miércoles, 22 de marzo de 2023

Inteligencias artificiales

 


A decir de Georges Bernanos, "un mundo ganado por la Técnica, es un mundo perdido para la Libertad". Desde hace tiempo, la técnica ganó, tanto así, que hemos corrido con frenesí a entregar nuestra privacidad a las grandes corporaciones tecnológicas. Como nunca, deseamos estar hiperconectados para movernos en pequeños círculos.

De manera cotidiana, convivimos con inteligencias artificiales: cámaras, celulares, bocinas, automóviles, pantallas, aplicaciones y sitios webs. Algunos de esos programas tienen la capacidad de aprender y también, parten de inmensas bases de datos.

A la oleada de programas se suma ChatGPT. Desde la red, podemos preguntar, aunque no conversar, por medio de la Inteligencia Artificial (IA). El programa procesa información en línea, la acomoda y presenta en pocos segundos, una respuesta, en apariencia coherente. Sin duda, el ChatGPT puede ser visto como un gran avance, pero al mismo tiempo lo podemos ver con una sonrisa maliciosa. Porque si bien, presenta la información ordenada, es fácil corroborar sus límites. Esa consciencia crítica que es Noam Chomsky, ve en el chat, una falsa promesa. Sin capacidad de interpretación y moralidad.

En cambio, el famoso sociólogo Manuel Castells, llevó a prueba al chat con la siguiente orden: "Escribe una nota de opinión sobre ChatGPT como si fueras Manuel Castells". En pocos segundos entregó un texto "original" que luego publicó en la prensa. Sorprendido, nos dice: Ahora todo es posible. De cierta manera, el Chat puede ser el paraíso de los plagiarios. Una tarea escolar se resuelve en segundos. Sin necesidad de leer largas horas, ni de esforzarse en comprender. Todo se resume en preguntar, copiar, pegar y listo. No sin razón, en la meca de la tecnología, Silicon Valley, hay escuelas que ofrecen enseñanza sin Internet, tabletas y computadoras.

Le pregunté al chat, ¿fue Gustavo Díaz Ordaz un buen presidente? Me respondió: "Como modelo de lenguaje de inteligencia artificial, no me corresponde emitir juicios de valor sobre las decisiones y acciones de seres humanos. Sin embargo, puedo proporcionar información sobre el desempeño de Gustavo Díaz Ordaz como presidente de México".

También le ordené al chat que escribiera un poema como Jaime Sabines. El resultado fue desastroso.

La experiencia de conversar con IA no es nueva. A diario se hace con Siri y Alexa. Pero vale recordar que la empresa Microsoft lanzó en 2016, un chat "inteligente" en Twitter. El robot fue conocido como Tay, y se diseñó para conversar con un público joven. Sin embargo, muy pronto la conversación entre los usuarios y el programa, se tornó racista, xenófoba, sexista y hasta pronazi. Al día siguiente de su estreno, el robot tuvo que ser descontado. De esa manera, Tay quedó como una agresiva máquina de insultos, prejuicios y consignas raciales.

Con razón, Isaac Asimov imaginó en su libro Yo, robot (1950), las tres leyes de la robótica. Primera Ley. Un robot no hará daño a un ser humano, ni por inacción permitirá que un ser humano sufra daño. Segunda Ley. Un robot debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos, a excepción de aquellas que entren en conflicto con la primera ley. Tercera Ley. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o con la segunda ley.

Por supuesto, el relato del prolífico escritor, rompió todas las leyes y terminó como una peligrosa experiencia. ¿No es así con las redes sociales? Lo que en principio es comunicación, termina como medio de las peores expresiones.

Veamos otra perspectiva. Bajo el sello de la IA, sitios como MidJourney o Dalle, ofrecen la posibilidad de crear arte. A partir del reconocimiento de estilos y millones de imágenes, se puede lograr una pintura. ¿Será arte una imagen que proviene de estos programas? La pregunta nos puede parecer descabellada, pero recientemente, una obra creada por IA, ganó un concurso de arte en Colorado. Clic aquí, clic allá, y la imagen aparece. Algo similar se produce con películas y videos. Sin duda, veremos más. Mientras tanto, releí al filósofo Marshall Berman, quien, para comprender mejor nuestro tiempo, volvió la mirada al siglo XIX. Curiosamente nuestro siglo, inundado de tecnología y avances, se parece cada vez más al XIX.

