En lo inmediato
la autoridad apagó el fuego, pero eso no significa que siga alimentado el
disfuncional modelo de ciudad. En consecuencia, las muertes en las vialidades
no son meras casualidades, sino reproducen un patrón reconocible en la ciudad.
Si algo aportan los números y sobre todo los indicadores, es un conocimiento
puntual sobre prácticas y conductas de los ciudadanos. Nada más en los últimos
dos meses, 12 personas murieron en percances viales (El Siglo, 29 de abril
2014).
Con
las esperanza de una mejor ciudad, vuelvo a repetir las terribles tendencias
que se viven en Torreón. De acuerdo con las estadísticas de morbilidad del
INEGI, en más de una década, 2000-2012, las muertes asociadas al transporte
registran una incidencia de 60% para peatones, 33% automovilistas, 4 %
motociclistas y 3% ciclistas. Transportarse en la ciudad a pie es la principal
causa de muerte. El dato no sólo es sorprendente, sino profundamente negativo.
Algo muy mal hemos hecho en Torreón, cuando al andar a pie tenemos una
frecuente razón para perder la vida. Contrario a lo que parece, transportarse
en bicicleta es por mucho, más seguro que hacerlo en automóvil. Pero volvamos a
la pregunta ¿qué ciudad queremos?
Al
paso de las décadas nos hemos acostumbrado a una ciudad para los automóviles,
pero no para las personas. En ese modelo, lo importante son los autos, no la
vida de las personas. Para el caso, nos parece “normal” que se inviertan
millones y millones de los contribuyentes en infraestructura para los automovilistas,
no así para hacer una movilidad segura.
Desde
hace años tenemos una ciudad orientada al paso de los automotores. Por lo
mismo, casi nadie discute que la mayoría del presupuesto público se destine a
los automovilistas. Millonarios puentes vehiculares, desniveles, amplios
bulevares y colonias sin banquetas, ni cruces seguros. ¡Mucho menos ciclovías!
En ese orden, tenemos ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. Los de
prima transitan en vehículos y se benefician del presupuesto de la mayoría. Los
de segunda van a pie o en bicicleta. Basta constatar en los desarrollos de nuevos
fraccionamientos los problemas de movilidad. Hay pavimento, pero no hay
banquetas, ni tampoco un accesible transporte público.
Ya
estamos pagando el precio por una ciudad de baja densidad. El gobierno es más
estrecho e ineficiente, y los servicios públicos se encarecen más. Igualmente
el costo del transporte es mayor, y de vez en vez, hasta la misma vida de las
personas se cobra.
Es
cierto, la responsabilidad no sólo es del gobierno, sino de los ciudadanos. El
exceso de velocidad o manejar alcoholizado reflejan una cultura cívica. En ese
sentido, un gobierno sí puede incidir en la calidad de vida urbana. No sólo con
multas, sino cruces peatonales seguros (no puentes peatonales para anuncios
comerciales), reductores de velocidad y límites más bajos, de tal manera que se
reduzcan la muerte de personas. Hay bulevares donde los autos se desplazan a
100 kilómetros o más. En la Torreón-San Pedro, o en el camino a Matamoros, tenemos
desesperados que van a 140 kilómetros y todavía se enojan con quienes van más
lento. No importa, al fin la vida humana vale poco. En 300 mil pesos la tasa un
juez local y que la fiesta siga.
Atentos
a la ciudad posible, la Universidad Iberoamericana convoca los días 7, 8 y 9 de
mayo, al primer foro: Modelo de ciudad sustentable. Agradezco la invitación al
arquitecto Gustavo Rodríguez de la Vega, coordinador de la carrera de
Arquitectura para participar en la discusión y propuestas de la ciudad que queremos.
El Siglo de Torreón
http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/990809.es-la-ciudad-que-queremos.html