viernes, 18 de abril de 2014

A pie por el Art déco de Torreón


Ahora un estacionamiento...

Hay que elogiar la lentitud cuando todo queremos de prisa. Acostumbrados al veloz paso de los automóviles, transitar la ciudad parece un obstáculo. Cuando caminamos no sólo apreciamos una cantidad de detalles, además tenemos la posibilidad del encuentro con personas, lugares y espacios que pueden ser entrañables. Igualmente, al caminar damos pie a la sorpresa. De las maneras de descubrir una ciudad, sin duda, caminando es la mejor.
Bajo esa línea de a pie, el Museo Arocena recientemente convocó a tres recorridos peatonales por el Centro Histórico de Torreón. El punto de partida fue la exposición "Arquitectura Art déco, un estilo internacional en Torreón", que actualmente se exhibe en la Casa Arocena.
Como investigador de la exposición sugerí la necesidad de ir a las calles y compartir el reconocimiento del estilo déco que sobrevive en la ciudad. De esa manera, salimos un grupo del Museo rumbo al Hotel Galicia en la avenida Juárez. Se trata sin duda de una joya arquitectónica de los años cuarenta. El inmueble fusiona varios estilos que va de las referencias mudéjar hasta el Art déco. Como testigo de una época, un anuncio de neón se mantiene para recordarnos aquel brillante Torreón nocturno. Gracias a la atención de la administración del hotel, pudimos entrar a conocer el interior de la obra de Cesáreo Lumbreras, uno de los maestros constructores más destacados de los años treinta y cuarenta del siglo pasado. Ahí están los imaginativos pisos y el elegante granito que recibe al visitante: el bronce en la escalera, el zigzag que guía el contorno del balcón y las ventanas.
A unos paso de ahí, cruzamos en otro momento hacia el Edificio Eléctrico en la esquina de la avenida Juárez y Valdés Carrillo. Construido en 1930 bajo la mano del Ingeniero José Bracho, este edificio destaca por la sobriedad de su cantera, pero sobre todo, por las decoraciones prehispánicas que resaltan su fachada. Para fortuna de su conservación, ese edificio mantiene su vocación comercial. En otras palabras, está vivo. Porque nada más dañino para los inmuebles históricos que el abandono y la ignorancia.
Abandonado está un auténtico edificio con motivos navales. Me refiero al Hotel Naves en la avenida Hidalgo, que fue construido en 1942 por Ernesto Castillo Astráin y Juan José Alanís. Destaca en su fachada una torre de vitroblock. Durante la investigación del Art déco en Torreón, me dio tristeza constatar que hace algunos meses le robaron las notables lámparas del edificio. Literalmente, historia a la basura.
Edificio Vallina, dignidad arquitectónica
Con similar suerte, mostramos en el recorrido peatonal, la degradación de un magnífico edificio en la avenida Juárez y calle Rodríguez. Inaugurado en 1942 como Banco Industrial y Agrícola, el edificio Vallina luce ahora deformado y como tantos inmuebles del Centro, en abandono. Nadie que lo vea ahora, imaginaría que hubo un tiempo de elegancia y distinción. Granito, cantera y hasta un mural quedaron sin presencia. Para el caso, rescaté una foto que nos recordó mejores tiempos.
A punta de fuerza y acero, también se destruye la historia. Por increíble que nos parezca, en la esquina de Morelos y Valdés Carrillo, estaba el famoso Teatro Princesa. Construido en 1919, el Teatro fue remodelado en 1932 de acuerdo a la moda imperante: el Art déco. En la década de 1990 destruyeron el edificio. Hoy es un estacionamiento. Sin embargo, aún de las cenizas, como afirmó Jacques Derrida, es posible hacer historia. En esa explanada terregosa para automotores, sobreviven las gruesas columnas del viejo teatro, pero además, gracias a la investigación que hice en los archivos, fue posible recuperar los planos y reconstruir una serie fotográfica para la memoria.
A pesar de la incuria, Torreón cuenta con emblemas nacionales del Art déco: el Mercado Juárez y el Estadio Revolución, ambos inaugurados en el feliz año de 1932. En 1929 se incendió el antiguo mercado, el cual sólo conocemos por fotos. La construcción del nuevo mercado estuvo a cargo del Ing. Bracho, quien entregó un precioso inmueble decó.
Hoy sobreviven los cuatro pórticos de cantera con sus grecas, zigzag, y ornamentos frutales. El resto está enterrado por un horrendo vitropiso y cubierto bajo una lámina que oculta la dignidad de su arquitectura. A pesar de la ignorancia, también nos quedan unas preciosas lámparas, aunque algunas ya se perdieron. Espero que el resto no se las roben.
Estadio de la Revolución

