lunes, 29 de abril de 2013

Los jóvenes y la política (II)

Jóvenes encapuchados dañan la Universidad Nacional. Jóvenes tranquilamente saqueando camiones comerciales en Morelia. Jóvenes en los bloqueos de carreteras en Guerrero. Pero estos jóvenes, por fortuna, no son una mayoría radical en el país, sino pequeños grupos que evidencian las carencias del estado mexicano. Un estado que prefiere dejar hacer, dejar pasar, en vez de actuar. Los costos son palpables: oficinas privatizadas, carreteras tomadas e impunidad en las calles. ¿Acaso nos sorprende?
Alejémonos de la radicalidad política, el vandalismo de una minoría y los paristas profesionales. Porque si esos extremos de la vida pública no representan a los jóvenes, entonces ¿dónde están? ¿cómo asumen la política? Esta discusión la abordamos en la Universidad Iberoamericana de Torreón el pasado 23 de abril. A la mesa asistieron el maestro Gerardo Rivera, un buen académico de la ciencia política, mi compañero de medios Miguel Crespo y un servidor. Retomo parte de mi intervención en la mesa.

Los últimos resultados de la Encuesta Nacional de Valores en Juventud (n=5000, 2012) dan algunas pistas generales sobre los jóvenes, aunque sin duda, hay comportamientos y relaciones más profundas que no puede captar la encuesta, o apenas los atisba. En México la cuarta parte de la población tiene entre 15 y 29 años, por lo mismo es revelador de nuestras relaciones lo que reflejan los jóvenes.
Prácticamente al 90 por ciento no le interesa la política, y sólo el 9.5 por ciento declaró que le interesa mucho. Pero este dato aparentemente abrumador no significa que los jóvenes no hagan política, ni tampoco que estén ajenos a la misma. Más bien, lo que evidencia esa mayoría es un rechazo a las formas tradicionales de la política. Sólo piensen en los partidos y los principales líderes políticos. 37 por ciento percibe a los políticos como deshonestos, y sin duda, tienen razón. Al 22 por ciento no le interesa la política, y otro 22 por ciento declara que no le entiende.

Nuevamente, las formas tradicionales de política (partidos, candidatos, gobernantes, voto), son poco relevantes para los jóvenes. Para el 60 por ciento la política es poco o nada importante. Incluso, 40 por ciento no quisiera tener de vecino a “gente que ande mucho en la política”. Así o más desprestigiada la actividad más importante en toda sociedad. 45% de los jóvenes no se identifica con ningún partido. Quienes declaran alguna preferencia partidista, 25 por ciento se identifica con el PRI, 11 por ciento con el PAN y 10 por ciento con el PRD. 61 por ciento aprueba la democracia como forma de gobierno en México. Contrario a la calificación de otras generaciones, los jóvenes califican con 6.9 (en una escala del 1 al 10) a la democracia mexicana. Sin duda, a mayor edad nos depara el desencanto.
Como en todo, la información cuenta. El 61 por ciento se informa sobre noticias del país a través de la televisión. 11 por ciento lo hace por medio de Internet, 5.8 escucha noticias en radio, y mejor, 4.9 recurre al Facebook. Olvídense del Twitter, sólo alcanza para el 0.3 por ciento. Uno de los formatos tradicionales de la información es el periódico, pero el 40 por ciento no lee nunca un periódico. Sólo 9.6 por ciento lo lee una vez a la semana. No es casualidad que el dato coincida con el 9.5 que sí le interesa mucho la política. Sin embargo, en ese punto ya no estamos en la política, sino en la educación, y ahí, nos urge calidad.

Por acá el primer texto sobre los jóvenes y la política. 

28 de abril 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9179043

Palos, piedras y capuchas


“Estudiantes” encapuchados, paristas profesionales, vándalos en nombre de la educación. Puede ser en Guerrero o en la rectoría de la UNAM, pero más grave es la parálisis de la autoridad que cobra por no ejercer el gobierno.

Leer por decreto

Para festejar el día del libro, y vaya que hay un día para todo, la Suprema Corte de Justicia de la Nación avaló la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro. La dichosa ley se aprobó en el 2008 con la finalidad de promover y fomentar la lectura a través del precio único. Por entonces la Librería de Porrúa Hermanos se amparó contra ley, por considerar que genera un trato inequitativo e invade el libre comercio.
En seis puntos la Corte revisó las quejas para luego desestimar cada una de ellas. El resultado: hay que leer por decreto. Con mayoría de votos, los ministros aprobaron la constitucionalidad de la ley. Tomo el argumento central del dictamen realizado por el ministro Luis María Aguilar Morales: “el precio único de venta de libro lejos de perjudicar a los consumidores, los beneficiaba en la medida en que facilita el acceso equitativo al libro, y garantizaba un mismo precio de venta al público en todo el territorio nacional, sin importar el lugar de adquisición, pudiendo incentivar la creación de librerías en aras de la promoción de la lectura”. Con esa decisión, los ministros de la Corte han demostrado ser buenos juristas y pésimos economistas.
Como mal reminiscencia de la economía setentera en México, el precio único del libro me recuerda al precio único de la tortilla. Si por decretos vamos, entonces podríamos esperar a la ley haga sus efectos. Pero entonces, si no funciona y los mexicanos tampoco leen más, ni compran más libros, ni tampoco se abren más librerías no es por culpa de la ley, sino de la mala costumbre.
Vayamos a los supuestos de la ley. 

