo”,
cuando antes dijeron que no tenía valor —“no aparece como monumento histórico ni cultural; no figura dentro del perímetro del Centro Histórico”—. Bajo ese
obtuso criterio, ¿dónde queda el puente del río Nazas de 1931?
El monumento del Torreón no es cemento, es historia. En ese
lugar estuvo el primer torreón en 1850.
Sigo impresionado con el malestar de los ciudadanos, pero
también con la arbitrariedad e imposición que han generado las autoridades
municipales. Por supuesto, todo eso lo podrán valorar los ciudadanos en el
mediano y largo plazo. Son mayores de edad y libres de elegir. Acerca de la legitimidad de la protesta, en lo
personal, como historiador, no basta con escribir cómodamente en el escritorio.
No podía quedarme callado como si nada pasara. Entre 2015 y 2016, realicé una
investigación, que después se convirtió en exposición de museo, donde la
destrucción de una casa particular en 1981, movilizó a los ciudadanos a la
protesta. A pesar del llamado a la conservación, la casa fue demolida. Eso
generó un trauma en aquellas generaciones, pero algo muy positivó resurgió. La
manifestación se canalizó en la conservación de la Casa del Cerro, la Casa
Colorada, el torreón de la antigua fundidora…
Hoy necesitamos reencauzar estas
problemáticas, bajo una junta del Centro Histórico que funcione, no que
desestime el patrimonio. Más todavía, una autoridad que valore la gobernanza,
como ha propuesto el Implan en Torreón. Hay muchas cosas que se pueden hacer y
conservar. Estoy convencido de que se pueden y deben hacer bien. No obstante, reconozco
que también hay espíritus negados a la crítica, molestos porque se le cuestiona
su labor pública. Para ellos, “legitimidad” es que no los critiquen, cuestionen,
ni nada. Pero ya sabemos que pasa, cuando entregamos a las autoridades un
cheque en blanco…
Posdata. Del
Hotel Francia, en su momento me habló el nuevo representante jurídico en 2015,
para preguntarme sobre los valores del inmueble y cómo cuidarlos. Por fortuna,
el edificio se conserva y está en uso. Nada más malo para un inmueble
histórico, que el abandono. No todo tiene que ser museo. La cabeza de Morelos
la mandó en 1961 la Secretaría de Patrimonio Nacional y la colocaron afuera del Palacio Federal. ¿No
les gustó? A los pocos años, en 1968, la reubicaron al pie del Cerro de la Cruz,
ahí estuvo largas décadas. Finalmente en 2015 la movieron al bosque Venustiano
Carranza. La enorme diferencia, es que para mover ese monumento, no tuvieron
que cortarlo ni dañarlo. Por cierto, hubo una solitud del Instituto Municipal
de Cultura al Cabildo para remover el monumento. Sobre la Plaza de Armas, hubo
discusión interna en la Junta de Conservación —de la cual era miembro—, sobre
la necesidad de tener el permiso del INAH antes de la intervención, aunque
primero iniciaron las obras, y luego solicitaron el permiso. También aporté ahí en 2010, antes de iniciadas
las obras, una presentación sobre los valores históricos de la plaza y sus
cambios físicos en el tiempo, a fin de conservar lo más posible el sentido
original. El resultado está a la vista.
Ángel te agradezco tu puntual crítica y tu apertura para la
discusión. Estamos para servir, y ojalá sigamos dialogando, no sólo de este,
sino de muchos temas más. Abrazo.
Carlos Castañón Cuadros
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12 de marzo de 2017