Continuamos con el recorrido, aunque la distancia al Estadio Revolución nos llevó a subirnos al camión del Arocena para conocer de cerca la obra del mayor exponente del decó en Coahuila: el maestro Zeferino Domínguez. Con un característico sentido nacionalista, la fachada del estadio la adornan personajes y sucesos de la Revolución: Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Pino Suárez, Felix U. Gómez y Plutarco Elías Calles. Pero lo relevante no son esos políticos, sino las formas decorativas que componen el estadio. Incluso, si no lo conocen, visiten por estos días las columnas del teatro al aire libre. Estas historias nos permiten revalorar el patrimonio que tenemos. En pocas palabras: redescubrir la ciudad. Estoy convencido que a través de estos recorridos podemos conocer, y entonces sí conservar o defender el patrimonio de la ciudad.
POSDATA
Ahora que le dan una mano al Mercado Juárez, las inequívocas autoridades ¿sabrán la diferencia entre conservación, restauración e intervención?

Riquelme, 100 días y contando



Esta semana se cumplen los primeros 100 días del alcalde Miguel Ángel Riquelme a cargo del gobierno municipal de Torreón. Un período altamente simbólico donde la mayoría de los gobernantes busca mostrar la hechura de sus gobiernos. Algunos echan todas las ganas para un gran arranque y otros nomás ahí se quedan. En poco más de tres mes ya tenemos un pulso del gobierno de Riquelme. En principio se notan las diferencias con su antecesor en el cargo. Se pasó de una línea de mando difusa, a una línea clara y casi exclusiva del alcalde. Por lo mismo, antes que las obras, el alcalde empezó por la comunicación. Él y nadie más comunica en un medio donde la percepción lo es todo. De esa manera, insiste una y otra vez en las acciones de su gobierno, principalmente dirigidas a mejorar los servicios públicos de Torreón. Ahí está paulatinamente el nuevo alumbrado por colonias y bulevares. El barrido de calles por la llamada "marea roja". El mantenimiento de camellones y la pintura en cordones, puentes y principales avenidas de la ciudad. Igualmente es visible el programa de bacheo y hasta la infaltable pavimentación en una concurrida vialidad. Sin duda acciones que se palpan de la administración.
Bajo ese sello, Riquelme ha demostrado eficiencia y atención para mejorar la decaída imagen del gobierno municipal y la ciudad. De acuerdo con la evaluación del Barómetro de México Avanza (marzo 2014), los ciudadanos otorgaron una calificación aprobatoria de 6.5 al alcalde. Al ritmo actual de la administración, es factible reconocer un cambio positivo en los próximos meses. ¿Pero por qué los cambios ahora sí se notan?
Salvo dos o tres directores con perfil ciudadano o externos al PRI, el resto del equipo de trabajo es el mismo de la tan criticada administración anterior. ¿Cambiaron porque el liderazgo cambió, o sólo guardan las apariencias? Incluso ahí donde se provocaron graves problemas financieros como en el Simas, no sólo se recicló, sino se premió a los responsables del desastre en la paramunicipal. ¿Corrupción tolerada?
Mas a largo plazo, la aprobación del Instituto Municipal de Planeación, dirigido por el excrítico y buen amigo Eduardo Holguín, podría ser una de las áreas estratégicas más relevantes para mejorar sensiblemente la ciudad. Por supuesto no en los próximos 100 días, sino en los siguientes quince años. Hago votos para que así sea, porque si algo ha caracterizado la planeación urbana y la obra pública en Torreón, es una larga serie de despropósitos y disfuncionalidades. ¿Ya se nos olvidó el DVR?
En el área de la Tesorería, es destacable el manejo prudente y discreto del tesorero Enrique Mota. En verdad, después de venir de los disparates y las ocurrencias pasadas, se agradece la personalidad adecuada y seria que amerita el cargo. Ojalá pronto informe sobre el avance de la Ley de contabilidad gubernamental en las finanzas municipales.
¿Y qué decir del Cabildo? Muy lejos estamos de la dura oposición de los panistas Natalia Virgil y Rodolfo Walss. Pienso que la ciudad pierde al tener un Cabildo tan pasivo y complaciente como el actual. Aunque en lo político, se nota claramente el control de Riquelme, acaso con la excepción del primer regidor, Miguel Mery Ayup, que ya hace todo por aparecer y ser el próximo alcalde.
Comenté que la comunicación es fundamental, pero también hay mucho de vacua escenografía. Presumir por aquí y por allá consejos ciudadanos irrelevantes aporta muy poco, y para prueba, el consejo de Simas fue la cumbre del fracaso. No veo por qué ahora sería diferente. Hablar del teleférico suena más mediático, que rentable para la ciudad. O presumir un edificio libre de humo como la presidencia, sólo se trata de un pleonasmo legal. Ni qué decir de la sesión solemne del Congreso en la Plaza Mayor con un lleno de burócratas y funcionarios.
En su primeros 100 días Riquelme ha hecho un gobierno razonable, sobre todo en atender los rezagos inmediatos de la ciudad. Además, tiene el poderoso incentivo de ser el próximo candidato a gobernador. Casi no hay evento donde el actual gobernador de Coahuila, Rubén Moreira, lo elogie públicamente. Pero todavía falta mucho para caer en la tentación del futurismo y sobre todo, falta librar el previsible recelo de los priistas de Saltillo hacia Riquelme. Más, cuando Moreira II está muy cargado en promoverlo.
Pero dejemos ese tema de Riquelme gobernador. Ante todo, el alcalde tiene la obligación de levantar Torreón, más allá de las muy próximas elecciones de diputados locales. Entonces sí, después de las elecciones conoceremos la consistencia de su gobierno. Pero sobre todo, sabremos si Riquelme como político, superó al antiguo líder electoral en las colonias. 100 días y contando.