A)“Fomentar y apoyar el establecimiento y desarrollo de librerías, bibliotecas y otros espacios públicos y privados para la lectura y difusión del libro”. Así sin más, como los panes se multiplicarán las librerías, las bibliotecas y hasta los lectores. Todo por una ley que así lo dice.

B) “Hacer accesible el libro en igualdad de condiciones en todo el territorio nacional para aumentar su disponibilidad y acercarlo al lector”. En pocas palabras la oferta, la demanda y el mercado son un mito de los economistas.

C) “Fortalecer la cadena del libro con el fin de promover la producción editorial mexicana”. Para seguir con el mito del mercado, una mano invisible se encargará de mejorar la industria editorial.

D) “Estimular la competitividad del libro mexicano y de las publicaciones periódicas en el terreno internacional”. Lo mejor de esta ley, es que su influencia va trascender las fronteras, sin importar que en una librería local vendan el mismo libro a un precio más barato que enfrente. ¡Se acabaron los descuentos! Precio único constitucional. Al fin un lector en cada hijo te dio…

26 de abril 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9178839

De impuestos y tenencia

Muchas cosas se dicen de los ciudadanos y del gobierno, pero en concentro, los derechos y sobre todo, las obligaciones nos dicen más de ambos en una democracia. A los ciudadanos nos gustan los derechos, ¡y a quién no! Pero cuando se trata de obligaciones parecemos rehuir. Algo así como ciudadanos a medias. Para recibir estamos atentos, para aportar nos vemos más tarde...
A nadie le gusta pagar impuestos, pero indudablemente, es una condición mínima para el orden del Estado y las instituciones. Mucho o poco, los impuestos, son el dinero público detrás de la mayoría de las obras, los espacios comunes, e inversiones. En ese sentido, hay toda una discusión acerca de la legitimidad de los impuestos, pero en lo que no hay duda, es en la inevitabilidad de los mismos. De acuerdo o no, la obligación de los impuestos es una condición de los ciudadanos. ¿O cómo pensar que se hace el gobierno?

Es cierto, hay unos impuestos más odiosos que otros. Por ejemplo la tenencia, que de unos años para acá se ha puesto de moda quitarla en algunos estados de la República: Querétaro, Durango, Chiapas, Morelos, Puebla, Guanajuato y Jalisco. En otros estados, como en Sonora la promesa no cumplida del gobernador Guillermo Padrés, originó un escandaloso movimiento por la no tenencia. Con menos fuerza, en Coahuila también han surgido grupos en contra de la tenencia. Nada más en Torreón, 18 mil automovilistas han “presentado” amparos contra el impuesto, según declaró Sergio Nava, dirigente de “Sociedad Civil Organizada”.

Uno de los argumentos que dan los quejosos, es la promesa incumplida del gobernador Rubén Moreira, pero aún y cuando la promesa se firme ante notario, ésta no tienen validez para obligar al gobernante. Por lo tanto, es un argumento improcedente.
El líder automovilista da también un argumento económico: “Hemos promovido alrededor de 18 mil demandas de amparo, que equivalen a vehículos que no podemos pagar el alto y excesivo impuesto de control vehicular”. Pero curiosamente entre los amparos están autos de lujo y modelos un tanto recientes. ¿En verdad no pueden o no quieren pagar los impuestos? Regresamos al punto. Derecho: sí queremos usar autos. Obligación: no queremos pagar impuestos por el uso.

Otra curiosidad del argumento económico, supone que es “alto y excesivo impuesto”, pero tener un auto, cuesta anualmente, según el vehículo entre 15 mil y 45 mil pesos nada más en gasolina. Por mucho, varias veces más que la misma tenencia. ¿En verdad no pueden o no quieren pagar el impuesto? A nadie le gusta pagar impuestos, y más con los gobierno que nos cargamos, pero independientemente del gusto, es una obligación del ciudadano. Y si no, ¿con qué cara reclamar luego? Hay quienes han encontrado la salida para evadir impuestos a través del amparo. Pero en el fondo, los supuestos 18 mil amparados, lo que están evitando no es el pago de los derechos vehiculares y la tenencia, sino la corresponsabilidad que implica la ciudadanía. Como su pares, los ciudadanos Onapaffa, lo que promueven los supuestos amparados son versiones de ilegalidad y evasión de impuestos. Tanto gusto encontraron, que hasta se indignan cuando se les cuestiona. En pocas palabras, nada más truhán que promover la evasión con miles de firmas bajo el pretexto de “sociedad civil”.

