sábado, 29 de agosto de 2009

Voto en libertad



Desde el presente, las cosas con facilidad se ven borrosas y el camino deja de tener sentido. A veces, lo más inmediato es lo más invisible. Entonces, es necesario recurrir al pasado, a la historia, para tratar de esclarecer las confusiones, o por lo menos, echar luz a los problemas del presente, a fin de continuar un mejor camino.
En un momento como el que el que vive el país desde los últimos años, el rumbo no se ve claro ni tampoco las posibilidades de avance. Si no es por la violencia y la crisis de seguridad que ya suma sus años, la debacle económica termina por reducir las esperanzas. De la política, actividad por demás desprestigiada, vivimos un “progreso improductivo” como ya lo decía Gabriel Zaid, uno de nuestros mejores ensayistas. Al final, la sensación que nos queda es de esterilidad.

En este sentido, conviene regresar a la historia para recordar cómo se construyeron los cambios profundos, que para bien ha vivido el país. Algunos de esos cambios ya no los percibimos y simplemente los damos por hecho en el presente. Pero justamente, de una crisis mayúscula en el sistema político mexicano, aún mayor que la vivida en las elecciones presidenciales del 2006, resultaron reformas trascendentales para el país, entre 1988 y 1990. Así lo recordó por estos días en La Laguna, el destacado abogado Antonio Lozano Gracia, con la presentación del libroVoto en libertad”. El texto fue publicado el presente año bajo el sello editorial de Miguel Ángel Porrúa, y fue escrito en colaboración con Juan Miguel Alcántara. “Voto en libertad” nos expone cómo se construyeron los cambios trascendentales para la vida pública, desde los momentos más difíciles. Su autores no niegan la extracción panista al narran de primera mano, una de las etapas más críticas de la historia reciente, después de la “caída del sistema” el 6 de julio de 1988, donde Carlos Salinas de Gortari fue “electo” presidente.

De esa crisis nacieron instituciones fundamentales para la difícil construcción democrática, entre ellas el IFE, la credencial de elector y el Tribunal Electoral. Instituciones que a los pocos años de creadas, vinieron a dar certidumbre y confianza en las elecciones, situación que durante tantas décadas se tenía por imposible.

Lozano y Alcántara plantean en este libro que “volvamos los ojos hacia el camino andado para ayudarnos a calcular lo que nos falta”. Creemos y así lo demostramos a lo largo del texto, escriben los autores, que la fuerza de los argumentos y de las ideas, así como el diálogo entre ciudadanos puede producir los cambios que el país necesita. Si una enseñanza podemos recuperar de aquellos días, continúa la cita del libro, es la capacidad de entender que, de lo que se quiere, no todo se puede, y entonces se debe trabajar para construir condiciones que posibiliten hacer más de lo que uno quiere.

A propósito Voto en libertad, José Woldenberg, escribió en el reciente número de la revista Nexos: “En medio de la incertidumbre, del malestar y el conflicto circular, el PAN trazó una ruta y junto con el gobierno apostó por la vía de las reformas. No era el único desenlace posible. Las cosas podían estancarse o descomponerse. Se trataba de un momento plástico y la responsabilidad de los políticos resultaba ineludible. Y ahí radica la primera y más importante lección de aquellos años: la política, la política democrática, puede forjar un mejor horizonte para la reproducción de la sociedad o puede quedar atrapada en el laberinto de las apuestas particulares.

Ojalá que por estos días aciagos, la política y la responsabilidad al fin coincidan para fincar las bases de una transformación útil, benéfica. A todo esto, ¿cuándo despertaran los ciudadanos para exigir que así sea?

29 de agosto 2009
El Siglo de Torreón