martes, 27 de enero de 2009

Los ladrones viejos


En los estantes del video club, me topé con "Los ladrones viejos, las leyendas del artegio", una película documental de Everardo González, 2007. Se trata de auténtica pieza que describe las costumbres de los ladrones viejos entre los 60 y 70, esos que aun siguen en la cárcel y que forman parte de una "biblioteca" del crimen olvidada. Resulta sorprendente escuchar, ver en este documental por momentos nostáligico, pero finalemente triste, las reglas tácitas de los profesionales del crimen. Compilo dos:
1) Los ladrones de ahora no son como los de antes, pues había respeto por la persona. Ahora reina la violencia, comenta un legendario ladrón, casi genial.
2) No deja de haber un toque de ironía que dimensiona las latitudes del crimen, pero que al final nos conduce a una especie de justicia, cuando se rememora que Efraín Alcaraz Montes de Oca, alias el Carrizos, conocido como “El Rey de los Zorreros”, robó lo mismo a Luis Echeverría que José López Portillo, ambos en funciones como presidentes. Según declara en el film: robé a ese ratero, me lo chingué y me lo volví a chingar.

sábado, 17 de enero de 2009

¿34 mil idiotas?

Constantemente en México, hablamos de la ley, e incluso, cuando hay que celebrar, decimos que tenemos la mejor constitución del mundo, aunque por lo general, con una aplicación ambigua y poco productiva para el bien común. En otros artículos de esta columna he abordado el tema de la legalidad y también el de la legitimidad. ¿Qué es lo legal? ¿Es la ley y sus actos justa, legítima? ¿Hasta qué punto la legalidad es legitimidad? Ambos conceptos van de la mano, porque uno lleva al otro, sin embargo, esto no siempre es así, porque hay puntos donde la legalidad contradice la legitimidad, pero también, donde la legitimidad resulta ilegal. Mientras la legalidad se refiere a un marco jurídico, a unas reglas del juego establecidas, la legitimidad se pregunta sobre el fundamento de la ley, las acciones que genera y las consecuencias de aplicarla o no. El problema de la legalidad y la legitimidad ha sido abordado frecuentemente por filósofos, juristas y politólogos. Un ejemplo actual lo encontramos en las lecturas clásicas del filósofo Norberto Bobbio, y otro en el jurista, Michelangelo Bovero.

Un caso paradigmático de nuestra vida pública y que bien sirve para ejemplificar esta situación, lo encontramos en Eduardo Olmos Castro. Recientemente se comprobó lo que ya se venía anunciando, el diputado local electo, tomó posesión en el cargo, para inmediatamente renunciar, o como dicen en el argot político, “pedir licencia”. Aquí lo “motivos personales” justifican todo, porque lo fines políticos así lo disponen. El antier polémico Secretario de Desarrollo Regional, dejó su cargo para competir por una curul el 19 de octubre. El resultado de esa elección fue contundente, Olmos Castro consiguió la votación más alta de todo el Estado, 34 mil 923 electores votaron por él, y ahora que por fin llega, no alcanzó a calentar siquiera, la tan deseada curul. Uno podría pensar que Olmos Castro es un político investido de una clara legitimidad, sin embargo, al recordar su historia política, no puede uno menos que pensar en una carrera política enigmática, para la cual no es fácil ofrecer calificativos, ya que si bien, todo ha empezado: diputado federal, secretario de Obras Públicas, secretario de Desarrollo Regional, diputado local; nada ha terminado. Olmos Castro es el ejemplo palpable en lo local, del político que todo empieza, pero nada concluye.

La reciente licencia que solicitó al Congreso de Coahuila, no sólo es un insulto a la inteligencia de su electorado, sino también un claro ejemplo de cómo los cargos públicos son meros medios y no fines. De esta manera, el político priísta deja “colgados” a sus electores, porque en realidad está demostrando su poca seriedad, pero al mismo tiempo, vuelve a evidenciar la inutilidad de las elecciones, porque al final, la elección termina en manos de una grupo político familiar, lo cual desplaza a diestra y siniestra el sentido popular de una elección. ¿De qué valieron esos votos, sino fue entonces para el juego político? ¿Votaron 34 mil idiotas por Olmos Castro? ¿Volverán a votar por él?

