sábado, 22 de noviembre de 2008

El mito de la Revolución


Después de la violencia intestina, del millón de muertos, del asesinato selectivo de los líderes militares, la Revolución Mexicana, así con mayúsculas, fue instituida como discurso, como festejo fúnebre de nuestras glorias. A 98 años de la gesta revolucionaria, retornamos siempre a los desfiles, homenajes y festejos del heroico suceso. Se pronuncian monolíticos discursos, se hacen ofrendas y marchas escolares en torno al mito de la Revolución. ¿Tiene sentido el festejo? ¿Hay motivo para estar orgullosos? ¿Cuál es el balance de la historia? ¿Está México mejor después de la lucha armada? ¿Finalmente, qué es lo que nos queda de aquel difuso, pero bien celebrado aniversario?

Ya lo recordaba bien Octavio Paz, el mexicano vive atado en muchos sentidos al pasado. Más que ver al presente, añora el pasado. Y mientras seguimos festejando, no importa que no quede claro de qué va el festejo, sino de que trata sobre la Revolución, y eso sí lo saben bien los mexicanos. Sin embargo, dos encuestas recientes, demuestran que en realidad los mexicanos conocen poco o nada de la historia, y justamente ahí radica parte de la fuerza del mito. No se conoce, pero se reconoce.

En esta semana se publicaron dos estudios de opinión sobre la Revolución, uno de María de las Heras y otro de El Universal. Por ejemplo, de las Heras encuentra que 62% de los mexicanos piensa que todavía le debemos mucho a la Revolución y aun así, uno de cada dos piensa que en el México de principios del siglo XXI la democracia efectiva todavía es un ideal que no se cumple.
Por otro lado, la encuesta del Universal, demuestra que el 55% de los mexicanos ni siquiera ubica bien la fecha de inicio de la Revolución, pero al mismo tiempo un dominante 75% considera que el movimiento armado cumplió sus objetivos, aunque no se sepan cuáles fueron. ¿Cómo? 3 de cada 4 mexicanos no sabe bien a bien la historia, pero se cree, como acto de fe, que la Revolución cumplió sus objetivos. ¿Y verdaderamente tenía objetivos la mentada Revolución?

Si atendemos al hecho histórico como tal, conoceremos que la Revolución no fue un movimiento sino varios, en ocasiones afines, otras abiertamente contrapuestos. Madero luchó por un cambio político y la sustitución del poder. Zapata y Villa, compartían ideales agrarios, pero tenían motivaciones distintas. El golpe de Estado de Huerta por ocupar la silla terminó por desatar nuevamente la guerra hasta el triunfo de Carraza. Finalmente será el ala sonorense, Obregón y Calles, quienes triunfen e imponga su visión.

Pero quien realmente logró resolver el problema de la violencia, fue Calles con la creación del Partido Nacional Revolucionario (hoy el PRI), en 1929, como un mecanismo para trasmitir el poder sexenal a los caudillos del partido.
Al final, el nuevo régimen revolucionario e institucional, no logró resolver los problemas sustanciales del México Porfiriano. Y si bien, levantó instituciones admirables y alfabetizó a la mayoría del país, no logró establecer una base democrática, ni tampoco un estado de derecho. Mucho menos acabar con la pobreza.

La Revolución Mexicana, argumenta Macario Schettino, no es un hecho histórico, es una construcción cultural, una interpretación interesada de los eventos ocurridos a la salida de Porfirio Díaz, creada por los ganadores de la serie de guerras civiles que le siguieron, para dotarse de una legitimidad que de otra manera simplemente nunca hubieran tenido. El mito de la Revolución no ha muerto, ha escrito Schettino, millones de mexicanos siguen creyendo en él, sin darse cuenta de que la pobreza en que viven es resultado del régimen autoritario que inventó ese mito para mantenerlos engañados. El mito ha sido tan poderoso, que no hay forma de renovar a México sin enfrentarlo. No hay manera de construir un México democrático, competitivo y justo sin destruir ese pensamiento anacrónico y colonial que subyace a ese invento llamado Revolución Mexicana. Y quizá un buen camino para abordar este problema, es reinterpretando la historia sin la ideología del viejo régimen. Releerla y reescribir los libros de historia sería más sano para un Centenario de la Revolución en el 2010, que seguir perpetuando el mito. Es decir, quitar la mayúscula a la Revolución.

No hay mucho que celebrar en el México del siglo XXI, porque los viejos problemas sociales, económicos y políticos siguen ahí como en el pasado “glorioso” que leímos en los libros de nuestra historia oficial. Un Estado mexicano incapaz de instaurar el imperio de la ley o el estado de derecho, es por lo tanto, incapaz de generar una justicia social para los millones de pobres que subsisten a la par del mito.

22 de noviembre, 2008
El Siglo de Torreón