24 de abril 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9178659

Electorero

Se acerca el tiempo de elecciones, y con ello, viene todo tipo de sucesos, disputas, ánimos y hasta declaraciones insólitas. Pero no perdamos de vista que se disputa el poder. Nada más, ni nada menos. Todo lo demás es accesorio: “mejorar la ciudad”, “servir a los ciudadanos”, “arreglar las condiciones…” Así, lo que se dice en campaña trata de endulzar los oídos de los electores, cuando en realidad lo que mueve es la búsqueda del poder.

El próximo 7 de julio habrá elecciones para renovar ayuntamientos y diputaciones locales en los estados de Aguascalientes, Baja California, Coahuila, Durango, Chihuahua, Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Sinaloa, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz y Zacatecas. Sólo habrá un proceso electoral de gobernador en Baja California. A pesar de las diferencias, en cada elección hay ciertos comportamientos que se repiten. Algunos recursos son tan predecibles, que hasta forman un patrón. Por ejemplo, hay una palabra casi mágica que resume los tiempos electorales: electorero. La usan los opositores cuando el partido en el gobierno hace tal o cual acción: la repartición de despensas son con uso electorero. La usan los gobernantes, para descalificar los ataques de sus oponentes: esas críticas son electoras. En el Manual de arte política, hay varias definiciones de electorero. Dícese de la sospecha del uso de recursos públicos para beneficiar al partido en el poder. También se define como la costumbre bien arraigada entre la clase política de aferrarse al gobierno. Otra acepción sugiere la acción y efecto para defenderse de los ataques de la oposición. En cada elección la palabra se multiplica. De un lado y de otro todo es electorero. En consecuencia, toda campaña política implica lo electoral y lo electorero. No hay diferencia, por más que las formas de corrección política se empeñen en las buenas costumbres. Entonces, electorero es el refugio de los lugares comunes. Vayamos a algunos.

Electorero: salida fácil y económica para descalificar las críticas a cualquier gobierno. Al mismo tiempo, es toda señalamiento que se hace en la antesala de las elecciones. Como en la mitología, los tiempos electorales lo reaniman todo, y también todo lo justifican.
El Manual de arte política recomienda una defensa pragmática: Si usted no tiene cómo justificar su incompetencia en el cargo público, diga que se trata de una maniobra electorera para descalificar a su gobierno.

En la versión opuesta, si está en la oposición y carece de argumentos, diga que los programas ____________ (anote el de su predilección), son electoreros.
Por el contrario, si ya no aguante más la maledicencia de los medios a su gobierno, diga que se trata de una insidiosa campaña electorera.
Sin importar el cargo que ocupe en la federación, el gobierno estatal o en algún municipio, escúdese en una sola palabra: electorero.
Si lo sorprenden repartiendo despensas, no se enoje, sólo diga que se trata de una maniobra electorera. Las despensas al fin, son un programa social.
Si graban a sus colaboradores administrando los programas sociales, diga que son ardides electoreros.
Si está en la oposición, denuncie todo lo que haga el gobierno por tener fines electorales. Si está en el gobierno, salve su ineficiencia con una palabra: electorero. No lo olvide, e-l-e-c-t-o-r-e-r-o lo arregla todo.

21 de abril 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9178388

Ciudades del futuro


Ensimismados en el día a día. Embebidos en el presente, es fácil olvidar la perspectiva sobre el futuro. Pero hablar de ese tiempo parece una puntada, una profesión digna de prestidigitadores, profetas y charlatanes. Es la imagen que nos queda de la bola de cristal. Quevedo, que entendía más de esto, lo escribió así: “Ayer se fue; mañana no ha llegado; hoy se está yendo sin parar un punto…”
Aún así, la expectativa sobre el futuro también es un negocio. La apuesta sobre el mañana denota orden, paciencia y hasta cierto optimismo sobre el azaroso devenir. A pesar del azar, una lectura cuidadosa de las conductas, nos puede revelar comportamientos, tendencias y regularidades que apuntan el futuro. Bajo ese riesgo, pero lucrativo supuesto, hay empresas que parecen ver el futuro.
FDi Intelligence, una publicación especializada del Financial Times, elaboró un extenso y ambicioso ranking sobre las ciudades del futuro: América Latina, ciudades del futuro, 2013/2014.

Dividido en regiones, los datos son reveladores de lo que se espera de las principales ciudades en el mundo. Para Norteamérica y Latinoamérica, el estudio tomó como referencia a 405 ciudades, entre las cuales evaluó seis ámbitos de análisis: potencial económico, recursos humanos, costo-beneficio, calidad de vida, infraestructura y  ambiente amigable para los negocios.
En Latinoamérica, el top de las primeas diez lo ocupan Sao Paulo, Santiago, Buenos Aires, Bogotá, Monterrey, San José, Panamá, Distrito Federal y Montevideo. Lo novedoso de la actualización del ranking, es la inclusión de ciudades medias. En México destacaron ciudades como Mazatlán, Durango, Morelia, Tuxtla Gutiérrez, Mérida, Saltillo y hasta Torreón.

