jueves, 1 de junio de 2017

Zygmunt Bauman


Foto: El país

El pasado lunes falleció a los 90 años, el gran sociólogo de origen polaco, Zygmunt Bauman. Al respecto, retomo unas pertinentes palabras que van a la perfección con nuestro momento: “Lo que está pasando ahora, lo que podemos llamar la crisis de la democracia, es el colapso de la confianza. La creencia de que los líderes no solo son corruptos o estúpidos, sino que son incapaces. Para actuar se necesita poder: ser capaz de hacer cosas; y se necesita política: la habilidad de decidir qué cosas tienen que hacerse. La cuestión es que ese matrimonio entre poder y política en manos del Estado-nación se ha terminado. El poder se ha globalizado pero las políticas son tan locales como antes. La política tiene las manos cortadas. La gente ya no cree en el sistema democrático porque no cumple sus promesas” (El País, 8 de enero de 2016).

Un semáforo para la Morelos

Foto El Siglo https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1303133.reubicaran-semaforo-de-paseo-morelos.html


Pocos lugares tan emblemáticos y queridos en Torreón, como la avenida Morelos. Ya sea por la historia, por los paseos de antaño, y los presentes, la Morelos tiene un lugar especial en la identidad de la ciudad.
Como lugar público, la avenida se volvió durante los años veinte, un símbolo de Torreón. En 1923, un joven alcalde, Nazario Ortiz Garza, inició la obra del camellón central y la pavimentación sobre la Morelos. Por ahí nos queda una foto del alcalde, con riguroso traje y sombrero, supervisando la obra. Pero la construcción no fue de un año. Hubo que trabajar por otros cuatro años más, para concluir lo que fue el primer bulevar —en el sentido de baluarte—, de Torreón. Por aquella época, el ayuntamiento tenía un erario modesto, así que el alcalde Ortiz Garza, que con los años se convertiría en uno de los más queridos gobernadores de Coahuila (percátese lector que no siempre hemos tenido gobernadores tan malos), logró apoyo de empresas y particulares para concluir la obra en otro periodo de gobierno. Vino otra administración, y para bien continuaron la obras, e incluso, añadieron jardín al camellón central, y sobre todo, una elegante iluminación a la vía. Por fortuna, conservamos imágenes de ese precioso momento, cuando la reina de la Feria del Algodón, Elvira Torres, bajó el switch y se iluminó la Morelos en 1925.
Reelecto como alcalde en 1927, Nazario volvió a la obra. Consiguió recursos privados para realizar el remate central de la avenida en la Alameda: la “Fuente del Pensador”. Dicho conjunto escultórico realizado por el escultor Fernando Toriello, es una réplica del Lorenzo de Medici que hizo Miguel Ángel para su mausoleo. Dicho sea de paso, se conserva de milagro, los dos únicos desnudos de aquellos años.
A partir de entonces, la Morelos y su conjunto monumental, aunado a dos columnas que conmemoran el centenario de la Independencia en 1910 (hoy sumamente maltratadas), son uno de los principales monumentos históricos de Torreón. De acuerdo con el antropólogo Marc Augé, “sin ilusión monumental, a los ojos de los vivos, la historia no sería más que una abstracción”.
A qué viene toda esto. A finales de noviembre del año pasado, la administración municipal avaló una aberración que afectó la vista del monumento histórico. En medio del lugar instaló un absurdo semáforo. En 89 años el monumento fue respetado por tiros y troyanos. Pero no faltó un gobierno tan ignorante como indolente, que quiso hacer todo nuevo, como si la historia empezara con esa administración. Por entonces, le comuniqué por escrito al alcalde la necesidad de corregir la situación, pero fiel a su estilo, no escuchó ni hizo nada.  Bien dicen que los políticos entienden mejor a periodicazos. La semana pasada una serie de comentarios en las redes sociales, y hasta un video que se mofa de la estupidez gubernamental, lograron hacer recapacitar a medias a la autoridad. Por lo pronto acaban de quitar el semáforo, pero la cosa no termina ahí.
Aficionado a la historia, y a otras cosas… el director de obras públicas, Gerardo Berlanga, le echó la culpa a la constructora Alfa, pero luego insistió en reubicar el estético y funcional semáforo a unos metros del lugar. Más todavía, le quiere hace una pequeña rotonda, como a quien no le basta presumir su estulticia. ¡Brillantes funcionarios!

