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lunes, 26 de diciembre de 2016

Pulso de La Laguna y de México



En un célebre pasaje del libro más popular, se lee: “Porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden”. La sentencia viene al caso por la constante demanda para crear, o al menos atender debidamente las demandas de la región Lagunera. Ya sea a través de firmas, como en su momento lo hizo notablemente la asociación ELLA, que juntó más de 400 mil en apoyo a la creación del Estado de La Laguna. Ya sea a través de debates públicos, artículos o publicaciones, el tema sigue latente, aunque los políticos prefieran ignorar. Al respecto, Jorge Torres Castillo, acaba de publicar el libro, Pulso de La Laguna y de México (2016, 239 páginas, prólogo de Porfirio Muñoz Ledo).  Precisamente, el protagonista de libro es la región lagunera, sus problemáticas y la constante demanda por hacer una nueva entidad federativa.

Torres Castillo es promotor del Estado de La Laguna, pero su simpatía y activismo hacia la causa, no lo llevan únicamente a quedarse con la denuncia del abandono, sino ofrece un análisis puntual, explora el camino legal para la constitución del estado, e incluso, describe una estrategia para su creación. Lo relevante de su posición, es que proviene de un actor político que está en la política, y dicho sea de paso, goza de notable prestigio social.
Escuchemos al autor: “Al paso de los años me sedujo la política que se convirtió en mi pasión y en el centro de mis aspiraciones. En ese caminar descubrí que ésta es una noble vocación que sirve al hombre y a la sociedad, construye liderazgos, resuelve conflictos y conduce proyectos que trascienden en el tiempo”.

En la política, continúa Torres Castillo, “inciden tres factores, la circunstancia, el talento y la suerte. En ocasiones la suerte rebasa al talento en más del 50 por ciento por eso es que muchas veces un político exitoso más que talentoso es un político con suerte. En el político se desarrolla en mayor medida el instinto de sobrevivencia, la intuición y la capacidad para percibir el ánimo de los que tienen el poder. Muchos fracasan porque no captan las señales, porque no saben agacharse o porque no saben leer las reglas ni los ciclos de la política”.
Doblemente apreciamos la palabras de este libro, porque su autor, lejos de ser solamente un observador, es un actor en acción. Las páginas de  Pulso de La Laguna y de México refieren a un escritor comprometido e inconforme con el estado de cosas.
Por lo mismo, como lectores, apreciamos que no se trata de un simple análisis que proviene del escritorio. Sobre todo, es una propuesta que busca mejores vías para el desarrollo regional.
El libro está dividido en cinco partes: Estrategia para unir a La Laguna; Una salida del abandono; La Laguna en los comicios de Durango; La crisis en México; y Obra Gráfica.  Éste último capítulo es un plus que tiene la publicación, porque incorpora acertadamente, obra gráfica de los artistas Miguel Canseco, Román Eguía y Guillermo Colmenero.
De cierta manera uno escribe para no quedarse callado, para inconformarse ante la realidad, que bien puede ser otra. De esa forma, en pocas palabras, Torres Castillo resume qué nos une y qué nos divide.  Cito brevemente: “A los laguneros nos une la geografía en un región, pero nos divide la Constitución de los dos Estados que la conforman”.  ¿Y qué dicen los gobernadores de Durango y Coahuila? Silencio. Prefieren dividir, ignorar o dejar que las cosas pasen, como lo han hecho hasta ahora.  Por lo mismo, el autor nos inquieta cuando plantea que “La Laguna no logra reconciliarse con sus orígenes. Cíclicamente resurge la demanda del Estado de La Laguna por el trato diferenciado que siempre le han dado los gobiernos estatales de Coahuila y Durango, pero lo grave es que los gobernadores no presentan alternativas de coordinación regional no solo en materia de seguridad, sino en servicios, en legislación y en general en el desarrollo integral de la Comarca con la intervención del gobierno federal”.

Pulso de La Laguna y de México se mueve entre el análisis político, la historia regional, y lo que más aprecié de sus páginas, nos ofrece la propia experiencia política del autor. Para el crítico lo más fácil es señalar, pero lo más importante para el político, es hacer. No hacer para sí mismo, sino para los demás.  ¡Cuánta falta nos hacen actores que representen a la comunidad! 


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Nos vemos en Twitter, @uncuadros
10 de agosto 2016
El Siglo
https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1251595.pulso-de-la-laguna-y-de-mexico.html

domingo, 1 de mayo de 2016

El interés más sincero


Desde el título, el libro llama la atención de los lectores, pero también define la intención de su autor, Heriberto Ramos Hernández. El interés más sincero. Noventa pretextos para iniciar una conversación (Groppe, 2015, 262 páginas), es una obra miscelánea que reúne una serie de textos publicados por el autor a lo largo de los años en periódicos, y en la prestigiosa revista de economía, finanzas y negocios, Expansión.






