En el ámbito de costo-beneficio, León, San Luis Potosí, Hermosillo, Tuxtla Gutiérrez, Matamoros, Torreón, Colima y Guaymas aparecen entre los primeros 10 lugares en el rango subnacional. Empeñados en los problemas presentes, solemos perder de vista la responsabilidad que tenemos ahora en la construcción del futuro. Para una ciudad como Torreón, agobiada desde hace años por problemas de violencia e inseguridad, es vital la reconstrucción, las inversiones inteligentes y la apuesta de sus ciudadanos. En algunos aspectos del estudio aparecemos en el mapa del futuro. Es decir, claramente ¡hay potencial para salir adelante! Pero necesitamos difundirlo, creer en nosotros y sobre todo, trabajar para que el futuro deseable sea posible. A pesar de todo, sí hay luz al final del túnel.

Sintomático
En el ranking de FDi Intelligence, ninguna ciudad latinoamericana ocupó un lugar en las primeras 10 urbes de las categorías infraestructura, recursos humanos, ciudad del Futuro de gran tamaño y calidad de vida.

19 de abril 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9178211

Impertinentes palabras

A partir de diciembre se acabaron los muertos. No importan que existan, eso ya no es relevante. Da lo mismo si las ejecuciones fueron en el Estado de México, Durango, Acapulco o Michoacán. Para el caso, ya no existen en el discurso oficial. Y eso es lo que cuenta. Tan fácil como borrarlos, como dejar de hablar de ellos. Nada de impertinentes noticias, ahora la política es otra, otros los temas, otro el partido y otro el presidente. ¡Y vaya que se nota! A cuatro meses del cambio de gobierno, hay un cierto optimismo y buenos niveles de aprobación de la presidencia en la opinión pública. Se habla de al menos un año para ver algunos frutos en la seguridad, y sobre todo en la pacificación. Pero mientras eso sucede, la estrategia inmediata del gobierno federal, fue cambiar el tono de las declaraciones cuando se habla de los problemas de seguridad. De esa manera, el primer cambio está en omitir “esas” impertinentes palabras. Al fin, percepción es realidad. Porque tanto se abusó en el sexenio anterior, que fue difícil hablar de otra cosa. Y así nos fue.

Acostumbrados a mandar, hasta los gobernadores siguen la misma línea discursiva. Ya todo está bien, ya la seguridad está mejorando, ya no hay muertos. Con la llegada de Enrique Peña Nieto, a los gobernadores no les quedó más que callar, obedecer y estar siempre a los órdenes del señor presidente. Y si no, basta ver como, los antes bravucones, son ahora mansos zalameros de la presidencia. Pero no basta con ordenar a la mayoría de los estados, faltan los municipios, donde los problemas siempre se multiplican.

“Gobernar es comunicar” dice un funcionario de la Secretaría de Gobernación. Como todo empieza por las palabras y la manera de expresarlas, entonces hay que alinear también a los voceros. Por eso Gobernación organizó el Primer Encuentro Nacional de Comunicadores en Seguridad Pública, a fin de homologar el discurso. Por ejemplo, se sugirió evitar palabras impertinentes como “capo”, “encajuelado”, “ejecutado”, “cártel”, “jefe de finanzas”, “lugarteniente”, “encobijado”… y no es que tales palabras no existan en eso que llamamos realidad, por el contrario, tan existen que su peso ya es cotidiano. Lo que se busca es quitarles protagonismo, sacarlas del día a día.

Extirpar esas palabras del discurso oficial tiene sentido dentro la comunicación gubernamental. No es deseable hablar en esos términos, ni tampoco reproducirlos a la manera del lenguaje criminal. Sin embargo, una política así requiere necesariamente de una correspondencia de resultados en las calles. Porque de otra manera, omitir las indeseables palabras, no omite la realidad ni mucho menos el problema. Los muertos siguen ahí, aunque no se quiera hablar de ellos. Si en el largo plazo la política no es consistente con los resultados, sencillamente los supuestos de la comunicación se derrumban. Entonces conoceremos los verdaderos resultados.

17 de abril 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9178011

¡Que se jodan los peatones!


Bien dicen que lo más cercano es lo más invisible. Eso mismo sucede con los peatones en la ciudad. Lejos de construir nuestras ciudades para las personas, hemos hecho grandes y costosas vías para los autos. De esa manera, la lógica urbana está en función de los vehículos, no de la personas que transitan la ciudad. En el país es la tendencia, y de ahí, para los tomadores de decisiones públicas, los peatones no existen en su geografía mental. Por eso las vías son funcionales para los automovilistas, no para las personas que transitan a pie o en bicicleta. Olvídense de quien se atreve a salir en silla de ruedas.

