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sábado, 25 de octubre de 2008

Cheque en blanco


A la luz de los resultados, unos predecibles, otros sorprendentes y la mayoría apabullante, el proceso electoral de la semana pasada que vimos en Coahuila, dejó lecciones interesantes, pero también signos preocupantes en el presente político.
Como ya es noticia de todos, el PRI se reafirmó nuevamente como la maquinaria electoral más eficiente de Coahuila, del país. Nos guste o no, el Revolucionario Institucional es la fuerza política del país con mejores resultados electorales, incluso capaz de sobreponerse a su notable (auto)desprestigio. Lo que vimos en Coahuila el domingo, fue en general normal, en el sentido de que la mayoría de la representación popular la tiene y la tenía desde antes el PRI en el Estado. Lo que sí rompió con la tendencia, fue que el PRI logró desplazar, debo decir, “arrasar” con los distritos electorales de Torreón, tradicionalmente asociados al bastión azul. Tan sólo para dimensionar la elección, el triunfo del PRI en Torreón fue desde 2 a 1 hasta 4 a 1 de diferencia con el PAN.
Mientras que a nivel Estatal los votos del PAN comenzaban en un rango de mil a 10 mil, los del PRI iniciaron en 16 mil, es decir, siempre arriba, hasta los 30 mil. Dentro de las diferentes causas y razones para explicar la quiebra del PAN, hay una central: el voto de castigo hacia la administración panista de José Ángel Pérez. Aunque el alcalde ha negado que así sea, es posible que él se refiera a otros comicios, a otra elección en otro estado, pero no a la del 19 de octubre en Torreón, donde se inscribió una calificación contundente que evalúa el desempeño de su gobierno. Si bien, existía desde tiempo atrás la percepción en muchos ciudadanos de que el desempeño de la administración no era adecuado, cito sólo dos ejemplos paradigmáticos: la controversia constitucional y las crisis en la Dirección de Seguridad Pública. La verdadera dimensión del rechazo y desaprobación de la administración lo pudimos conocer en números el domingo. Fue a través de la elección donde el electorado expresó su reprobación votando por el PRI y también no votando, puesto que seis de cada cuatro votantes no ejerció su derecho.
En lo personal, al revisar la tendencia histórica de los triunfos del PAN en Torreón, supuse erróneamente que el blanquiazul podría ganar uno o dos distritos, sin embargo las encuestas de Mitofsky y Demotecnia de María de las Heras, anunciaban con claridad el “carro completo”. Consecuentemente, pudimos conocer la real dimensión de ese rechazo.
No obstante, el voto de castigo debe interpretarse en el mismo sentido cuando el electorado castigó en el pasado al PRI. Lo que tenemos desde hace más diez años cuando triunfó por primera vez el PAN en Torreón, es en realidad una alternancia entre un partido y otro, pero no una permanencia inamovible de uno. Más que priístas y panistas, los votantes aprueban o rechazan gobiernos en función de los resultados. Pareciera obvio, pero desde el poder se olvida fácilmente que la mejor carta que tiene un gobierno frente a los ciudadanos, es la calidad de los resultados. Si algo heredó el actual alcalde de su antecesor de partido, Guillermo Anaya, fue una aprobación razonable de su gobierno, y por lo tanto, un buen aval ciudadano.

Otra de las causas que terminó por minar al PAN, fueron los conflictos internos. Al respecto, hace cuatro meses escribí en este mismo espacio editorial lo siguiente:
“A veces la historia puede ser aleccionadora. El PAN de Coahuila aparece así más esforzado en sus conflictos internos, que en competir hacia fuera. Mientras el PRI afianza su músculo en todos los rincones del estado, el PAN se ensaña contra si mismo. La elección interna del sábado es importante, pero más lo son las de afuera. El próximo 19 de octubre, cuando se renueve el Congreso local, tendremos un buen indicador que anuncie la capacidad electoral de ese partido para el 2009. Entre tanto, lo que está en juego es una débil representación para la salud de un sistema de pesos y contrapesos (21-VI-2008)”.

Finalmente, este es el punto al que quiero llegar, no queda duda de que el gran ganador de las elecciones fue el PRI, sin embargo, el posicionamiento actual de ese partido en el Congreso, hace recordar las épocas del partido hegemónico. Ganar 20 de 20, más una curul extra por asociación, reafirma al PRI en una posición absoluta, tal y como lo anunciara el historiador inglés Lord Acton: el poder tiende a corromper, y el poder absoluto, corrompe absolutamente.
Tiene razón el líder del PRI, Rubén Moreira, cuando argumenta que la ciudadanía favoreció al tricolor con más de 400 mil votos, un 59% del total emitido. En otras palabras, el electorado entregó un cheque en blanco al PRI: ¿Qué nos garantiza que será bien empleado? ¿Y si no es así, a qué contrapeso recurrir si el dominio está concentrado en un actor dominante?