El libro se compone de pequeños textos que transitan entre la rigurosa teoría económica y administrativa, la filosofía, la literatura y hasta la canción ranchera. Sí, el autor no renuncia a tratar los temas más serios e importantes bajo el contrapunto del humor y la ironía, lo cual se agradece como lector. Pero lo más apreciable del libro, es la experiencia que Ramos Hernández nos comparte en sus páginas. Los casos de negocio y empresas. Los distintos caminos del dinero y las finanzas. En ese sentido, el artículo "Emprender no es suficiente", resume lo mejor del autor sobre empresas, negocios, administración. No sólo habla el conocedor académico de libros, teorías y casos de estudio; habla ante todo, el conocedor que ha estado en el terreno de la banca y las empresas. Lejos del conocimiento meramente libresco, el autor nos sorprende, como suele sorprender a sus alumnos con la siguiente cuestión: ¿Por qué los leones apestan?
Me gusta la mirada irónica del autor cuando afirmar que es un libro accesible para todo tipo de lectores. La sentencia me recordó aquella que nos dejó un brillante francés, cuando al principio de su breve, pero sustancioso libro sobre el método, dice: "el buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo".
Confieso que leí El interés más sincero, no sin dejar de reír, y a veces hasta carcajear. Ramos Hernández es humorístico sin dejar de serio. O mejor dicho, trata los temas más serios con un tono lúdico y ligero. De esa manera, en sus páginas dialoga con Gary Becker, Milton Friedman, Joseph Schumpeter, Paul Krugman, Paul Samuelson, Ronald Coase, Daniel Kahneman; pero también regresa al príncipe de la canción, José José, Raphael, Rigo Tovar o el infalible filósofo de Guanajuato, José Alfredo Jiménez.
Entre texto y texto, el autor tampoco priva a los lectores de compartir aspectos biográficos. Lejos de los aburridos textos académicos -por planos y puramente descriptivos-, el autor enlaza lo mismo una antropología de la canción romántica, con los gigantes empresariales como Wal-Mart y YouTube.
Más serio, el autor nos comparte un punto central que recorre las página de su libro. Leamos a Ramos Hernández: "Pero muy joven tuve la fortuna de aprender otro idioma. Y me ha servido para ganarme el sustento. Me refiero al idioma de los números. Son tan bellos como las palabras. Alguna vez he comentado que con la debida formación y experiencia, uno puede encontrar apasionantes historias leyendo estados financieros… quería escribir algo sobre lo interesante que son los números en los negocios, ese complejo conjunto de relaciones humanas donde, según el viejo chiste, el interés más sincero es el interés compuesto".
Ramos Hernández escribe con desenfado y mientras leemos temas puntuales de finanzas, empresas y negocios, contrapone una referencia que une puntos disímbolos. Ahí aparece la literatura, la filosofía, la poesía, pero también la canción romántica y la vida nocturna de la ciudad.
Hay en su estilo de escritura, una referencia innegable al aforismo y la sentencia, de tal forma que estampa lo mejor de un texto, en una frase. Dos o tres palabras lo resumen todo. El interés más sincero es el primer libro de Ramos Hernández, y cuando terminamos de leerlo ya estamos esperando el otro. Gracias Heriberto por tu apreciable humor reflexivo, pero sobre todo, por tu amistad.
Interesados en el libro, pueden acudir a la bien surtida librería El Astillero en la avenida Morelos.
El Siglo
3 de febrero de 2016

miércoles, 13 de enero de 2016

La Plaza de Gómez Palacio

A Gómez Palacio le urgen libros. Sí, muchos libros. De historia, de su gente, de sus calles, de sus primeras arquitecturas que sobreviven. Se ha hablado mucho de la Revolución, como si todavía nos faltara más violencia, pero poco se habla de las historias que se tejen día a día. Hace algunas semanas presenté el libro La Plaza Juárez de Gómez. Apuntes para una microhistoria de Gómez Palacio y otros textos (AGLI editorial, 2015, 270 páginas), de Héctor Raúl Avendaño. 
Y en efecto, las páginas de su libro honran el concepto de microhistoria que Don Luis González y González tuvo a bien dejarnos y hacer escuela para los historiadores. Desde 2012, Avendaño empezó a realizar su libro por entregas. Cada domingo nos adelantó en su columna dominical, Plaza Pública (en homenaje a la columna homónima de Miguel Ángel Granados Chapa), publicada en las páginas de El Siglo de Torreón, pequeñas entregas de lo que ahora es un digno libro sobre Gómez Palacio. El libro se mueve entre la historia y la crónica. Pero el autor no se queda sólo en la nostalgia del pasado, sino que también narra con alegría el presente, y en ocasiones, con justificada crítica. Su libro destaca, entre lo pocos que se han escrito sobre la ciudad lagunera de Gómez, no sólo por la forma en narra las historias, sino por el estilo de su escritura. Lejos de ser un descripción plana y poco imaginativa como acostumbraron los cronistas de antaño, la pluma de Avendaño se distingue por su retórica bien construida. A veces juguetona, otras irónica, pero siempre fiel al estilo de un elegante orador. Sin duda, destaca la vena del campeón de oratoria que adoptó como su barrio, a la Banquetas Altas de Gómez Palacio.
Avendaño, hace de la Plaza Juárez de Gómez Palacio, la protagonista del libro. A partir ahí nos cuenta una serie de pequeñas historias que van construyendo la historia de la ciudad. Por eso habla de los jardines y los sabinos que habitan la plaza, pero también de los primeros choferes que instalaron ahí el sitio de taxis. Igualmente da vida al "Indio Magas Mochas", que al Cine Palacio, una joya Art déco venida a menos.
Fiel a su época de juventud, el autor nos narra preciosos momentos de la historia del rock and roll en los años 50 y 60. Si ya de por sí el tema es interesante por ser uno de los géneros más influyentes, visto desde la historia local se vuelve doblemente relevante. De esa manera aparecen Los Camisas Negras, Los Locos del Ritmo, Los Teen Tops, The Blue Caps, Los Hooligans, The Crazy Boys, Loud Jet's, Rebeldes del Rock, Las Mary Jets, Las Chic's, las Hermanas Julián, y por supuesto, The Baby's Rock. Y ya en el ánimo rockanrolero, surgieron los grupos locales como los Hornet's, Los Blue Comets, Los Espíritus del Rock, Los Happy Boy's, Los Príncipes del Rock, Los Cardenales. ¡Toda una época!
Escuchemos a Avendaño desde la trinchera local: "Llegado el rock y levantada la gran ámpula social que definitivamente afectó a todas las familias con hijos en edad adolescente, hembras y varones, se produjo una inmediata reacción alentada por la Iglesia Católica, las escuelas particulares y las Ligas de la Decencia. Privaban todavía muy fuertemente las costumbres conservadoras de los años anteriores a la década de los sesenta; sobre todo se dejaba sentir la represión sexual que invitaba a la conservación de la virginidad, al recato en el vestir y en los modales. El baile no quedaba excluido, por lo que el nuevo ritmo con sus características de masculinidad, sensualidad y agresividad, resultaba chocante a las buenas familias".
Como un acto de justicia, el autor rescata en sus páginas -de ahí la dignidad de la memoria-, a un gomezpalatino por adopción: el profesor Jesús Reyes Villa. Más allá la militancia partidista, Avendaño realiza un honesto perfil de Reyes Villa, quien fue un hombre de honor en la política de oposición y sobre todo, un gran educador durante décadas. En el lejano año de 1939, acudió al llamado de Manuel Gómez Morin, para fundar en Torreón y Gómez Palacio, el Partido Acción Nacional, que por entonces funcionaba como un Comité regional. Por desgracia, de aquellos políticos honorables, sólo queda la historia.
Con frecuencia escucho muchos laguneros, ya sea de Gómez Palacio o Torreón, decir que "aquí no hay nada". Incluso, hay quienes orgullosos de su "saber", afirman que "aquí no hay historia". Sin duda, historias como las que ofrece Avendaño en su libro, dan santo y seña de nuestra identidad. Es cuestión de aprender a apreciar. Ojalá pronto lean La Plaza de Gómez.
30 de dic/ 2015
El Siglo de Torreón 