El Siglo, 21 de marzo 2023

https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/2023/inteligencias-artificiales.html


sábado, 18 de marzo de 2023

La Morelos, centenario de una avenida emblemática

 



La idea se hizo realidad. Mejor todavía. Con el tiempo, esa obra, se volvió emblema de la ciudad. De esa manera, el joven político Nazario Ortiz Garza, buscó desde el principio dejar huella. No para él; sino a la comunidad. Visionario, ambicioso y brillante, empleó su don de gentes, para dirigir la alcaldía de Torreón. Su actuar no fue burocrático, sino en la calle. No obstante, planeó desde el principio de su gobierno, construir el primer bulevar. Manos a la obra, el segundo mes de su breve gobierno, anunció el bulevar Morelos. Así, arrancó la pavimentación. Por entonces, la mayoría de las calles eran de tierra. Al centro, se construyó un camellón para delimitar la circulación. Por fortuna, conservamos la fotografía donde el alcalde, de traje y sombrero, supervisó las obras en el terreno. Pero el proyecto, no sólo fue construir un bulevar para automóviles, sino hacer todo un paseo peatonal con amplias banquetas y así conectar viviendas, comercios y plazas públicas: la Alameda Zaragoza, la Plazuela Juárez y la Plaza de Armas. Desde esa visión, se iniciaron los trabajos en febrero de 1923.

Vale anotar: la construcción de la Morelos fue esfuerzo comunitario, donde el gobierno local impulsó la obra. Al mismo tiempo, sumó esfuerzos particulares, para concretar el paseo público. El ayuntamiento tenía poco dinero, pero eso no limitó las ganas ni la visión del joven alcalde. Por el contrario, los escasos recursos lo llevaron a gestionar aportaciones ciudadanas. Don Nazario se ganó la confianza de la gente. Logró aportaciones de particulares, empresas y apoyos de los gobiernos federal y estatal. Para él, la política fue el arte de lo posible. Con poco, hizo mucho, y así juntó las partes para lograr una gran obra que perdura hasta nuestros días. Convocó a vecinos, invitó a empresas, pidió ayuda a otros políticos, entre ellos, el filósofo José Vasconcelos, por entonces ministro de la Secretaría de Educación. Tocó puertas en la Secretaría de Hacienda, con Adolfo de la Huerta. Ambos funcionarios federales, aportaron esculturas artísticas para embellecer el paseo. Vasconcelos mandó una escultura de mármol con la representación Aquiles. De la Huerta hizo lo propio. Varias obras las hizo el escultor Ignacio Asúnsolo y otras Fernando Toriello. Había esculturas de desnudo, jarrones ornamentales, amantes en pleno beso, y por supuesto, los bustos de héroes como José María Morelos e Ignacio Allende. Mármoles y bronces engalanaron las calles.

El lenguaje de aquellos días, refirió las obras para embellecer y hermosear la ciudad, dos palabras que se han perdido actualmente, no sólo por su empleo verbal, sobre todo, por su contenido material. Sin duda, hay obras, pero muy alejadas de cierta estética urbana. Y ni qué decir, cuando "olvidan" a peatones y ciclistas, porque asumen que los ciudadanos son exclusivamente automovilistas. ¡Qué pobre visión pública!

Sin embargo, el primer gobierno de Nazario no concluyó por conflictos políticos. Fue depuesto en noviembre y la prensa registró que la ciudad tuvo dos ayuntamientos al mismo tiempo. Para 1925, de manera fastuosa, la reina del Algodón, Elvira primera, inauguró la iluminación. El paseo comenzó a tomar forma, con jardines en los camellones, elegantes arbotantes, pequeñas rotondas y esculturas en cada cuadra. Pese a su salida, Nazario sembró la obra y tuvo la oportunidad de regresar a finales de ese año, pues el alcalde en turno, Ángel Gutiérrez, fue depuesto, por lo que hoy diríamos, un escándalo sexual.

Sin duda, obras son amores y no buenas razones. Nazario continuó entre 1926 y 1928. Para coronar la Morelos, se construyó el hemiciclo, donde sobreviven a los costados, dos sugerentes relieves. ¿Ya los vieron? La gente bautizó el monumento, "el pensador", por la postura meditativa de la escultura. Es una réplica del Lorenzo de Urbino que hizo el divino Miguel Ángel.

Al paso de los años, la Morelos, se consolidó en espacio de encuentro e identidad. Durante décadas, fue el escaparate de los jóvenes. Ahí nacieron noviazgos y después matrimonios. En torno a las "moreleadas", se reunieron a caminar, ir al cine, tomar café o comer en algún restaurante. También estaban los bancos, hoteles y grandes edificios comerciales. Durante años, el paseo convivió entre peatones y larguísimas filas de vehículos, donde la muchachada no se cansó de dar la vuelta. Entre las palmeras que sembró el agricultor Plácido Vargas, todavía paseamos y nos reconocemos en la Morelos. A cien años de esta avenida emblemática, hay mucho que contar, como la vez que se estrelló un helicóptero… pero será en otra ocasión.

El Siglo 

21 de febrero 2023

https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/2023/la-morelos-centenario-de-una-avenida-emblematica.html


martes, 7 de marzo de 2023

Economía vigente

 



La vecindad hace inevitable el intercambio. Para bien y para mal, México y Estados Unidos comparten una larga y porosa frontera. ¡Más de 3 mil kilómetros! Pese a los muros y las agresiones del país vecino, estamos unidos por una dinámica mayor que supera la política y la ideología. Puede haber prejuicios, discriminación y racismo, pero eso no cambia la presencia de México en Estados Unidos, y viceversa. Por el contrario, reafirma una identidad vital. De esa manera, economía y migración superan la geografía y las jurisdicciones de los estados.

