Sin muchas propuestas, sin muchas ideas de nuestros candidatos, llegamos por fin a la parte final del proceso electoral en Coahuila. Para algunos, sobre todo, para la elite del poder que encarnan los partidos políticos, el domingo 19 de octubre será crucial para la composición de sus intereses; para otros, simplemente, las elecciones serán un trámite más o una fecha irrelevante que encuentra su mejor expresión en el abstencionismo.
¿Cuántos coahuilenses con derecho a voto saldrán a votar? ¿Qué puede motivar a más de un millón ochocientos mil electores para que el domingo vayan a votar? Formulemos de otro modo la pregunta: ¿por qué la gente no sale a votar?
¿Cuántos coahuilenses con derecho a voto saldrán a votar? ¿Qué puede motivar a más de un millón ochocientos mil electores para que el domingo vayan a votar? Formulemos de otro modo la pregunta: ¿por qué la gente no sale a votar?
No es difícil anticipar un pobre panorama de participación ciudadana, a pesar del optimismo del árbitro electoral, Jacinto Faya. De entrada, los comicios se presentan con la novedad de ir “solos”, es decir, sin estar acompañados de elecciones de presidentes municipales y gobernador, por lo tanto, el interés sobre el proceso es menor. Por otro lado, no hay que olvidar que el mayor desprestigio público que carga un sujeto en este país, se concentra en la figura del político, especialmente el diputado. Y no sin razón, la mayoría de los ciudadanos desprecia esta figura, no sólo la considera oportunista y rapaz, sino alejada de todo interés público. Durante tres ediciones, la Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas (ENCUP) ha medido la opinión de los ciudadanos, demostrando que el nivel de confianza más bajo está en los legisladores. Dicho de otro modo, en quienes menos confían los mexicanos, aún por debajo de los policías, lo cual es mucho decir en la crisis de inseguridad que vivimos, es en lo diputados. ¿Tendrían motivos los ciudadanos para salir a votar por estos individuos que se ostentan como representantes populares?
Más bien, lo que vamos ver, como en otras elecciones, es que el nivel de participación es bajo, y no supera la tercera parte de la población registrada para votar. Lo que reina por el contrario, es el abstencionismo, y más que condenarlo, debemos interpretarlo como un rechazo casi en automático de ese gran número de votantes que no creen en la política, no les interesa y tampoco consideran relevante ese mundo para sus vidas. La cuestión del abstencionismo se explica mejor por la cultura política del país. Es bien sabido que sólo 1 de cada 6 mexicanos se interesa de alguna manera por la política, y que solamente 3 de cada 10 se organiza para participar por un beneficio en común (ENCUP: 2005). En otras palabras lo mexicanos somos pocos solidarios e interesados en la vida pública como espacio común de convivencia. De ahí que la abstención sea una expresión congruente con la cultura. Al mismo tiempo debe entenderse como un voto del no voto. No votar es un derecho en una democracia y también es una expresión del poco interés que tenemos por la cosa pública.
Ahora bien, si observamos las costumbres de los jóvenes, veremos que ellos no les “llama” la política, pues sólo 4 de cada 10 jóvenes está dispuesto a votar en las elecciones. La cifra resulta estrepitosa cuando sabemos que el 83% de los jóvenes les interesa poco o nada la política, porque es un mundo ajeno a ellos, concluye la Encuesta Nacional de Juventud, 2005.
A pesar de que no encuentro muchos argumentos para defender a los legisladores, pienso que debemos salir a votar, pero al mismo tiempo, pienso que tenemos que alentar canales más eficientes y modernos de participación, que el simple voto. La vida política en democracia es mucho más amplia que el derecho a votar libremente, exige ciudadanos que ejercen derechos, pero que también asumen obligaciones. Exige ciudadanos dispuestos a colaborar e incidir en el gobierno (lo que se ha llamado gobernanza); y desde luego ciudadanos dispuestos a cuestionar y llamar a cuentas a através de los mecanismos establecidos. Para muestra cito un ejemplo: ¿cuántos de nosotros hacemos valer nuestro derecho a la información? ¿Cuántos exigimos saber cómo se gastó tal dinero público o cómo se tomó una decisión gubernamental?
Entonces, en vez de apostarle todo al voto, necesitamos alentar vías más adecuados de participación y utilizar la que ya existen.
Por lo pronto, el domingo veremos, un refrendo general del dominio priísta en el Estado, ahí no habrá novedad que merme la hegemonía tricolor. Para el caso de los cinco distritos de Torreón, que concentran más de 400 mil electores, podremos leer el resultado como una aprobación o rechazo, según sea el caso, de los diputados panistas que actualmente representan cuatro de los cinco distritos en el Congreso. El pronóstico del alcalde José Ángel Pérez es tres a favor y dos en contra. En el PRI de Rubén Moreira, con encuestas en mano, esperan el “carro completo”.
Prefiero no adelantarme más y esperar los resultados preeliminares de la elección, mismos que podrán ser consultados en la página del Instituto Electoral, www.iepcc.org.mx.
18 de octubre, 2008
El Siglo de Torreón