El niño del tren del Norte

Sin duda, una de las imágenes más inquietante del 2015, fue el cadáver de Aylan Kurdi, un niño sirio de tres años que murió ahogado en una playa turca. La terrible imagen difundió el drama de miles de migrantes sirios que salieron de su país expulsados por la guerra. Desde África o Medio Oriente, este año miles de migrantes fueron hacia Europa. También desde Centroamérica, otros miles buscan llegar a Estados Unidos. En el camino, muchos pierden la vida o sufren tales penurias, que la migración muestra descarnadamente la miseria de las sociedades. La mayoría de los gobierno restringe sus fronteras, e incluso, hasta la xenofobia reafirma su vigencia en los Estados más civilizados. Lejos de ser pasajeras, las migraciones se han vuelto el sello del siglo XXI. ¿Y a nosotros qué, dirán algunos?
Tan sólo hace unos días, el gobernador de Texas, Greg Abbott, volvió alertar a la Guardia Nacional y al gobierno nacional, sobre el aumento de los menores migrantes que cruzan a Estados Unidos. Según datos los datos del gobierno estadounidense, los pasados meses de octubre y noviembre, 10 mil 595 menores inmigrantes no acompañados cruzaron la frontera desde México por el suelo texano. La cifra dobla a lo registrado durante el año 2014: 5 mil 129. Se trata de niños y niñas que prefieren arriesgar la vida, a quedarse en la pobreza de sus países. Incluso, prefieren migrar a ser víctimas de la violencia de pandillas y criminales que también extorsionan a los pobres. La mayoría de esos niños migrantes proviene de Honduras, Salvador, Nicaragua y Guatemala.
Al respecto, hace unos meses leí el libro, Dionisio. El niño del tren del norte (133 páginas, Ediciones Proceso, 2015), autoría de la actual investigadora del Ciesas, Paulina del Moral González. Desde las primeras líneas, el libro nos impacta porque narra en primera persona, el peligroso trayecto que hace Dionisio, un menor hondureño, que busca de llegar a los Estados Unidos. Lo significativo del libro es el testimonio que deja desde el año 2001. Migraciones hubo desde décadas atrás. Lo distinto a partir de esa década, fue la presencia de menores migrando sin compañía. Niños y adolescentes migrantes. Dionisio nos dice cómo la gente se sorprendía por ver a un niño trepado en La Bestia. Hoy esa imagen parece cotidiana y quince años después se volvió un problema internacional de notable magnitud. Ya no se trata de unos cuantos casos, sino de miles de niños detenidos en la frontera gringa. Miles deportados a sus países de origen, pero también muertos y desaparecidos. El relato que nos deja Dionisio conmueve por la dureza de las situaciones que vive un niño. A fuerza de lapidaria realidad, el niño vive como adulto. Por lo mismo, el relato es a veces ingenuo, y otras habla un hombre desengañado a base de golpes. La vida de Dionisio me recordó la película La Jaula de Oro (2013), del director Diego Quemada-Díez, donde nos presenta la vicisitudes de tres menores que buscan llegar a Estados Unidos desde Guatemala. Ya se imaginará cómo les va en sus país de origen, pero sobre todo, los peligros que enfrentan en México.
Dionisio viajó solo en el ferrocarril y se embarcó hacia el sueño americano. Quería que lo adoptaran en Estados Unidos y estudiar. En su trayecto trabajó en cuanto pudo como campesino y hasta pescador. Vivió por temporadas en Veracruz, el Distrito Federal, Guadalajara y también en Torreón, donde pasó largas noches durmiente en una tumba del panteón municipal número 1. En algún momento fue detenido por la policía y lo consignaron a la Residencia Juvenil para menores en Torreón. Ahí del Moral pudo hablar con él largo y tendido. La mirada que ofrece su libro es antropológica. Ayuda a comprender la migración y sus circunstancias. Inclusive, nos explica la falla de las autoridades por condenar a un menor que portaba un cuchillo para su defensa. La autora reconstruye una especie de diario del menor migrante. Al concluir la historia, no preguntamos: ¿Dónde estará Dionisio? ¿Seguirá vivo? No lo sabemos, y sin embargo, gracias al empeño de la antropóloga Paulina del Moral, nos queda algo de la existencia de Dionisio.
23 de dic, 2015
El Siglo de Torreón 