En octubre de 2013, otro brillante funcionario tuvo la grandiosa “iniciativa” de mandar pintar de rojo la llamada fuente del “Pensador”. Por supuesto, el rojo  como burda referencia partidista. Todavía no terminaban de pintar, cuando una cascada de críticas los obligó a recular. De esa manera, el ayuntamiento tuvo que corregir el daño al monumento. En aquel momento, uno de los aspectos más significativos, fue la defensa de los ciudadanos. De la misma manera, tengo la esperanza de que los ciudadanos organizados, defendamos el patrimonio histórico de la ciudad, a pesar de la autoridades. Por cierto ¿Dónde están los historiadores? Dormidos en la revolución. 
18 de enero 2017 

A la deriva

Por estos días, nada más peligroso que un gobierno que no quiere o puede hacer política. En ambos casos, el resultado es negativo. De esa manera, el sentido de la política, demanda ante todo liderazgo para ejercer poder. Por lo mismo, nada más contrario al gobierno, que ir a la deriva, sin rumbo claro. Como sabemos, casi cualquiera puede llegar al poder, pero no cualquiera da sentido al gobierno. Gobernar implica responsabilidad, eficiencia y visión de largo plazo. Esos tres ingredientes son la diferencia en la política.  En ese sentido, en tiempos de crisis es donde se nota la presencia o la ausencia de las autoridades. Ustedes ya sabrá por dónde vamos. ¡Sin gobierno y sin política! Sin embargo, más allá de la crítica, la indignación o el enojo por la crisis que atravesamos, es preocupante la ausencia de política y gobierno ante vendaval.  Por el contrario, tenemos un presidente indolente que trata de dar un respuesta técnica, a un pésimo manejo político. 
En plena ineptidud, el ejecutivo todavía preguntó en cadena nacional: ¿qué hubieran hecho ustedes? La lista puede ser larga, pero necesariamente incluiría reducir los recursos de los partidos políticos al 90 por ciento; nos cuestan más de 3 mil millones de pesos y en elecciones se sirven con la cuchara grande; más de 5 mil millones. Reducir 35 por ciento el gasto de la burocracia federal, y hasta un 50% el sueldazo de los secretarios y mandos altos del gobierno. Algunos incluso, hasta ganan más que el presidente mismo. Recortar el gasto lapidario del INE, que se va a construir una nueva cede con un costo de más de mil millones de pesos. ¡Para ellos no hay crisis ni gasolinazo!  Recortar al 50% el salario de los legisladores y reducir sus prestaciones. Insisto, la lista es más larga… pero al gobierno le falta imaginación y sobre todo, responsabilidad.  En vez de hincarse ante la tempestad, le echa gasolina al fuego. 
Con cara de molestia por gobernar, el presidente salió decirnos en tono de reclamo:  “Sé que hay mucha molestia y enojo por esta situación. Son sentimientos que entiendo y que comprendo”. Alguien que le “aparece” una mansión como la casa blanca o que ejerce miles de millones de pesos a discreción por “derecho” de la corrupción, no entiende ni comprende. Tal es así, que culpó al exterior y los gobierno anteriores, no obstante que José Antonio Meade, el actual secretario de hacienda, también fue secretario de la misma institución en el gobierno anterior. Ahora recuerdo las palabras del gran escritor mexicano, Carlos Fuentes, que dijo con bastante claridad y antelación sobre la ignorancia e incapacidad de Enrique Peña Nieto: “no quiero ni pensar en que pueda ser presidente de la república”. “No tiene respuestas convincentes para los problemas del país; un hombre que no está preparado para ser presidente, los problemas son grandes, los desafíos enormes y el personaje es muy pequeño”. Visto a la distancia, Fuentes fue un profeta al que no escuchamos.  
Como en mucho tiempo no habíamos visto, tanto como en dos décadas desde 1994, se juntan peligrosamente dos crisis. Crisis económica y crisis política. Si a esto le sumamos la ausencia de liderazgo y la nula credibilidad, la situación se torna peligrosa. El telón de fondo es la corrupción, no solamente el gasolinazo. En realidad el alza rapaz a los combustibles, sólo activó una indignación social más profunda que se ha mostrado en movilizaciones, protestas y hasta saqueos. Detengamos en el punto. ¿Quiénes son los saqueadores? 
Lo saqueadores que salieron con televisiones, y hasta un oso de peluche, son poca cosa comparados con los verdaderos saqueadores. Los Moreira en Coahuila, los Duarte en Veracruz y Chihuahua, Padrés en Sonora o Medina en Nuevo León, nada más por mencionar algunos ejemplos de la fauna política en México. Pero podemos hablar de Pemex y Romero Deschamps; el despilfarro en la Comisión Federal de Electricidad o las rapacidades multimillonarias que cada año documenta  la Auditoría Superior de la Federación, pero que el gobierno convenientemente deja impune. El problema no es nada más el gasolinazo, sino el desmoronamiento de un régimen disfuncional.

