lunes, 11 de junio de 2012

Recomendaciones para un debate



En nuestro país estamos más acostumbrados al aplauso que a la discusión. Desde esa práctica, se expresan lugares comunes cuando sucede algún debate: “abundaron las descalificaciones”. Pero si un punto define parte de la democracia, es sin duda, la deliberación. Es decir, la discusión en torno a las decisiones públicas. El debate es la esencia de parlamentos y congresos, cabildos y consejos. 

No hay democracia sin discusión, sin deliberación.   

Poco habituados a las discusiones públicas, los debates en México generan gran expectativa por su joven tradición, tanto como la propia democracia en nuestro país. A ese ritmo, tenemos muchas elecciones pero pocos debates. Muchos votos, pero pocos ciudadanos reclamando el producto del sufragio. Para nuestros políticos dos debates parecen muchos, pero en las democracias maduras hay docenas de ellos antes de conseguir una candidatura.
Como sea, habrá que aprovechar la ocasión del debate presidencial para cultivar una de las virtudes de la democracia

Vayamos por partes. 

  • Ante todo hay que mantener la calma y tener en claro los puntos que se quiere exponer. Sin esos dos ingredientes, el candidato empieza perdiendo. Las palabras convencen, pero si el candidato no está tranquilo, el cuerpo te traiciona. Pesa más el lenguaje corporal, que el verbal.


  • Más que hablar, hay que escuchar. La lengua puede ser el peor enemigo de uno. Fox es un genio en ese arte. Un mal consejo para cualquier debate es enojarse. Nunca falta quien pierde los estribos. Hace unos días y sin pudor por estar frente a las cámaras, un diputado griego (por si fuera poco, “neonazi”), no toleró la discusión y agredió a dos diputadas. Primero arrojó agua a una de ellas y luego se fue golpes contra otra. El hombrecito huyó de la televisora donde sucedió el debate.


  • Para nuestro caso los golpes son verbales. No lo olvide. Por eso, conocer las debilidades propias resulta tan útil, como saber las del adversario. Se puede agredir al oponente, pero si el ataque no es convincente, éste será irrelevante o incluso se volverá contra uno. Winston Churchill nos recomienda: “no responda ofensas, reviértalas”. Más que el guión del candidato, cuenta su capacidad de reacción e improvisación. 


  • Un debate es la oportunidad para conocer al candidato de frente, su alcance y el nivel de su discurso. Por lo mismo, la apariencia cuenta tanto como la propuesta o el argumento. En ese punto, puede ser que la propuesta de un candidato sea buena, pero mal expresada, el argumento queda condenado a la irrelevancia. 
  • Por eso, más que pronunciar largas frases (no vaya ser que se le acabe el tiempo), prepare frases breves y claras que sinteticen su idea. Demasiada complejidad mata el encanto o la efectividad del mensaje.   


  • Aunque el debate llama al diálogo y la discusión, al final, el candidato no puede perder de vista que le habla a los ciudadanos y sus potenciales votantes. Así que no desaproveche la oportunidad de dirigir su oferta política.


Los debates cuentan, influyen y forman opinión, pero no siempre definen elecciones cómo aquella histórica entre Kennedy y Nixon. En países como el nuestro todavía pesa más la capacidad del partido en las calles. Salvo que fuera desastroso el debate, entonces el impacto pudiera traducirse en votos. Veremos qué sucede este domingo.  

11 de junio 2012