jueves, 29 de octubre de 2015

La casa del dolor ajeno (libro)



Bajo el sugerente título, La casa del dolor ajeno (Random House, 2015, y coincidentemente 303 páginas), Julián Herbert acaba de publicar un libro que relata el principal episodio tabú en la historia de Torreón: la matanza de 303 chinos en mayo de 1911. Su libro es una oportuna actualización a uno de los momentos más vergonzosos y terribles en la historia de México durante el siglo XX. Armado de un rigurosa investigación, y sobre todo, una excelente pluma, Herbert ahonda en el pasado como quien relata el presente. Masacres impunes, fosas clandestinas y hasta una "verdad histórica". Si bien, el libro aborda la matanza de los chinos en Torreón, es imposible sustraernos a nuestra realidad inmediata. La desaparición forzada de 43 estudiantes en Guerrero. La masacre sucedida en San Fernando, Tamaulipas, donde 72 migrantes fueron asesinados. De la misma manera, un grupo criminal arrasó con casas y personas en Allende, Coahuila. ¿Cuántos? El gobierno prefiere callar. En La Laguna tenemos docenas y docenas de personas desaparecidas como lo ha documentado Fundec y el Grupo Vida. En ese sentido, el libro más reciente de Herbert interesa no sólo a historiadores y académicos, sino a un público más amplio, que por momentos, vive en un país delirante y barbárico. De esa manera, la historia es importante en tanto nos ofrece lecturas, perspectivas y dimensiones del presente.
El libro está narrado como un auténtico western. El escenario es el Torreón porfiriano, industrioso, empresarial. La tierra prometida del capitalismo que devora a sus propios hijos. Lejos quedan las imágenes idílicas de La Laguna o complacientes de la historia de bronce. Herbert confronta al lector con los muertos. Son ellos los que hablan y habitan sus páginas. Más vale escucharlos, aunque sus testimonios desgarren.
El libro transita por varios géneros. Crónica, ensayo, entrevista, por momentos novela histórica. Y lo que más disfruté: las digresiones personales del autor que nos adentran en la escritura de la historia. Es así como nos enteramos de circunstancias, detalles, pormenores del libro y hasta la vida personal del autor. El libro revisa y discute bibliografía fundamental del tema; recurre a fuentes de primera mano como el archivo mismo de la matanza, un escalofriante expediente que rebasa las mil fojas. En el camino, también toma esa fuente maravillosa y sorprendente que son los taxistas. Es así como el autor reproduce un diálogo luminoso. "¿Tú sabes quién mató a los chinos? En la puerta del hotel desciendo del auto, doy las buenas noches y pago. Al darme el cambio, el muchacho murmura sin mirarme: "Han de haber sido los Zetas, ¿no? Esos weyes son los que matan a todos".
El libro de Herbert se inserta en la tradición revisionista, en tanto describe el "pequeño genocidio" lagunero y lo confronta de manera crítica con la interpretación de los historiadores, y sobre todo, la que hicieron las siguientes generaciones de torreonenses. Ocultar, tergiversar la verdad. Negarla. Enterrarla. Guardar un silencio cómplice. Es lo que el historiador francés, Pierre Vidal-Naquet, ha llamado "los asesinos de la memoria". No es casualidad que la casa del Dr. Lim, un personaje extraordinario y sobreviviente de la matanza, sea un museo más de la revolución.
Por supuesto, la crítica de Herbert ya genera polémica en algunos sectores muy conservadores de Torreón. Es un libro que no deja tranquila a la "casta intelectual" lagunera, y corta más de una cabeza. Julián dibuja bien a Torreón y los laguneros como una sexualidad violenta. Su relación con la ciudad me recordó dos poemas de Efraín Huerta: Declaración de amor y Declaración de odio.
Los fallidos memoriales a la colonia china en Torreón hablan por sí mismos. La última vez, la escultura del hortelano chino en el Bosque Venustiano Carranza, terminó con una soga al cuello. Los ladrones no alcanzaron a robar el monumento para venderlo al kilo. Sobre la ausencia de esa escultura, Herbert escribe: "lejos de la vista de una sociedad liberal, abierta y migrante que todavía hoy se niega a reconocer ante sí misma lo que sucedió a la colonia china entre el 13 y el 15 de mayo de 1911".
La publicación de La casa del dolor ajeno llega en momento muy oportuno después de la exposición "303: La matanza de chinos en Torreón", que a principios del año, abrió el prestigioso e inquietante Museo Memoria y Tolerancia en la ciudad de México. Pienso que interpretaciones críticas como el libro Julián Herbert y la exposición en su momento, contribuyen a entendernos mejor, pero sobre todo, a dignificar la memoria. Por supuesto, nunca faltará quien prefiera vivir en una mentira tranquilizadora.
28 de octubre 2015
El Siglo de Torreón 