11 de enero 2017 

El mundo no se va acabar



Tras el gasolinazo, el PRI acaba de asegurar el tercer lugar en la elección presidencial. Comparado con el incremento gradual de centavos en los últimos años, el nuevo aumento es voraz y rapaz. ¡Todo de un golpe! El aumento a la gasolina ha indignado a las clases medias, tradicionalmente un sector que no se moviliza. Más todavía, ese segmento suele rechazar la política,  y muchas veces, ni siquiera sale a votar. Prefieren los likes en las redes sociales y la crítica en el café. Con eso se conforman. No obstante, el gobierno federal dio buenos motivos para el enojo y la participación. Cosa curiosa. Vivimos en un país donde la corrupción no indigna tanto, porque se asume en plena normalidad. La inseguridad y la violencia, alientan el miedo y la inmovilidad. En cambio, el aumento a la gasolina enciende, y hasta surgen cadenas en el Whats para la protesta. Durante años, el gobierno promovió un subsidio multimillonario para los deciles de la población con mayores ingresos, y ahora que lo quita, todo es malestar.  Los automovilistas asumen que son los protagonistas.  
Con todo, a pesar del aumento desproporcionado a la gasolina, tengo que decepcionarlos: el mundo no se va acabar. Si les resulta difícil aceptar este argumento, recordemos que en un mundo sin gasolina, Beethoven y Mozart compusieron para la eternidad, y por entonces, las grandes ciudades de todas formas se movían. Lo que resulta inaceptable, es el entorno de una crisis económica que ya suma devaluación de la moneda, y por lo tanto, depreciación del poder adquisitivo. No hace falta ser economista del MIT para saber que el dinero vale menos. A eso súmele el aumento de los energéticos: gas y electricidad. ¡Tremenda reforma energética! Ni los políticos que hablaban maravillas de las reformas en 2013, piensa ahora lo mismo.
Pero no es todo, también debemos sumar el aumento de la tasas de interés, y por si fuera poco, un gobierno peligrosamente endeudado que ronda en el filo de la navaja. ¿López Portillo en puerta, o Carlos Salinas de Gortari? A pesar de todo el dinero que el gobierno dilapida en los medios de comunicación para que hablen bien de él, por aquello de que “lo bueno también cuenta”, no pudo ocultar aquellas promesas y spots de la presidencia sobre los “beneficios” de las reformas.  Una y otra vez se repitió el anuncio de Enrique Peña Nieto prometiendo bajas en los precios. 
Por lo pronto, busco un poco de luz ante el duro panorama. Retomo el libro de Dani Rodrik, “Una economía, muchas recetas”, para entender el fracaso de las reformas o la arrogancia de los economistas en el poder. Pero seamos optimistas, la cosas todavía pueden estar peor.
Como secretario de hacienda, José Antonio Meade, habla de un precio competitivo de la gasolina, y al mismo tiempo, quema su candidatura  rumbo al 2018. La fórmula es sencilla. Suben los precios, pero no el salario. Llego a la gasolinera y el despachador despotrica contra los diputados mientras surto unos escasos litros de combustible producto de la especulación previa al primero de enero. “A uno le suben tres pesos de salario, y los diputados, estos hijos de su… se dan bono tras bono”. La economía se divide en dos. La que disfruta la clase política a costa de los ciudadanos. Esa clase instauró una cleptocracia que se turna los puestos, las instituciones y sobre todo, el dinero de los contribuyentes. Por eso el bono de los diputados, va libre de impuestos. Nos dicen que en 2017 sí van a pagar impuestos por el bono. Este año nos van a salir con el 2018 y así sucesivamente. Por lo mismo, la otra economía es para el resto, quienes, mal que bien, aportan el dinero a las arcas públicas. Veamos un ejemplo navideño. A la Comisión Federal de Electricidad, la misma que dirigió el presidente nacional del PRI, un tal Enrique Ochoa, el gobierno la acaba de rescatar en el rubro de las pensiones. Dicho de otro manera, dinero bueno al malo. ¿Qué sería de la comisión, si no fuera una “empresa de clase mundial”?