Después de Ulises Ruiz y Mario Marín, dos de los mejores exponentes del PRI, no tengo la menor duda de que sí vuelvan a votar, en buena medida, por esa desconcertante nostalgia del pasado que hoy retorna al PRI, a los primeros lugares en prácticamente todas las elecciones del país.
Tienen razón los priístas cuando afirman que el ayer diputado no está haciendo nada ilegal, sin embargo, bien vale preguntarse si en este caso, lo legal es legítimo. El malogrado exalcalde de Saltillo, Fernando de las Fuentes, ahora Presidente de la Junta de Gobierno del Congreso del Estado, afirmó que Olmos “no está haciendo nada indebido”, y que no hay “no hay decepción de los electores, porque se votó por un partido”. La explicación es la salida fácil y predecible que hace referencia a la ley. Como la ley no lo prohíbe, entonces está permitido. Estamos ante la lógica del engaño, porque se atiende a la letra legal, incluso para contradecir el espíritu de la misma. Lo hemos visto recientemente con la ficticia aplicación del artículo 134 constitucional, donde se prohíbe expresamente a los funcionarios y políticos, hacer propaganda, pero más tardaron en publicar la reforma constitucional, que en contradecirla, a través de los vacíos que deja la ley, porque al fin y al cabo, no se expresa directamente, ni tampoco se enuncia tal cual. Por eso seguimos viendo el gasto millonario en publicidad, que al final nadie recordará y que termina, como lo demuestran las campaña electorales, en basura.

Al final, lo que sostiene a nuestro sistema político mexicano, es el incentivo a la mediocridad. Por una parte, no existen otras vías para hacer carrera política, como el tema de la reelección de diputados y alcaldes. Por otro, y esto resulta grave, se carece de una rendición de cuentas, con la cual, se pueda apremiar o castigar carreras políticas con base a resultados. Mientras tanto, seguiremos teniendo una vida pública sustentada en muchos o pocos votos, pero carente de legitimidad, porque sencillamente es incapaz de ofrecer resultados.

sábado, 10 de enero de 2009

Contra el Museo Arocena

Indudablemente, una de las mejores obras del Ayuntamiento de Torreón tiene que ver con el rescate del Centro Histórico. Durante años el abandono en calles, edificios, comercios y paseos, se arraigó por todos los rincones. Administraciones municipales fueron y vinieron, pero el problema del Centro seguía ahí, incluído el siempre complicado y espinoso comercio informal. Algunos gobiernos intentaron hacer algo, otros simplemente no les interesó. Por eso resulta loable el logro del alcalde José Ángel Pérez Hernández de retirar a los ambulantes, pero también de iniciar una serie de remodelaciones al espacio urbano por excelencia.



En lo personal apoyo y apruebo el desarrollo del proyecto, incluso hace algunos meses escribía en esta misma columna sobre los beneficios de la dignificación de nuestro espacio público (6-V-08). Sin embargo, hay algo en lo particular que no armoniza con el espíruto del proyecto, y que lejos de dignificar la imagen urbana, la contradice, la niega. Se trata de la instalación de seis módulos con espacio para 18 comerciantes informales en la calle Cepeda, entre las avenidas Hidalgo y Juárez. Justo en el corredor del inmueble cultural más relevante de la ciudad: el Museo Arocena.



Desde su inauguración en agosto de 2006, el Museo se ha convertido en un auténtico catalizador de la cultura en la región, las actividades que ahí se desarrollan, el espacio que ofrece a los laguneros, la calidad e importancia de sus obras, le han aportado a Torreón una gran riqueza inusitada por estas latitudes. Incluso, gracias al Arocena la ciudad, la región cuenta con un espacio digno de cualquier metrópoli. El Museo no sólo no ha retornado a los laguneros al Centro, sino además ha dado a la ciudad una referencia nacional e internacional. Tan sólo en dos años de actividad, ha recibido más de 200 mil visitantes, entre ellos, miles de niños. Por mal cálculo, falta de planeación o pésimo gusto, el Ayuntamiento está a unos pasos de desvirtuar una de las zonas más simbólicas de la ciudad.