domingo, 22 de junio de 2014

Jales sobre habla lagunera

Entre guaripas, jales, chantes y moyotes, Arcelia Ayup y un servidor presentamos el nuevo libro del maestro Saúl Rosales. Jales sobre habla lagunera (2014, 115 páginas). Se trata de un pequeño, pero sustancioso libro sobre la historia e identidad de los laguneros. A diferencia de la historia tradicional donde abundan fechas, cronologías, héroes y en ocasiones, archivos históricos, Rosales hace de las palabras el objeto mismo de la historia. ¿Qué nos dicen las palabras sobre nuestro pasado? ¿Qué historia muestran ciertas expresiones? Para el filósofo alemán, Martin Heidegger, "el lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre". En ese sentido, Rosales explora el ser de los laguneros a través de las palabras. Así, profundiza en las raíces, los significados, y sobre todo, en ciertas particularidades bien arraigadas en la región. Menciono algunas: moyote, soda, achis, zacate, pica, cascarita, agüitado, lonches.
Con su nuevo libro, Rosales se propone "llamar la atención sobre nuestras peculiaridades para revalorarlas y con ello contribuir a un proceso de revaloración de la identidad de los laguneros". Jales sobre habla lagunera es una defensa apasionada del español, por eso, sus diálogos van y vienen entre los clásicos del español: Cervantes, Quevedo, Ruiz de Alarcón, Rojas, Lope de Vega. Pero igualmente retoma de grandes cronistas de la conquista como fray Bernardino de Sahagún o Jerómimo de Mendieta, un rico diálogo sobre el uso y significados de las palabras en el tiempo. De esa manera, Rosales conduce al lector hacia las profundidades del idioma, ya sea en palabras de uso de cotidiano, o en otras, que ya casi se han perdido.
Tomo una cita del autor sobre el uso de las palabras en La Laguna: "Del habla lagunera no pocas expresiones tienden a desaparecer, unas, por sus connotaciones ahora consideradas peyorativas u obscenas; otras, luchan por no quedar soterradas bajo el peso de nuevas realidades que imponen nuevos términos; otras más ceden ante las que clavan en la mente del hablante la televisión y la prensa; en fin, otras quedan sólo para la comunicación interpersonal íntima. Como los seres humanos, las expresiones del habla disfrutan la vigencia, son condenadas al olvido, padecen ostracismo, sufren deformaciones, gozan transformaciones, emergen decididas, se suman a los cambios, etcétera".
Lo mismo palabras "pochas", arcaísmos y nahuatlismos, Rosales recorre usos y significados, épocas y tradiciones, pero sobre todo, explica aquellas palabras o regionalismos que nos caracterizan. En especial, dedica puntuales explicaciones sobre la herencia de la colonización hispano tlaxcalteca en La Laguna. Si hay una historia heroica y que merece ser contada, es la migración de 400 familias tlaxcaltecas en el XVI, para formar las principales poblaciones del noreste. Saltillo y Parras, por mencionar dos ejemplos, son hijas de esa migración.
De acuerdo con Saúl Rosales, "Las palabras nahuas o de origen náhuatl que acompañaban a los colonizadores no tuvieron necesidad de imponerse en la comarca (La Laguna) que veía pasar el nomadismo chichimeca, al no existir un habla consistente ni mucho menos una grafía que retuviera los balbuceos de un incipiente sistema lingüístico. Vocablos y mecanismos nahuas simplemente se instalaron a bordo de los inmigrantes hispanos y sus aliados tlaxcaltecas. Se acuñaron en el habla cotidiana para el intercambio coloquial y se asentaron también como topónimos. De éstos, la época colonial heredó muy pocos a la comarca lagunera, quizá por la ausencia de núcleos poblacionales que requirieran ser bautizados. Pero de unos y otros, nahuatlismos toponímicos y no toponímicos, se encuentran sobrevivientes-agonizantes en el habla regional de La Laguna". Coahuila, Jimulco, Coyote, Tlahualilo, son nombres de lugares habitados por el náhuatl.
El libro no carece de humor e ironía, lo cual, siempre se agradece en un escritor, cuando nos habla de la gramática de traileros y colonizados, de ahí el "eufemismo a la cola". Por eso, como explica el también miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, "El eufemismo se impone para salvaguardar la castidad de los oídos. En fin, no me alargo más, sobre este libro destinado a convertirse en una referencia obligada sobre la historia y el uso de las palabras en La Laguna. Me comenta el maestro Saúl Rosales que nuevos ejemplares de su libro ya están a la venta en el Teatro Isauro Martínez.
MÁS SOBRE TLAXCALTECAS
Aprovecho el tema, y los invito a que visiten la sala de interpretación del Museo Arocena, sobre historia e identidad regional. Con mi investigación y guión museográfico, la semana pasada se inauguró la exposición: Cuahuitl, presencia tlaxcalteca en La Laguna.
21 de mayo de 2014

domingo, 11 de agosto de 2013

Nahuatlismos en el habla de La Laguna (libro)

El punto de partida es la comida. ¿Qué sería de nosotros sin aguacate, atole, cacahuates, chiles, chocolates, moles y tamales? Seríamos menos felices, porque sencillamente no me puedo imaginarme una vida sin chilaquiles, elotes, chilacas, enchiladas, jocoque y para que pique más, un infaltable chipotle. Además de la delicia gastronómica, todas esas palabras tan habituales en la cocina diaria, comparten una raíz común en el náhuatl. ¿Qué mayor prueba de la influencia del mundo indígena en nuestra cultura que el mismo ser que nos permiten las palabras? Contrario a lo que parece, el náhuatl no desapareció, sino alimentó el universo del español: se integró y trasmutó. Al fin una fusión de dos mundos.

