De Javier Bonilla (visto en)
Malditos
críticos, todo lo ven mal. Nada les parece. Lo que hago bien ni lo ven. Y lo
malo lo resaltan todo. ¡Deberían de trabajar! En realidad ese malestar se
repite una y otra en nuestros hombres públicos. Algunos lo piensan pero no lo
dicen. Otros, más sanguíneos no sólo lo piensan, sino lo dicen. Ahí demuestran
su “altura” política y sobre todo, la ausencia de oficio. Pero más allá del
estilo personal de gobernar, hay ciertas paradojas en la democracia. Por
ejemplo, un sistema de libertades políticas, siempre puede ser ganado por los
detractores de la democracia. Dicho en otras palabras, la democracia alberga en
sí misma, sus propias contradicciones. En una democracia un dictador puede
llegar al poder por medios legítimos. Igualmente, por el voto puede llegar al
gobierno un hombre para desfalcar el erario bajo el lema de “mejorar” las
cosas. La diferencia está en los pesos y contrapesos que tiene una sociedad para
limitar al poder. Lo entendieron muy bien los ingleses, que en el siglo XVII
evitaron una revolución como la francesa del siglo XVIII. En Francia guillotinaron
a los reyes. Entre la tragedia y la comedia, parece que se repite la historia.
El siglo XX fue pródigo en guerras y exterminios. Nuestro siglo emplea
controles menos violentos, pero acaso más efectivos.
En
Turquía llegaron las elecciones, y el eterno hombre en el poder, Recep Tayyip
Erdogan, se volvió a reelegir: es la democracia que niega a la democracia. No
obstante, a diferencia de sus pares árabes en Túnez, Egipto o Libia, Erdogan
reprimió con éxito todo indicio de aquélla Primavera.
Cuando las críticas aumentaron de tono por varios escándalos de corrupción,
especialmente en Twitter, el indignado gobernante decidió “arrancar de raíz” la
red social. De esa forma, y ya con la reelección en la mano, cumplió
temporalmente su promesa de campaña electoral: "Limpiaremos Twitter, no me importa lo que
diga la comunidad internacional al respecto”. Así, la Dirección de
Telecomunicaciones de Turquía mostró que Twitter quedó bloqueado por orden de
la Fiscalía de Estambul. En esas circunstancias tuitear es un peligro. Ya en
junio de 2013, 29 tuiteros fueron detenidos por la policía turca bajo la
acusación de incitar a la sublevación. Para fines prácticos: prohibido
criticar.
Cerca de ahí, Valdimir
Putin, el hombre que regresó a Rusia al escenario internacional, ha demostrado
con creces quien manda en ese inmenso territorio. Olvídense que ahí es una
democracia. Su historia es más cercana a los hombres fuertes y dictadores que
se perpetúan en el poder. En su tercera reelección, el exagente de la KGB, no
dejó lugar a dudas sobre el control de Rusia. Recientemente “anexó” Crimea con
una amplia votación. En su larga justificación, Putin recordó que si Estados
Unidos puede invadir, Rusia también. Al gobernante ruso como al turco, le
fastidian los críticos. En su momento encerró a su detractor y opositor, Mijail
Jodorkovski, por entonces el hombre más rico de Rusia. Irónicamente, en 2013,
después de diez años en la cárcel, lo indultó su mismo verdugo. Si no es el
magnate petrolero, es el colectivo Pussy Riot. Después de la última reelección
de Putin, el grupo de punk criticó en sus canciones al presidente. La respuesta
no se hice esperar y envío a dos cantantes a la cárcel. La lección quedó clara:
prohibido criticar.
Para no ira tan lejos,
en América latina, la República Bolivariana de Venezuela continúa la tradición
antidemocrática desde la democracia. Si creíamos que la exuberancia política
concluyó con Hugo Chávez, Nicolás Maduro es una versión más degradada, pero no
menos intolerante y represiva con la crítica, la oposición o todo aquello que
cuestione al régimen. Hace un año, Maduro ganó con apuros la presidencia de
Venezuela, y sin embargo, sólo ha profundizado la crisis chavista que padece la
población, no así la “clase política”. Una inflación de más del 50 por ciento.
Escasez de alimentos en las calles. Una paupérrima expectativa de crecimiento y
para agravar los males, una de las tasas de homicidios más altas de la región. En
consecuencia, no sorprende que en las calles surjan las protestas contra el
gobierno de Maduro. La respuesta oficial ha sido sencilla: reprimir a los
críticos, censurar a los medios, encerrar a los opositores como el ex alcalde
Leopoldo López, y ya en la desesperación, culpar a Twitter. Para el gobierno de Venezuela la consigna es
la misma: prohibido criticar.
En Ecuador, el presidente
Rafael Correa también se inscribe en la lucha contra la democracia. Allá,
publicar un cartón político puede ser objeto de sanción, como le sucedió al caricaturista Javier Bonilla, sancionado por la
Superintendencia de la Información y la Comunicación, (“Supercom”, por sus
absurdas siglas).
Esta clase
gobernantes, de los cuales en México tenemos muchos aspirantes, son intolerantes con la crítica, pero sobre
todo, carecen de autocrítica. Para ellos la democracia son aplausos y
alabanzas. Sólo el ditirambo le sienta bien. Por eso, la menor diferencia les sienta mal. Quisieran
que en la democracia, esté prohibido criticar.
Posdata. Ahora que se discuten las letras chiquitas de la Ley de Telecomunicaciones,
la propuesta del presidente Enrique Peña Nieto, incluye “bloquear” contenidos
en Internet. Bien dicen que el diablo está en los detalles. ¿Andaremos por las
mismas?
El Siglo de Torreón
http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/985562.prohibido-criticar.html
23 de abril 2014