Lo más cercano es lo más invisible. Y así sucede con muchas situaciones de la vida pública en el país. Por ejemplo, ciertos problemas diarios que están ahí tan presentes, tan cercanos, tan inmediatos, terminan por no ser vistos. El deterioro de la infraestructura urbana, el desastre de la instrucción pública con su productivo sindicato, el fracaso de la seguridad pública, la pobreza, por mencionar algunos. Algo similar ocurre con los anuncios del IFE, que tras el bombardeo indiscriminado, donde se satura el espacio con los mensajes, terminan por ser ignorados. Pero regreso al punto sobre las percepciones.
En estas semanas, y sobre todo, a partir de la crisis de la Influenza humana, pareciera que de pronto, como por arte de magia, desaparecen otros problemas que afectan a la sociedad. La forma en que percibimos por estos días, puede ser sumamente parcial e injusta, incompleta y tergiversada. La alarma y el temor generados por el virus de la Influenza, impactaron mediáticamente, pero al mismo tiempo, la amenaza viral ha estado tan presente como preocupación en muchas personas, que se nos olvida otros problemas no menos graves y profundos, entre ellos el de la seguridad. Si de muertos se trata, la crisis de inseguridad es implacable. Derivado de la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, pero también de la pelea violenta por el dominio del territorio, el número de muertos desde el 2006, no ha dejado de crecer. Y las cifras se mantienen a tal grado, que diariamente se contabilizan en promedio, más de 10 muertos diarios.
Tan sólo el año pasado, se registraron más de 6 mil asesinatos, lo que representa por mucho, más de lo que ha cobrado el brote de Influenza. Con esto no quiero desestimar la gravedad del virus, y las complicaciones que esto representa para las personas, los países y la economía. Sin embargo, ya es hora de volver a recodar nuestro entorno y reconocer que las circunstancias cotidianas, vienen arrastrado añejos y profundos problemas. Durante la semana, en nuestro entorno cercano, nos fuimos enterando de algo que ya parece parte de nuestra “normalidad”: asaltos bancarios a mano armada en Torreón; policías detenidos en Gómez Palacio por cometer graves actos de asociación delictuosa; y finalmente, cinco policías más detenidos en Satillo por presuntos delitos de secuestro y robo.
En realidad, más allá de la Influenza, el panorama nacional está plagado de casos como los que antes mencionaba, y no obstante, en el juego de las percepciones, la Influenza lo desplaza todo, incluso, la incompetencia de los políticos. Pero ¿qué va a suceder el día de mañana, cuando la Influenza sea a su vez desplazada y finalmente controlada? De alguna manera u otra, en el pasado la sociedad se las ha arreglado para convivir con los virus, tan inherentes a la naturaleza, pero otras problemáticas cuyo origen es social y no natural, plantean retos y dificultades distintas.
Por lo pronto, dos factores generales alientan esta situación de inseguridad: el primero tiene que ver con la impunidad, y en consecuencia, la ausencia normal de un estado de derecho, donde el imperio de la ley es una práctica asumida por la sociedad. Segundo, el estancamiento económico de las últimas décadas ha producido generaciones pauperizadas, que luego, con facilidad, engrosan las filas de la ilegalidad. Dicho de otro modo, sin riqueza y bienestar económico, los principios de la democracia pierden sentido.
¿Qué más necesita la sociedad para entender esto y en consecuencia actuar? ¿Cuándo tocaremos fondo, para entonces sí, mejorar nuestro presente y construir un futuro deseable? Por lo pronto, son las reacciones superficiales, las que siguen alimentado nuestras percepciones, mientras el fondo, nos resulta inadvertido.
9 de mayo, 2009
El Siglo de Torreón