El interés actual sobre el tema, llevó al lingüista francés, Patrick Johansson, a traducir al náhuatl la obra de Samuel Beckett, Esperando a Godot. ¿Se imaginan esa interpretación? Igualmente, Conaculta creó una aplicación para Ipad a fin de difundir obras y traducciones de Nezahualcóyotl. Hace años, Francisco Emilio de los Ríos (1934-2011) se dio a la tarea de investigar y compilar nahuatlismos presentes en el habla de La Laguna, el cual se publicó como libro por primera vez en 1999. Su trabajo no sólo fue compilar voces, sino anotar significados y usos del náhuatl presentes entre los laguneros. La relevancia del trabajo titulado, Nahuatlismos en el habla de La Laguna (2013, 209 páginas), recién reeditado por la Dirección de Cultura que dirige el maestro Jaime Muñoz Vargas en el Ayuntamiento de Torreón, radica en ser un auténtico testimonio del presente de la historia.

En un sentido, el libro rescata la profunda herencia de los tlaxcaltecas en La Laguna y de paso, en otras poblaciones del noreste mexicano. Si hay una historia que debemos reconocer como fundadora en la región, es la empresa colonizadora de los tlaxcaltecas. Sin la fuerza y el carácter de aquellos guerreros, difícilmente habrían avanzado las poblaciones que fundaron en conjunto con los españoles. Por otro lado, los nahuatlismos que utilizamos de manera cotidiana en nuestras expresiones, evidencian el presente del pasado. No se trata de una historia que ya no existe, sino de una presencia que pervive en la actualidad. Tan así, que hasta la delimitación geográfica de Coahuila, debe su origen a las coordenadas del universo náhuatl. Entre los prejuicios y lugares comunes de la historia del Norte, se habla de unos cuantos españoles y algún cura jesuita o franciscano. Peor aún, de los extranjeros que de la nada fundaron una ciudad, sobre todo si son franceses, alemanes o españoles. Pero si hay un influencia decisiva en la colonización del septentrión novohispano, fue la presencia tlaxcalteca. Nada más en La Laguna hicieron de Parras un potencia vinícola durante dos siglos y desde ahí apuntalaron otras poblaciones de la región. No es casualidad que poblaran el territorio, pero sobre todo, el leguaje. Los nahuatlismos en las palabras cotidianas hacen de esa herencia un patrimonio vivo de aquellas legendarias familias que vinieron a poblar el norte en el siglo XVI.

Así que cada vez que escuchen nombrar de Jimulco, el Cuije, chanates, azqueles y moyotes, no dude en pensar en la herencia de los tlaxcaltecas en La Laguna.

4 de agosto 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9187948

miércoles, 29 de mayo de 2013

El arte de insultar


Insultar es un arte. No sólo de trata de la reacción, la respuesta iracunda, el alarido, o la vil grosería, sino de la inteligencia. Augusto Monterroso, ese genio del cuento en miniatura, nos dice que la primera función de la ironía es hacer pensar, luego reír. Algo similar sucede con el insulto. El gran Borges le interesó ese arte y sobre todo su método. En un pequeño ensayo, “Arte de injuriar”, escribió: “Un estudio preciso y fervoroso de los otros géneros literarios, me dejó creer que la vituperación y la burla valdrían necesariamente algo más. El agresor (me dije) sabe que el agredido será él, y que «cualquier palabra que pronuncie podrá ser invocada en su contra», según la honesta prevención de los vigilantes de Scotland Yard. Este temor lo obligará a especiales desvelos, de los que suele prescindir en otras ocasiones más cómodas”. Aunque breve, el argentino sugirió, para definir a los polemistas, un alfabeto convencional del oprobio. A partir de ahí, los precisos insultos.

En el arte de insultar como Winston Churchill, Eduardo Salles dibujó al inglés expresando sus dotes: Insultar es un talento, pero tu lo haces parecer un instinto. Sobre el particular arte, recientemente me encontré una buena colección. Héctor Anaya, publicó El arte de insultar (Editorial Promociones y proyectos culturales, 2012, 472 páginas). Se trata de un provechoso recorrido a través de célebres autores, ocasiones para la polémica, formas y fondos del insulto.

Sin rodeos, Anaya nos dice que insultar es un arte, “no soltar exabruptos, palabrotas, malas palabras, majaderías, leperadas, peladeces, ajos y cebollas, o como se quiera llamar a expresiones socialmente incorrectas”. Para Anaya, el que se atreve a la grosería (la palabra gruesa, burda), en realidad mancha el entorno, más que herir en específico. “Decirle güey, pinche, pendejo a alguien, no es insultar sino abandonar la misericordia. Insultar en cambio, exige capacidad para la definición, precisión en el ataque”.

Pero mejor vayamos a los insultos: 

Tenía una sola idea y era equivocada, Benjamín Disraeli. 