25 de octubre 2008
El Siglo de Torreón

sábado, 18 de octubre de 2008

Salir a votar


Sin muchas propuestas, sin muchas ideas de nuestros candidatos, llegamos por fin a la parte final del proceso electoral en Coahuila. Para algunos, sobre todo, para la elite del poder que encarnan los partidos políticos, el domingo 19 de octubre será crucial para la composición de sus intereses; para otros, simplemente, las elecciones serán un trámite más o una fecha irrelevante que encuentra su mejor expresión en el abstencionismo.
¿Cuántos coahuilenses con derecho a voto saldrán a votar? ¿Qué puede motivar a más de un millón ochocientos mil electores para que el domingo vayan a votar? Formulemos de otro modo la pregunta: ¿por qué la gente no sale a votar?

No es difícil anticipar un pobre panorama de participación ciudadana, a pesar del optimismo del árbitro electoral, Jacinto Faya. De entrada, los comicios se presentan con la novedad de ir “solos”, es decir, sin estar acompañados de elecciones de presidentes municipales y gobernador, por lo tanto, el interés sobre el proceso es menor. Por otro lado, no hay que olvidar que el mayor desprestigio público que carga un sujeto en este país, se concentra en la figura del político, especialmente el diputado. Y no sin razón, la mayoría de los ciudadanos desprecia esta figura, no sólo la considera oportunista y rapaz, sino alejada de todo interés público. Durante tres ediciones, la Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas (ENCUP) ha medido la opinión de los ciudadanos, demostrando que el nivel de confianza más bajo está en los legisladores. Dicho de otro modo, en quienes menos confían los mexicanos, aún por debajo de los policías, lo cual es mucho decir en la crisis de inseguridad que vivimos, es en lo diputados. ¿Tendrían motivos los ciudadanos para salir a votar por estos individuos que se ostentan como representantes populares?

Más bien, lo que vamos ver, como en otras elecciones, es que el nivel de participación es bajo, y no supera la tercera parte de la población registrada para votar. Lo que reina por el contrario, es el abstencionismo, y más que condenarlo, debemos interpretarlo como un rechazo casi en automático de ese gran número de votantes que no creen en la política, no les interesa y tampoco consideran relevante ese mundo para sus vidas. La cuestión del abstencionismo se explica mejor por la cultura política del país. Es bien sabido que sólo 1 de cada 6 mexicanos se interesa de alguna manera por la política, y que solamente 3 de cada 10 se organiza para participar por un beneficio en común (ENCUP: 2005). En otras palabras lo mexicanos somos pocos solidarios e interesados en la vida pública como espacio común de convivencia. De ahí que la abstención sea una expresión congruente con la cultura. Al mismo tiempo debe entenderse como un voto del no voto. No votar es un derecho en una democracia y también es una expresión del poco interés que tenemos por la cosa pública.

Ahora bien, si observamos las costumbres de los jóvenes, veremos que ellos no les “llama” la política, pues sólo 4 de cada 10 jóvenes está dispuesto a votar en las elecciones. La cifra resulta estrepitosa cuando sabemos que el 83% de los jóvenes les interesa poco o nada la política, porque es un mundo ajeno a ellos, concluye la Encuesta Nacional de Juventud, 2005.
A pesar de que no encuentro muchos argumentos para defender a los legisladores, pienso que debemos salir a votar, pero al mismo tiempo, pienso que tenemos que alentar canales más eficientes y modernos de participación, que el simple voto. La vida política en democracia es mucho más amplia que el derecho a votar libremente, exige ciudadanos que ejercen derechos, pero que también asumen obligaciones. Exige ciudadanos dispuestos a colaborar e incidir en el gobierno (lo que se ha llamado gobernanza); y desde luego ciudadanos dispuestos a cuestionar y llamar a cuentas a através de los mecanismos establecidos. Para muestra cito un ejemplo: ¿cuántos de nosotros hacemos valer nuestro derecho a la información? ¿Cuántos exigimos saber cómo se gastó tal dinero público o cómo se tomó una decisión gubernamental?
Entonces, en vez de apostarle todo al voto, necesitamos alentar vías más adecuados de participación y utilizar la que ya existen.

Por lo pronto, el domingo veremos, un refrendo general del dominio priísta en el Estado, ahí no habrá novedad que merme la hegemonía tricolor. Para el caso de los cinco distritos de Torreón, que concentran más de 400 mil electores, podremos leer el resultado como una aprobación o rechazo, según sea el caso, de los diputados panistas que actualmente representan cuatro de los cinco distritos en el Congreso. El pronóstico del alcalde José Ángel Pérez es tres a favor y dos en contra. En el PRI de Rubén Moreira, con encuestas en mano, esperan el “carro completo”.
Prefiero no adelantarme más y esperar los resultados preeliminares de la elección, mismos que podrán ser consultados en la página del Instituto Electoral, www.iepcc.org.mx.

18 de octubre, 2008
El Siglo de Torreón