¿Se imagina ustedes unos tabaretes a las afueras del Metropolitan o del Museo de Arte Moderno en Nueva York? Ya no nos comparemos con Francia y su fenomal Louvre, simplemente veamos el rescate del Centro en la Ciudad de México. Ni siquiera en la “ciudad de la esperanza”, terreno fértil para informales y multitudinarias marchas por el petróleo, se ha tenido el mal gusto de permitir la instalación de comerciantes informales en los principales museos y patrimonios culturales como el Museo Nacional de Arte, el Palacio de Minería, el Palacio de Bellas Artes, San Ildefonso.



Hay que tener respeto por la historia y lo que materialemente nos queda de ella a través de sus edificios, es lo que tenemos y debemos ciudarlo. En la esquina de Hidalgo y Cepeda está uno de los edificios más bellos y elegantes de La Laguna: el Edificio Arocena. Fue construido hacia 1920, y es una verdadera joya arquitectónica, que hasta conserva, como fiel testigo, su propio elevador. Hacia la Juárez se encuentra otro emblema histórico, el antiguo Banco de La Laguna, un edificio construido con acero y cantera, signo de la modernidad y la bonanza algodonera hacia 1912.



A lo que quiero llegar es a plantear una pregunta que no resulta trivial: ¿Qué clase de ciudad queremos y de qué manera la vamos a proyectar? ¿Porqué así y no de otra manera? No me opongo a la remodelación, ni tampoco a sus fines, pero sí debemos de cuestionar con crítica, con honestidad, la pertinencia de colocar ahí los módulos para los informales, ahora convertidos en vendedores de dulces y artesanías por el Director de Obras Públicas, Aniceto Izaguirre. Quizá el funcionario esté inaugurando una “nueva tendecia urbanística” para nuestra ciudad, porque la tendencia en las ciudades mexicanas, en el mundo es otra. Mientras las cosas van para un lado, nosotros vamos para otro. ¿Nos sería mejor aceptar el error y cambiar de opinión? ¿Acaso nos es de sabios reconsiderar? ¿No estará comprando un nuevo pleito, en pleno año electoral el Ayuntamiento? A todo esto, es fecha de que no sé de la defensa, aunque sea indirecta, del INAH, ni tampoco del INBA y mucho menos de la gris Dirección Municipal de Cultura. ¿Dónde está también la opinión de Ruth Idalia Ysais Antuna, presidenta de la Comisión de Educación, Arte y Cultura del Cabildo? Se trata, como dijera uno de mis maestros en la universidad, Jesús Silva Herzog Márquez, de la negación de la belleza pública. “El problema, escribe acertadamente el crítico, no es lamentación de decoradores. La fealdad que nos hemos empeñado en promover es un problema urbano, cívico. La belleza no es un lujo, un reclamo superficial que no debe distraernos de lo verdaderamente importante. ¿No tenemos algún recurso frente a la imposición de la fealdad?”



Esta columna apoya y se solidariza con la directora del Museo, Rosario Ramos, quien no ha dudado en manifestar su oposición, pero también su preocupación y apertura por alcanzar un acuerdo donde se beneficien las partes.

domingo, 4 de enero de 2009

Agenda 2009

Comenzamos el nuevo año con expectativas encontradas, en su mayoría más cargadas hacia lo negativo, sobre todo por la crisis económica mundial. Si bien, una actitud positiva y esperanzadora, como aquella de asumir la crisis como un momento de oportunidad, no resuelve todo, pero sí ayuda ver el vaso medio lleno, en vez de medio vacío. Algunos se aprestan a cantar lo mejor y otros anuncian un negro porvenir, sin embargo, rara vez, hacerle al profeta en materia del futuro resulta apremiante. Hace más de un año, las posibilidades que le auguraban al poco conocido precandidato demócrata, Barack Obama, eran bajas, sin embargo hoy es el presidente electo que rompió con las tendencias, los números y los prejuicios.