Para dimensionar las desproporciones, retomo varias cifras que aporta Rodrigo Díaz, un experto en movilidad urbana que ha escrito con razón sobre la deshumanización de la calle: “3 de cada 4 viajes urbanos se hacen parcial o íntegramente a pie, más del 75 por ciento de los recursos que México destina a transporte se utilizan para la construcción de infraestructura orientada al uso del automóvil particular, medio utilizado en tan sólo el 25 por ciento de los viajes urbanos”.

El peatón que es mayoría, padece la tiranía de una minoría que conduce auto. Es la visión dominante, por eso los periódicos están poblados de quejas por el mal estado del pavimento. Por eso los medios insisten en exigir más vialidades y más puentes vehiculares. Por eso lo normal es defender a los autos y condenar a los peatones. Ellos que jodan por no tener auto. Voy a un ejemplo. Se habla de los puentes peatonales como una “inversión desperdiciada”, pero en cambio, nada se dice sobre la principal función de esos puentes: exhibir publicidad. ¿Tendrían el mismo atractivo si se prohibiera sin excepción los anuncios comerciales? Contrario a lo que parece, los puentes peatonales no están diseñados para que transiten de forma segura los ciudadanos, sino para que los autos sigan su tránsito.
Adelanto algunos hallazgos de un estudio que preparo en relación a la muertes asociadas al transporte en la Zona Metropolitana de La Laguna. En once años, entre el 2000 y 2011, el 3 por ciento de las muertes fueron de ciclistas atropellados. El 4 por ciento motociclistas. El 33 por ciento de automovilistas y el 61 por ciento de peatones. De los dos últimos existe una clara correlación entre muertes de automovilistas y peatones.
La pregunta es muy seria ¿Qué clase de ciudad queremos, una que proteja la vida de las personas, o una que la dominen los autos? Con tristeza veo la mediocridad de los políticos que celebraron esta semana, la asignación de 422 millones de pesos del fondo de la zona metropolitana de La Laguna para carreteras, bulevares, entronques… y más carreteras. Nada, sí, nada para hacer de nuestras ciudades espacios más seguros e incluyentes para las personas.

Por ningún lado, la “mejora” de la movilidad metropolitana procura amplias banquetas, cruces peatonales seguros (no puentes para anuncios), ciclovías, programas de cultura vial, y sobre todo, cuidado de la vida. Acaso, lo más relevante de esas obras proyectadas pudiera ser un BRT o metrobús, pero es sólo un estudio interminable que anunciaron desde hace años y ahora lo vuelven a retomar. Regreso al punto: lo que importa son los autos, no la vida de las personas. Para eso, ¡que los peatones se jodan!

14 de abril 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9177701

Los chismes de #WikiLeaks

Dos o tres días, la noticia se convierte en chisme y la fuente es wikileaks.org. Cables más, cables menos, los chismes se multiplican por aquí y por allá. En otras palabras, papeles oficiales que son tomados como verdades inamovibles; fuentes incuestionables que son tomadas al pie de la letra. Pero el problema de las fuentes no es nuevo, lo enfrentan a cada día los historiadores que trabajan con los archivos y que saltan de un documento a otro. Hay que quitar el polvo y sobre todo, evitar juzgar con los ojos del presente. Otro mito frecuente proviene de sacralizar el documento. No por viejo, debe de tomarse como “El” documento. Vistos por sí solos, los archivos que difunde WikiLeaks, muy a pesar del gobierno estadounidense, no se comprenden sin su entorno. Tampoco son fragmentos de verdades. Me centro en lo sacados de los setentas: una serie de cables del Departamento de Estado del gobierno de Estados Unidos, parecen ofrecer verdades para el presente. Así, los documentos se leen literalmente, como si fueran de la semana pasada a pesar de la distancia de 40 años. Entre los chismes aparecen los supuestos de un presidente, los problemas del director de un periódico con el gobierno, y la pluma de un prestigioso editorialista. Vamos, casi, casi una novela, que para fortuna de los lectores, escribió Vicente Leñero.