Cuando la estupidez es considerada patriotismo, es inseguro ser inteligente, Isaac Asimov. 

Él no sabe nada, aunque piensa que lo sabe todo. Eso apunta claramente su carrear política, George Bernard Shaw.

Sacada del imprescindible Diccionario del Diablo, de Ambrose Bierce, leemos la definición de candidato: Caballero modesto que renuncia a la distinción de la vida privada y busca afanosamente la honorable oscuridad de la función pública. 

Nuevamente recurrimos a Borges: La democracia es el abuso de la estadística. 

Y Napoleón definió bien que en la política, la estupidez no es un impedimento. 

Abraham Lincoln nos dice que hay momentos en la vida de todo político, en que lo mejor que puede hacer es no despegar los labios. 

En cambio, Henrich Heine, elogia la soledad: Ordinariamente es un demente. Pero tiene momentos lúcidos cuando sólo es un tonto.

Además, el libro de Anaya retoma una serie de polémicas, diatribas e insultos entre escritores: Lope contra Cervantes, Quevedo contra Góngora, e incluso el siempre filoso Octavio Paz contra Carlos Monsiváis y otro buen número de escritores. En fin, más vale un buen insulto, que una mala grosería.

26 de mayo 2013 
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9181656

lunes, 29 de abril de 2013

Leer por decreto

Para festejar el día del libro, y vaya que hay un día para todo, la Suprema Corte de Justicia de la Nación avaló la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro. La dichosa ley se aprobó en el 2008 con la finalidad de promover y fomentar la lectura a través del precio único. Por entonces la Librería de Porrúa Hermanos se amparó contra ley, por considerar que genera un trato inequitativo e invade el libre comercio.
En seis puntos la Corte revisó las quejas para luego desestimar cada una de ellas. El resultado: hay que leer por decreto. Con mayoría de votos, los ministros aprobaron la constitucionalidad de la ley. Tomo el argumento central del dictamen realizado por el ministro Luis María Aguilar Morales: “el precio único de venta de libro lejos de perjudicar a los consumidores, los beneficiaba en la medida en que facilita el acceso equitativo al libro, y garantizaba un mismo precio de venta al público en todo el territorio nacional, sin importar el lugar de adquisición, pudiendo incentivar la creación de librerías en aras de la promoción de la lectura”. Con esa decisión, los ministros de la Corte han demostrado ser buenos juristas y pésimos economistas.
Como mal reminiscencia de la economía setentera en México, el precio único del libro me recuerda al precio único de la tortilla. Si por decretos vamos, entonces podríamos esperar a la ley haga sus efectos. Pero entonces, si no funciona y los mexicanos tampoco leen más, ni compran más libros, ni tampoco se abren más librerías no es por culpa de la ley, sino de la mala costumbre.
Vayamos a los supuestos de la ley. 

A)“Fomentar y apoyar el establecimiento y desarrollo de librerías, bibliotecas y otros espacios públicos y privados para la lectura y difusión del libro”. Así sin más, como los panes se multiplicarán las librerías, las bibliotecas y hasta los lectores. Todo por una ley que así lo dice.

B) “Hacer accesible el libro en igualdad de condiciones en todo el territorio nacional para aumentar su disponibilidad y acercarlo al lector”. En pocas palabras la oferta, la demanda y el mercado son un mito de los economistas.

C) “Fortalecer la cadena del libro con el fin de promover la producción editorial mexicana”. Para seguir con el mito del mercado, una mano invisible se encargará de mejorar la industria editorial.

D) “Estimular la competitividad del libro mexicano y de las publicaciones periódicas en el terreno internacional”. Lo mejor de esta ley, es que su influencia va trascender las fronteras, sin importar que en una librería local vendan el mismo libro a un precio más barato que enfrente. ¡Se acabaron los descuentos! Precio único constitucional. Al fin un lector en cada hijo te dio…

26 de abril 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9178839

México 2042



Lo propio, es más fácil apreciarlo desde fuera. Alejar la perspectiva ayuda a vernos mejor. Así sucede con México y las expectativas externas que se tienen sobre el desarrollo del país. Es cierto, tenemos graves problemas, pero visto desde fuera, hay quienes ven en México una potencia emergente. Hace algunos años, Georg Friedman, el futurólogo de Stratfor (no es broma), imaginó nuestro país hacia el 2080 como “una de las potencias económicas del mundo”. Incluso, amenazante para su vecino del norte. Busquen el libro, Los próximos 100 años (2009). Más recientemente, una serie de textos y editoriales extranjeras ven en nuestro país un futuro prominente. En tono similar, y hasta optimista, editoriales y artículos recientes en The New York Times, The Economist, The Financial Times, The Miami Herald, Foreign Affairs… han adjetivado positivamente el futuro mexicano. “La próxima potencial mundial en el transcurso del siglo XXI no será China o India, sino México”. El comentario es Thomas Friedman, quien además nos ve como una mezcla loca entre películas No country for old men y The social Network. Dicho de otra manera, un asesino y un joven millonario.

Hasta el Washington Post elogia los acuerdos políticos y las reformas que se han impulsado en los últimos meses en el Congreso mexicano. Nosotros seguimos descreídos y desconfiados. Pero hacia fuera, México está de moda, salvo en México, escribió Andrés Oppenheimer.
Sin tantos adjetivos como el de “tigre azteca”, el libro México 2042 de Claudio Loser, Harinder Kohli y José Fajgenbaum (Taurus, 2012, 563 páginas), apunta un visión hacia adelante. Con base a un profuso análisis estadístico y económico, el libro plantea dos escenarios hacia el año 2042. Un México inercial, tal cual como ha venido hasta ahora: arrastrando problemas en vez de resolverlos, viviendo con un crecimiento económico mediocre, estancado en su desarrollo. El otro escenario, es un México próspero que claramente tiene el potencial para crecer y saltar.