¿Qué nos augura el presente año? ¿Cuáles son las metas propuestas y sus resultados? ¿Qué podemos hacer como ciudadanos para contribuir a mejorar nuestra vida pública?
Tres temas de interés público dominarán la agenda del presente año. El primero tiene que ver con los bolsillos de los ciudadanos, es decir, la economía. El segundo tema de relevancia nacional es la tan vapuleada seguridad pública. Y finalmente, el tercero tiene que ver con la política y los tiempos de elecciones.

Pero vamos con cada uno. En materia económica se estima que los efectos de la crisis mundial se extenderán por el resto del año. Analistas financieros prevén que los primeros dos trimestres no habrá crecimiento, aunque en realidad se espera que todo el año se prolongue el efecto de la crisis originada en los Estados Unidos, así que en gran parte, la labor del nuevo presidente estadounidense se avocará a paliar los efectos de la crisis, así como tratar de reactivar la economía. Lo cual también sería positivo para México, porque en buena medida. El ritmo norteamericano marca también la pauta al crecimiento o estancamiento de nuestro país.
Por otra parte, la fórmula clásica del libre mercado que hace y deshace, porque al final es la “mano invisible” la corrige el rumbo, se terminó de derrumbar al comprobarse una serie de transacciones irreales, pero también irregulares en el sistema financiero estadounidense. El caso Bernard Madoff es emblemático de esa libertad que llevó al enriquecimiento de unos, la quiebra de muchos y el fraude para de terceros. En este sentido, la crisis obligó a fijar nuevas reglas al sistema financiero, lo que conducirá a nuevo modelo que será regulado por el Estado, con la finalidad de fijar vigilancia, restricciones, transparencia y garantías. Quién diría que después de la tan anunciada muerte del Estado, se recurra a él nuevamente para regular el mercado.
En el terreno de la seguridad, lo mexicanos esperamos otro año más de la guerra contra el crimen organizado, el narcotráfico y sus consecuencias. No hay que perder de vista que en el presente año será cuando se empiecen a cumplir varios de los 74 puntos fijados en el Acuerdo por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad. Cito tres puntos que tendrán que desarrollarse este año: 1) creación de los centros estatales de control de confianza certificados para monitorear a los policías y funcionarios; 2) la consolidación del sistema de Información Criminal denominado Plataforma México, a la cual es fecha que muchos gobiernos estatales no actualizan los datos; 3) la operación de la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública, la cual tiene como objeto garantizar tanto una responsabilidad compartida como una acción efectiva entre los distintos órdenes de gobierno.

En especial, el tercer punto se plantea como una respuesta a la falta de compromiso de los gobiernos estatales para sumarse a la lucha del gobierno federal. Muchos gobernadores con el pretexto “de que son delitos federales” han declinado la estafeta para colaborar con la federación, lavándose las manos del problema.

El otro tema que habrá de dominar la agenda nacional será la política. 2009 es año de elecciones y se renovará el próximo 5 de julio la Cámara de Diputados. En lo inmediato el 31 de enero inician las precampañas con poco más de 3 millones de spots. Con esas elecciones se elegirán 500 diputados federales, 300 por el principio de mayoría relativa y 200 por representación proporcional. Por medio de la elección intermedia conoceremos la aceptación real del electorado al presidente Calderón y el lugar que habrá de ocupar el PAN en el Congreso.
Además estarán en juego las gubernaturas de Nuevo León, San Luis Potosí, Sonora, Querétaro, Campeche y Colima, seguido de elecciones en los ayuntamientos, donde Coahuila renovará presidentes municipales. A los ciudadanos nos tocará votar, los cual no resulta tan importante como darle un puntual seguimiento a ese voto y una manera de hacerlo es “adoptando” a nuestro diputado para exigirle, limitarlo y llamarlo a cuentas.

Finalmente no resulta trivial la política, y mucho menos en la circunstancia mexicana, donde la clase política suele hacer lo que mandan sus intereses, lo cuales no necesariamente coinciden con los ciudadanos. Por eso, resulta crucial no dejar de lado la política con el argumento de que es algo que no nos compete ni nos afecta. Precisamente, porque la política es importante, sería un error dejarla sólo a los políticos.
Por lo pronto, les deseo un buen año a los lectores.
3 de enero 2009
el siglo de torreón