En todo eso, el chisme que ocupó la mayor atención fue la supuesta conspiración del ex presidente Luis Echeverría para matar a su sucesor en Los Pinos, José López Portillo. Con el título, “Pensando lo Impensable”, el cable del gobierno gringo supuso una teoría ¡extraordinaria! Digna de una película de intriga y crímenes políticos. El cable, fechado en 1976, está dirigido al Departamento de Estado, por entonces al mando Henry Kissinger. La mejor base para semejante teoría de la conspiración a la mexicana, fue una editorial en el periódico y cosas que escuchó en algún lugar el entonces embajador norteamericano Joseph J. Jova. El supuesto del cable, parece más la imaginación de un fracasado escritor de novela política, que un informe de “inteligencia”. En otras palabras, una tomadura de pelo disfrazada de documento gubernamental. Eso sí, ¡revelado por WikiLeaks! Para andar con certezas, las mejores fuentes de ese informe impensable, fueron la suposición, la sospecha y el chisme. La versión reproducida acríticamente en la prensa, no sólo es fantástica, sino ridícula. Mucho antes que WikiLeaks, el Departamento de Estado ya había desclasificado toneladas de documentos (vean la espléndida página archives.gov). Para muestra, son los archivos que develan la identidad de los Litempos favoritos de Winston Scott, el célebre operador la CIA en México. ¿Quiénes eran? Los mismísimos presidentes: López Mateos, Díaz Ordaz, Echeverría… Pero claro, la fuente de moda para el chisme es WikiLeaks. ¡Vaya pasatiempo!

12 de abril 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9177543

Adiós salero, adiós


¡Qué no quede duda! Hasta en la cocina interviene la política. Y no siempre está mal, sobre todo, para nosotros, que somos tan desconfiados del gobierno. La semana pasada, el gobierno del Distrito Federal, a través de la Secretaría de Salud, arrancó la campaña “Menos sal, más salud”. El propósito es bajar el consumo de sal en los ciudadanos, a fin de prevenir hipertensión y otros daños a la salud. Ya la tendencia es alarmante. Por lo mismo, una de las acciones inmediatas fue retirar los saleros de las mesas de más de 200 mil restaurantes. De acuerdo con los estudios, los mexicanos (no sólo los chilangos), consumen hasta 11 gramos diarios de sal. ¿Y luego por qué estamos tan salados? Esto representa más del doble de los modestos 5 gramos recomendados por la Organización Mundial de la Salud. La medida del gobierno no es coercitiva, pero sí claramente preventiva, lo cual resulta más sensato. De acuerdo con las cifras, 31% de la población en México padece de hipertensión arterial. Tan sólo en el DF, durante el 2012 se atendieron 11 mil casos de urgencia. 

La medida no va a erradicar el problema, al fin, salados hay muchos, pero sí es una política pertinente para bajar los problemas de salud. Para un gobierno responsable, siempre será mejor prevenir, que tratar de apagar el fuego a un costo muy alto o irremediable. Quizá la medida no guste a algunos que considera que el gobierno se mete hasta la cocina para decirnos que comer. Pero sin duda, en ciertos casos es mejor, a permitir un daño mayor. Políticas como esta de retirar los saleros no son nuevas, ya se aplican en otros países como Estados Unidos, Argentina e Inglaterra.

En septiembre de 2012, el gobierno de la ciudad de Nueva York, aplicó una medida polémica para restringir la venta de bebidas azucaradas, incluso prohibiendo los envases grandes (del tipo súper size). En su afán de combatir la “epidemia” de la obesidad en un país obscenamente gordo, el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, ha sido calificado por sus críticos como la “niñera”. Nuevamente llegamos a la pregunta ¿hasta dónde debe intervenir el gobierno? Desde la visión ultraliberal, una política de esa naturaleza invade la libertades personales, porque hay algo en todo esto que suponen a los ciudadanos como niños que deben ser guiados por el papá gobierno. Pero entonces, aún a sabiendas del daño, y la tendencia alarmante en la salud, ¿debe el gobierno no intervenir? Por lo pronto, el influyente lobby de gigantes refresqueros, ya impugnó la medida con éxito y un juez dictaminó que la reglamentación es ilegal, “arbitraria y caprichosa”. Aún así, el alcalde respondió que la propuesta es “razonable y responsable”, considera que no falta mucho para que se llegue a un consenso de que el azúcar no tiene valor nutricional.

Y mientras despedimos de la mesa a los saleros en todas su formas, incluyendo el inolvidable kitsch de tomate y barrilito, lo refrescos reinan en la canasta básica de México. A nivel mundial somos el tercer país con mayor consumo per cápita de refrescos: ¡119 litros! Siete litros más que en Estados Unidos, lo cual es mucho decir. Y no es que se trate de fregar, ni tampoco de que el Estado nos diga lo que tenemos que comer, pero sencillamente una política de esta naturaleza no sólo ayuda a contener el problema, sino a prevenir. ¿Estaremos en la era de la prevención o del Soylent Green?

10 de abril 2013
Milenio 

México 2042



Lo propio, es más fácil apreciarlo desde fuera. Alejar la perspectiva ayuda a vernos mejor. Así sucede con México y las expectativas externas que se tienen sobre el desarrollo del país. Es cierto, tenemos graves problemas, pero visto desde fuera, hay quienes ven en México una potencia emergente. Hace algunos años, Georg Friedman, el futurólogo de Stratfor (no es broma), imaginó nuestro país hacia el 2080 como “una de las potencias económicas del mundo”. Incluso, amenazante para su vecino del norte. Busquen el libro, Los próximos 100 años (2009). Más recientemente, una serie de textos y editoriales extranjeras ven en nuestro país un futuro prominente. En tono similar, y hasta optimista, editoriales y artículos recientes en The New York Times, The Economist, The Financial Times, The Miami Herald, Foreign Affairs… han adjetivado positivamente el futuro mexicano. “La próxima potencial mundial en el transcurso del siglo XXI no será China o India, sino México”. El comentario es Thomas Friedman, quien además nos ve como una mezcla loca entre películas No country for old men y The social Network. Dicho de otra manera, un asesino y un joven millonario.