La conclusión básica del estudio es que a pesar de las numerosas ventajas, México está en “la trampa del ingreso medio”. De acuerdo con el extenso trabajo: los países que han caído en dicha trampa tiene salarios que son muy altos como para permitirles ser globalmente competitivos, pero carentes de capacidades tecnológicas, capital humano suficiente e instituciones necesarias para producir bienes más sofisticados y competir con países avanzados.

Los autores plantean una visión ambiciosa del país hacia los próximos 30 años. Pero eso implica un consenso entre los principales grupos de interés estratégicos de todas las áreas clave del país, una agenda reformadora y sobre todo, creer que sí es posible aspirar a convertirse en una potencia económica. Resulta difícil creerlo, pero en la dirección correcta, en las próximas tres décadas “México puede aspirar a convertirse en un país con ingreso promedio equivalente al de Alemania o Francia hoy en día”. En la opción prosperidad, podría alcanzar 7.4 billones de dólares en su Producto Interno Bruto. En la mediocridad llegaremos a 3.1 billones. La tasa de crecimiento proyectada podría estar en 4.6%, pero si seguimos como estamos, sólo alcanzaríamos 2.8%. En la prosperidad el ingreso per cápita de los mexicanos rondaría los 46 mil dólares. Bajo la actual inercia, sólo 27 mil. México 2042 no es una predicción sino un análisis puntual de cómo estamos, de dónde venimos y hacia dónde podemos ir. No son meras opiniones, sino un buen número de datos duros. Lo relevante de ese futuro deseable, es que el país, a pesar de sus profundos problemas, tiene elementos para alcanzar la prosperidad. Pero como en todo, lo primero es asumir que es posible.

domingo, 31 de marzo de 2013

El arte de perdurar



Nada más frágil que la memoria, aun así, hay maneras de perdurar. Genialidad, originalidad, maestría o innovación encaminan al difícil arte. Otros, son recordados por una forma negativa. Nerón y la quema de Roma. Octavio Paz escribió que recordamos a los antiguos poetas, como Safo, por algunos fragmentos. En la literatura, es célebre la opinión de Jorge Luis Borges sobre Alfonso Reyes. Eran amigos y había admiración mutua: reconocimiento. Incluso Reyes llegó a pulir textos del argentino. Al respecto, es bien conocida la opinión del argentino: “Pienso en Reyes como el mejor estilista de la prosa española de este siglo; con él he aprendido mucho sobre simplicidad y manera directa de escribir”.

¿Pero por qué uno ha perdurado y el otro no? ¿Por qué regresamos a Borges y no ha Reyes? ¿Por qué Borges alcanzó la gloria literaria y Reyes no? ¿Por qué Reyes no es universalmente famoso? En un excelso ensayo, El arte de perdurar (Almadía, 2010, 159 páginas), Hugo Hiriart desentrama estas cuestiones sin miedo a lo irritante, el mal agüero y hasta el mal gusto de hablar de la trascendencia. De antemano, confieso mi admiración por Reyes, pero más todavía, mi magnetismo por el Borges. Uno no siente lo mismo ante una página del gran Reyes, que del excepcional ciego. ¿Por qué? Hiriart no tienen empacho en abordar la explicación: “La puerta de la fama es estrecha y nadie puede pasar por ella con sus obras completas”. Hiriart nos dice claramente: “Reyes no logró ese libro, ese acto de magia sintética que concentra el universo entero de un individuo único e irrepetible. Qué angustia, él que era el más dotado… el genio de Reyes, digámoslo de una vez, está desperdigado”.

En cambio, “Borges es como un orfebre que va engarzando sus joyas. Por eso sus escritos tienen que ser tan breves y tan llenadores. En él no hay desperdicio: todo tiene que ser igualmente llamativo y brillante. La prosa de Borges resulta de un uso prodigioso del detalle, el detalle acuñado en sentencias cortas y deslumbrantes”. El arte de perdurar no es nada más un asunto de sutileza cortesana, pero Borges, nos dice Hiriart, “no es, como Reyes, cortés y civilizado: Borges es arbitrario, iconoclasta e imperioso… Borges dominaba el arte de escandalizar.” Antes de incomodar, “Reyes no tuvo esta levadura de rareza, escándalo o melodrama. No es llamativo, su razonabilidad lo hace opaco a la fama. Es cierto, ante Reyes estamos con un gran escritor que admiramos y tenemos en nuestra biblioteca con sus obras completas, pero no por una obra en particular. Hiriart no se anda con rodeos: “Reyes tuvo maestría, pero no representatividad… tuvo muchas simpatías, demasiadas, y muy pocas diferencias singularizantes. Se pasó de civilizado y su figura se hizo borrosa”.

Borges consideraba los textos de Reyes como “meramente perfectos”. En cambio los de Borges, a decir Hiriart son extraños, nunca vistos, implican una nueva dimensión de las cosas: “de la repetición nace el adjetivo, hay temas y modos de decir claramente borgeanos. ¿Podemos decir que hay temas o modos de decir alfonsinos?”

Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9176291
29 de marzo 2013