9 de abril 2014
El Siglo de Torreón 

Gabriel García Márquez

Ayer el Gabo, se fue...
(1927-2014)

miércoles, 2 de abril de 2014

Octavio Paz en bicicleta


¡Sí! El gran Octavio Paz en bicicleta. Porque nada más cercano que recordarlo en bicicleta. Lejos del mito y la abrumadora celebración por el centenario de su natalicio, me quedo con dos imágenes del poeta y ensayista mexicano. La primera es una serie memorable de fotografías tomadas por Ricardo Salazar en 1958. Serio y a la vez sonriente, el poeta deambula por el parque Hundido en la ciudad de México.  Al igual que en sus poemas, aparece un Paz entre los árboles. Recargado en un pino, mira sonriente algún lugar del parque. Atrás una bicicleta con velocidades compone la imagen de Salazar. En una segunda instantánea, aparece serio, después de contener cierto nerviosismo por la lente. Aunque existen bastantes fotografías de Paz, tampoco gustaba mucho de la autoimagen. Hoy las imágenes y las conmemoraciones saturan, pero al mismo tiempo, no recuerdo a un poeta tan celebrado en nuestro país como a Paz.  

La otra imagen del escritor proviene de un encantador texto de Elena Poniatowska, que tuvo a bien compartirme hace tiempo, Francisco Valdés. Publicado en 1992 (también en las páginas de El Siglo de Torreón), la escritora tituló su editorial ¿Por qué no somos un pueblo bicicletero? Con un declarado elogio, nos dice Poniatowska: “Las bicicletas en sí son vehículos maravillosos, con su espejo retrovisor, sus frenos, su bomba de aire, los rayos de su rueda delantera”. Más común no podía ser para Paz que ir en venir en bicicleta. ¿Se imaginan al poeta al manubrio?

Recupero las palabras de Elenita en un lugar donde todo se hace en dos ruedas: “En Davis, California, pasé cuatro meses llevando y trayendo a Octavio Paz en bicicleta, a Alfonso Reyes, a Carlos Pellicer, a Jorge Cuesta, a Lupe Marín, a Frida Kahlo. Iban y venían en la canasta delantera felices; les daba el aire y el sol y sus páginas eran la mejor colección de un colombófilo, los alimentaba en su piquito, crujientes palomitas, gorjeaban durante el trayecto, les di alas las veinticuatro horas. Los estudiantes interpelaban desde su propia bicicleta”.


A lado de la seriedad que inspira la imagen de Paz, trato de imaginar al poeta en sus trayectos bicicleteros. Durante años, los libros de Octavio me han acompañado y no puedo más que rememorar una grata alegría, cuando en una navidad, mi padre me regaló la obra completa de Paz en la magnífica edición de Adolfo Castañón, publicada por el Fondo de Cultura Económica. ¡Sí! Catorce tomos para leer y releer como Gabriel Zaid en bicicleta. Octavio Paz poeta. Octavio Paz ensayista. Octavio Paz polemista. Octavio Paz crítico de arte.

2 de abril 2014, 
El Siglo de Torreón