Hasta el Washington Post elogia los acuerdos políticos y las reformas que se han impulsado en los últimos meses en el Congreso mexicano. Nosotros seguimos descreídos y desconfiados. Pero hacia fuera, México está de moda, salvo en México, escribió Andrés Oppenheimer.
Sin tantos adjetivos como el de “tigre azteca”, el libro México 2042 de Claudio Loser, Harinder Kohli y José Fajgenbaum (Taurus, 2012, 563 páginas), apunta un visión hacia adelante. Con base a un profuso análisis estadístico y económico, el libro plantea dos escenarios hacia el año 2042. Un México inercial, tal cual como ha venido hasta ahora: arrastrando problemas en vez de resolverlos, viviendo con un crecimiento económico mediocre, estancado en su desarrollo. El otro escenario, es un México próspero que claramente tiene el potencial para crecer y saltar.

La conclusión básica del estudio es que a pesar de las numerosas ventajas, México está en “la trampa del ingreso medio”. De acuerdo con el extenso trabajo: los países que han caído en dicha trampa tiene salarios que son muy altos como para permitirles ser globalmente competitivos, pero carentes de capacidades tecnológicas, capital humano suficiente e instituciones necesarias para producir bienes más sofisticados y competir con países avanzados.

Los autores plantean una visión ambiciosa del país hacia los próximos 30 años. Pero eso implica un consenso entre los principales grupos de interés estratégicos de todas las áreas clave del país, una agenda reformadora y sobre todo, creer que sí es posible aspirar a convertirse en una potencia económica. Resulta difícil creerlo, pero en la dirección correcta, en las próximas tres décadas “México puede aspirar a convertirse en un país con ingreso promedio equivalente al de Alemania o Francia hoy en día”. En la opción prosperidad, podría alcanzar 7.4 billones de dólares en su Producto Interno Bruto. En la mediocridad llegaremos a 3.1 billones. La tasa de crecimiento proyectada podría estar en 4.6%, pero si seguimos como estamos, sólo alcanzaríamos 2.8%. En la prosperidad el ingreso per cápita de los mexicanos rondaría los 46 mil dólares. Bajo la actual inercia, sólo 27 mil. México 2042 no es una predicción sino un análisis puntual de cómo estamos, de dónde venimos y hacia dónde podemos ir. No son meras opiniones, sino un buen número de datos duros. Lo relevante de ese futuro deseable, es que el país, a pesar de sus profundos problemas, tiene elementos para alcanzar la prosperidad. Pero como en todo, lo primero es asumir que es posible.

De impuestos en la Corte

De acuerdo a la agenda política nacional, para el verano los diputados estarán tratando la reforma fiscal; léase “aumento de impuestos”. Por lo mismo, es relevante lo que por estos días trata la Suprema Corte sobre los gravámenes, particularmente el impuesto sobre la renta (ISR). Sí, el mismo que las empresas siempre buscan deducir, sobre todo las que tienen presupuesto para buenos abogados fiscalistas y duros contadores. Ya entradas en gasto, algunas empresas hasta pretendían descontar pérdidas en extranjero. Más de 100 amparos interpusieron grandes empresas (olvídense de pequeños e insignificantes contribuyentes) para tratar deducir unos 85 mil millones de pesos. Pero el pleno de la Corte acaba de votar en contra de esas deducciones al ISR, echando abajo los amparos. La decisión es relevante porque la máxima autoridad del sistema judicial sentó un precedente contra esas deducciones. De esa manera, la decisión de la Corte rompió la costumbre de beneficiar fiscalmente a las grandes empresas, cuando estas tuvieron pérdidas por la compra y venta de acciones en la Bolsa Mexicana de Valores. El “beneficio”, por decir un eufemismo, ocasionó que durante años, algunas empresas no pagaran el ISR. ¡Vaya regalo! De cuales estamos hablando: Banorte, Ford, Televisión Azteca, América Móvil, Vitro…

El ministro Sergio Valls resumió el sentido del fallo: “Este tipo de acciones, tiene el costo de llevar a cabo negocios o inversiones y, desde luego, de materializarse, provoca la reducción de la capacidad contributiva del causante… su deducción es demandada por la lógica y la mecánica del tributo” .
Sin embargo, el logro de la Suprema Corte se diluye al mismo tiempo con el despropósito de otro poder del Estado mexicano: el Congreso. El año pasado, los diputados decidieron premiar las finanzas de estados y municipios, su ocurrencia consistió en condonar la mayor parte de sus obligaciones para pagar el ISR. De esa manera, el Congreso les perdonó el impuesto y de paso, se quedaron con ese dinero. Comprendo que el tema de impuestos y obligaciones es árido, pero el fondo es revelador de la profunda inequidad que hay en el país. 

