sábado, 18 de abril de 2009

Tula


Más ligado a la corrupción y el atraso, el petróleo en México es nuevamente, el centro del tan añorado “desarrollo”. Si antes fue la “administración de la abundancia”, ahora toma la forma de soberanía y defensa del petróleo. Pero después del debate, vino la reforma petrolera en el Congreso, la cual fue presentada como una reforma energética, no obstante de basarse solamente en el petróleo. A final, el proyecto del presidente para abrir PEMEX a la inversión extranjera, terminó bajo el esquema actual donde el Estado asume todos los costos, incluyendo el de la corrupción. Y mientras los gobernadores de Puebla a Campeche, y de Tamaulipas a Hidalgo, peleaban la magna inversión del gobierno federal para construir una refinería, en la semana, el director de la paraestatal, Jesús Reyes Heroles, dio a conocer, como en los concursos televisivos, que la ultramillonaria inversión sería en Tula, Hidalgo.

9 mil millones de dólares será el monto de la inversión del gobierno en la nueva refinería, la cual se estima un tiempo de construcción de entre cinco y seis años. Pero ¿qué representa la nueva refinería? ¿Será una opción de largo plazo para el país? ¿Tendrán mejores beneficios los consumidores? Más aún, ¿beneficiará la refinería el desarrollo general de México?

Parece que la historia se repite para mal. Las inmensas expectativas que se tienen de la nueva refinería, habrá que dimensionarlas en las circunstancias que rodena el origen, destino y aplicación del petrodinero que administra el Estado y el infaltable Sindicato al mando de Romero Deschamps.

Por otro lado, no hay que perder de vista otras peculiaridades económicas del caso mexicano, porque cuando se termine la refinería, probablemente su producción no será suficiente para sustituir las importaciones de gasolina que consumimos actualmente, y por el contrario, para cuando transcurran esos cinco o seis años, las importaciones habrán aumentado más. En este sentido, surge la duda sobre la pertinencia económica, el retorno de inversión y el criterio por el cual el Estado gastará 9 mil millones de dólares.

Ahora bien, si se quiere ver el proyecto como una oportunidad para aumentar el empleo y al mismo tiempo, generar un impacto anticíclico sobre el efecto de la crisis económica, como bien puntualiza el economista Enrique Quintana, el resultado será irrelevante. En el primer caso, porque a pesar del empleo directo que genere la inversión, cuando concluya, tendrá una planta laboral con poco más de mil empleados. En el segundo caso, el tiempo de obra estimado para construir la refinería, no coincide necesariamente con el momento de la crisis, porque cuando concluya, estaremos en otra etapa económica.

Pero si pensamos en el largo plazo, no deja de sorprenderme la paradoja que representa la refinería, porque mientras en México le apostamos con todo al petróleo como si fuera éste una fuente ilimitada, en otras partes del mundo están generando las condiciones para no depender del mismo. Por ejemplo, un país árabe como Qatar, ha decidido impulsar como política de Estado, la inversión del petrodinero en proyectos educativos de alto nivel, como una forma de construir un futuro, donde las reservas del petróleo ya no serán importantes.

Y bien lo escribió Denise Dresser (Reforma, 26-III-07): “El petróleo puede idiotizar a un país. Puede volverlo flojo, complaciente, clientelar, parasitario. Más interesado en vender barriles que en educar a su población. Más centrado en la extracción de recursos no-renovables, que en la inversión en talentos humanos. Más preocupado por distribuir la riqueza entre unos cuantos que por generarla para muchos”.

En vez de hacer una reforma a fondo, el Estado mexicano prefiere seguir financiado su gasto corriente con un recurso no renovable. En vez de invertir con seriedad en la educación –no en el Sindicato–, el gobierno decide construir una refinería.

¿Cuándo construiremos el futuro? ¿Por qué no cultivamos y desarrollamos otras formas de energía sustentables? Pero al mismo tiempo, ¿por qué no aprovechar mejor ese petrodinero para hacer un país más equitativo?

Para muestra, hay que ver cómo los españoles en nuestro país, generan energía a través del viento en el Estado de Baja California. Otro ejemplo de alternativas, lo encontramos en el ejido Batopilas, ubicado en el municipio de Francisco I. Madero, donde la comunidad adoptó un esquema sustentable para producir energía y hasta dinero de los excrementos de las vacas. Formas, caminos e innovaciones los tenemos, pero el desarrollo del país, en vez de verse impulsado por el petróleo, lo tiene como un obstáculo.

16 de abril 2009
El Siglo de Torreón