Con el gasolinazo, el gobierno de Peña Nieto acaba de apuntalar la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, quien ya ofreció perdonar a la “mafia”. Pese a todo, el mundo no se va acabar.
4 de enero 2017 

Carlos Slim de puño y letra


Lo duro y lo tupido. En medio de una crisis, el país recibe además los embates del presidente norteamericano, Donald Trump. A unos días de haber tomado posesión en el cargo, no deja de atacar, insultar y provocar conflictos de todas magnitudes. Tanto así, que de manera inusual, el expresidente Barack Obama, ya rompió el silencio para apoyar las protestas contra la discriminación de los inmigrantes de países musulmanes: "Están en juego los valores americanos". Paradójicamente, en Estados Unidos, emergió con la presidencia de Trump, la otra cara de la moneda. Intolerancia, discriminación, racismo. Aunque el mundo ha cambiado, siempre hay un parte que se niega a morir. Trump aparece así como el líder de una democracia en decadencia, y actúa en consecuencia.
Mientras tanto, el Commander in tweet, no suelta el Twitter ni la pluma para cambiar el viejo estado de cosas. Un día deroga acuerdos; insultos; otro día corre a la fiscal general del Departamento de Justicia por contradecir sus decisiones; insultos; otro más fustiga a México con el muro; insultos; y mucho más eso en la primera semana. ¿Qué nos espera en las siguientes?
Como política exterior, agarró convenientemente a México para “demostrar” el regreso de los Estados Unidos. El muro, la factible derogación del Tratado de Libre Comercio, y la propuesta de aranceles, hasta del 20% a las exportaciones mexicanas, son algunos temas de la semana. En ese pequeño lapso, ya quedó claro que no nos va a soltar, porque somos un pequeño e inofensivo vecino. Para efectos del temor, escogió un rival fácil y modesto. Curiosamente con China no empezó los pleitos. Después de todo, Trump es bravucón, bully, pero no tonto. Por lo mismo, el bullying con México, apenas empieza.
El presidente Enrique Peña Nieto, reaccionó tarde y mal, no obstante, el daño ya estaba hecho. Aunque ahora algunos llaman a la “unidad nacional”, resulta estéril que lo convoque una autoridad con el 12% de aprobación. Es necesario ante todo, un actor serio y de confianza para que tenga sentido la “unidad”. Hacen faltan voces con liderazgo y credibilidad, valores que rara vez en las últimas dos décadas, reúne el presidente de la República. Por lo mismo, ahora más que nunca se notó la ausencia de autoridad y gobierno. En medio del asedio y la incertidumbre, el empresario Carlos Slim anunció rueda de prensa. No faltaron las especulaciones de que se presentaría como candidato a la presidencia de la República en 2018. ¿Quién más, sino un personaje del tamaño de Slim para enfrentar el reto frente al vecino? Como en otras ocasiones, recalcó su posición: soy empresario.
De puño y letra, Slim apareció con unos apuntes a la mano. Sereno y pausado, expresó su posiciones frente a los cambios inminentes. Fue sutil con las críticas, pero bastante claro. A propósito del absurdo constituyente en la ciudad de México, comentó: “Nos sigue pasando, pensamos que con constituciones resolvemos los problemas”. Alejado de estridencias, su conferencia, poco más de cuarenta minutos, parecía un clase de historia económica. Habló de paradigmas, en las sociedades agrícolas e industriales, señaló la nostalgia estéril, de quienes aspiran “un regreso al pasado”. ¿Se acuerdan del lema de la campaña de Trump? Make America great again. Irremediable signo de decadencia cuando la referencia es el pasado.
Así como Slim reconoció en Trump a un gran negociador, también advirtió sobre paradigmas relevantes que ahora resultan confrontados por el mandatario estadounidense, como la pluralidad, la libertad, los derechos humanos, la globalización, el medio ambiente. “El que cierre la economía es un alto riesgo para Estados Unidos”.
Bien dicen que la mejor política exterior, es la política interior. De esa manera el empresario volvió a enumerar una serie de tareas que ya sabemos, pero acaso, hemos dado por sentadas. “El desarrollo de la economía interna, que es más relevante que la externa”. Para Slim, la mejor barda, en referencia al muro, son las inversiones, la actividad económica y oportunidades de empleo.
Aunque no propuso regresar al “desarrollo estabilizador”, si refirió la grandeza de Antonio Ortiz Mena, el mejor secretario de hacienda en México durante el siglo XX. Y por cierto, no era economista, sino abogado. Qué perdidos estamos ahora con los doctores en hacienda.

Sobre el gobierno enumeró puntos ineludibles: corrupción, transparencia, bajar el gasto corriente, eficientar el gasto público, es decir, todo lo contrario a loque ahora tenemos.  Sin caer en un fácil optimismo, la palabras de Slim ayudaron en un momento de extravío y crisis. Como me dijo un sabio amigo: le bajó dos rayas al tigre.
1 de febrero 2017