Y ahí, el peor ejemplo, el pésimo incentivo, provine del mismo gobierno. ¡Así ni cómo! Para tal desaliento, mejor valdría derogar ese articulito de la Constitución (el 31 si quieren reír), donde nos dice que los impuestos se deben de cobrar de manera equitativa y proporciona. Si lo derogaran, al menos lo diputados serían congruentes. Pero al promover esos privilegios, los legisladores enviaron un poderoso mensaje a los contribuyentes (tampoco crean que son mayoría en el país): hay ciudadanos de primera, y ciudadanos de segunda. Los de primera se les perdona el impuesto. A los de segunda se le cobra con todo el peso de la ley. Algunas distorsiones provienen de las empresas, y otras, lo cual es peor, vienen del mismo gobierno. A unos meses de que la reforma fiscal se lleve al Congreso y ahí se aprueben más impuestos a los contribuyentes, los legisladores federales tendrían que empezar a corregir estos beneficios. No sé ustedes, pero como contribuyente es indignante la inequidad que se promueven desde las instituciones. ¡Y todavía nos van a subir los impuestos!

5 de abril 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9176878

Torcer la educación

Durante los años de alternancia (1997-2012), los gobernadores fueron los mayores beneficiarios de la apertura democrática. No había ya un poder central concentrado por El presidente para limitar los poderes estatales y por si fuera poco, gozaron de presupuestos sin precedentes; todo gracias al sacrosanto petróleo. En esa circunstancia, que algunos llamaron “feuderalismo”, la imagen que se creó de los gobernadores, fue la de una especie de virreyes modernos, hombres todo poderosos, libres de rendición de cuentas. Pero ¿en verdad lo fueron o lo son todavía? En más de una ocasión el cliché del poder en las gubernaturas, ha quedado notablemente roto por otros poderes en las entidades. Por ejemplo, en Tamaulipas difícilmente podemos hablar del poder del gobernador; ahí más bien el crimen se ha impuesto con toda normalidad. Por las mismas el caso de Michoacán, al que además debemos sumar la notable quiebra de las finanzas estatales: sin dinero para “operar”, el gobernador ruega por más presupuesto.  

El caso de Oaxaca y Guerrero son emblemáticos, porque ahí el poder de los gobernadores es testimonial. La expectativa favorable que despertó el gobernador Gabino Cué, pronto se derrumbó con el sometimiento de los maestros. ¡Hasta habla de “tropicalizar” la reforma educativa!
En Oaxaca, la ley no es para hacer una mejor educación pública, ni nada que tenga que ver con el desarrollo. ¡No! Nada de eso, la educación es lo de menos. Lo importante son los derechos sindicales, la horas cobradas sin trabajar, los paros sistemáticos, las marchas profesionales. Son tan especiales, que ni las evaluaciones de la SEP aplican. ¿Para qué?, si lo importante es el sindicato, no la educación. A la colección de gobernadores doblegados, debemos sumar a Ángel Aguirre, el supuesto gobernador de Guerrero. Irónicamente en ese estado, los trabajadores de la educación hacen paro de labores como forma de trabajo. No sólo han doblado al gobernador, de paso han evitado a la SEP y sus impertinentes evaluaciones. Todo por la reforma educativa ¿A quién le importa la calidad de la educación, los alumnos, la enseñanza? Otra vez, lo relevante en Guerrero es el sindicato y el derecho a la autoevaluación. Por lo mismo, la reforma educativa que recién aprobaron los diputados en el Congreso federal, es irrelevante. Para Guerrero es la excepción; ahí no aplica.

Basta con bloquear las carreteras, basta con arruinar las vacaciones de los capitalinos en Acapulco. El sindicato lo vale, la educación no. Entonces ¿quién gobierna en Guerrero? Está claro que el sindicato, porque tienen el poder del bloqueo, la fuerza del chantaje y el más perverso medio: la capacidad de torcer la educación. Con mayoría de votos en el Congreso de Guerrero, los maestros trataron de imponer condiciones a la ley de educación, pero no prosperaron como querían. La más aberrante de todos, era tener su propio Instituto Estatal de Evaluación. Quién mejor para la calificación que ellos mismos. Por lo tanto, ante la inconformidad, lo que sigue son más marchas, paros y pérdida de clases. Eso sí, ¡que no se les deje de pagar! Ya hasta anunciaron su peregrinación al Zócalo de México. Los maestros guerrerenses sí saben mandar.

4 de marzo Milenio 
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