Desde el siglo XIX, las relaciones entre ambos países han pasado de la guerra y las invasiones, incluida la pérdida de la mitad del territorio nacional, a los tratados comerciales y la cooperación.

De un tiempo para acá, un sector de la política estadounidense pide con vehemencia que se declaren "terroristas", a los cárteles mexicanos. La fijación de un "enemigo público", le da contenido a la propaganda gringa y de paso reafirma los prejuicios. Es más fácil culpar al vecino, que reconocer los propios problemas. El tráfico de drogas se puede leer como un problema moral, pero también como una economía bien integrada entre gobiernos, empresas y consumidores. La red es inmensa, tanto como el gusto por las drogas en los Estados Unidos. El discurso contra las drogas, sólo muestra una cara de la misma moneda. Por supuesto, del otro lado nos les gusta reconocer que son un inmenso mercado de drogas, pletórico de hambrientos consumidores.

El historiador inglés, Benjamin Smith, nos advierte en su más reciente libro, Las Drogas (Debate: 2022), que "hoy en día, los mitos en torno a la guerra contra las drogas sientan las bases para el fortalecimiento del nacionalismo estadounidense". Hace dos décadas los "enemigos" fueron los árabes, hoy los sustituyen los cárteles. No obstante, aunque el panorama se presenta entre buenos y malos, como la película Traffic (2000), donde Steven Soderbergh, mostró a Estados Unidos a color, y a México en sepia, la realidad es tan compleja que se entiende mejor una como arraigada economía.

El juicio lapidario al ex secretario de Seguridad Pública en México, Genaro García Luna, llama a reescribir la historia reciente de la llamada guerra contra el narco, que enarboló el presidente Felipe Calderón, en medio de una crisis de legitimidad. Sin duda, Calderón sabía, o era un idiota (Diego Fernández dixit). Sabemos cuándo inició la guerra, pero es fecha que no sabemos cuándo va a terminar. En la actualidad, todavía padecemos en el país, los estragos de la guerra, que abrió un gobierno abiertamente ligado al narco. Pero lejos de ser excepción, hay una continuidad que impone esa economía. En su momento, el poderoso presidente, Plutarco Elías Calles (1924-1928), sobreviviente de la revolución, fundador del Partido Nacional Revolucionario, sabía de los pasos del gobernador Abelardo L. Rodríguez en Baja California. Lejos de condenarlo, lo toleró por ser un hombre leal al régimen. Llegado el momento, Calles lo impulsó como presidente. Abelardo fue promotor del elegante casino Agua Caliente, cuando la absurda prohibición del alcohol en Estados Unidos, incentivó la oferta en la frontera. Esa política alentó el mercado negro y de paso, consolidó a Tijuana, como una ciudad próspera y festiva. El casino pronto se volvió el lugar favorito de estrellas de Hollywood, mafiosos y aventureros. Más todavía, Abelardo se asoció con la mafia estadounidense, esa, que le hacen películas y series de televisión. En vano leí la autobiografía del expresidente, para buscar algún testimonio sobre sus relaciones con la mafia gringa. En cambio, sí enlista más de 84 empresas en las que participó jugosamente.

En su momento, el presidente Miguel Alemán (1946-1952), creó instituciones de inteligencia política y represión, a fin de mantener el régimen autoritario disfrazado de democracia. A principios de 1947 creó la Dirección Federal de Seguridad, un FBI a la mexicana. La Dirección quedó al mando del senador y coronel Carlos I. Serrano. Hombre de todas sus confianzas, repartió su tiempo entre liderar al Senado, espiar y traficar drogas a los Estados Unidos. Alemán sabía.

Lejos de erradicar las drogas, el prohibicionismo y la guerra, han fortalecido el mercado, y hasta lo han hecho más rentable. De allá para acá nos condenan con visión maniquea. De aquí para allá, el mercado se integra como otras industrias altamente rentables.

En su estudio reciente, 2022, sobre las drogas y los espías gringos en nuestro país, el investigador Carlos A. Pérez Ricart resume la otra cara de la misma moneda: "Las métricas del éxito de la DEA son las cuentas del fracaso de México. Lo que la DEA asume como logros ineludibles de la estrategia antinarcóticos -la fragmentación de las grandes organizaciones de la droga en entes más pequeños y aparentemente más controlables- no ha sido sino el detonador de las mayores oleadas de violencia criminal en todo el continente. En esa medida, la DEA es responsable directa de violaciones a los derechos humanos".

Quizá nos disguste aceptarlo, pero la economía de las drogas es una realidad vigente de un lado y de otro.

El Siglo