sábado, 24 de octubre de 2009

Apagar el fuego



Nuestros políticos no serán acaso, buenos políticos, pero sí buenos actores. Después de la tragicomedia legislativa en la semana, los diputados aprobaron nuevos impuestos, eso sí, ya pasadas las elecciones. Entre tanto, tomaron una decisión que nos involucra nos a la mayoría. Conviene preguntarnos: ¿La miscelánea fiscal que aprobaron por mayoría los diputados hará de México un mejor país? ¿Estos nuevos impuestos generarán la infraestructura para el desarrollo en el futuro?

Predeciblemente la respuesta es no. No se sentaron las bases para una fiscalización moderna, ni tampoco de ahí saldrá la inversión para el desarrollo. Y si no es así, entonces qué fue lo que aprobaron la mayoría de los diputados. Aprobaron un paquete fiscal para “librar” el año que entra, 2010. Por lo tanto, para octubre y noviembre de ese año, estaremos nuevamente ante el mismo problema: un gobierno que no puede sostener su gasto. En este sentido, el alcance de la miscelánea responde al corto plazo, es decir, fue impulsada para inmediatez insostenible del gobierno, para unas finanzas que dependen enfermizamente del petróleo. La historia se repite, ante la urgencia de compensar el ingresó de la renta petrolera, nuestros diputados se han avocado a apagar el fuego, pero no a proponer un solución mayor.

La fórmula combina aumento de impuestos con déficit público. Otra vez, lo que imperó en el Congreso fue el posibilismo ante la incapacidad de no asumir los costos de lo necesario, lo deseable. No importa que en lo individual muchos legisladores reconozcan la necesidad de hacer las llamadas “reformas estructurales”. Igualmente resulta irrelevante el acertado diagnóstico y la pertinente propuesta del Centro de Estudios de Finanzas Públicas del Congreso, si al fin los legisladores están atendiendo otras cosas menos al interés público, al bienestar del país. A pesar de la retórica de Francisco Rojas y su dolor por México, o la valentía patriotera de Fernando Gómez Mont.

Entones, si quienes toman las decisiones conocen los casos de éxito, si cuenta con la propuesta pertinente, si saben la importancia de construir el largo plazo ¿por qué no se materializa? Dado que ya no es posible encontrar una respuesta lógica, habrá que decir, como lo hizo hace algunas semanas Ciro Gómez Leyva, que nuestros animales políticos son “una generación política genéticamente mal dotada para la grandeza”.

Imposibilitado desde las elecciones federales, el PAN fracasó en impulsar la propuesta del presidente Felipe Calderón. El PRI más cauto, esperó a que pasara el tiempo, para luego decepcionar con su paquete fiscal. Pero ni uno ni otro atienden al largo plazo, son simples remedios inmediatos para una realidad que demanda compromiso, responsabilidad y resultados. La propuesta fiscal para aumentar impuestos recurre a la misma fórmula imaginativa: gravar a los de siempre.

Desde hace tiempo, uno de los órganos que sí funciona en el gobierno, la Auditoría Superior de la Federación, ha recordado que la ineficiencia fiscal de México, lo sitúa en el peor índice entre las naciones de la OCDE. En consecuencia, tenemos a unos cuantos sosteniendo al Estado y muchos “colgándose” de la aportación de estos. No se trata descubrir un misterio, sino de aplicar las líneas de acción empolvadas en los archiveros de los legisladores.

Por ejemplo, retomo el área de oportunidad señalada por la Auditoría: “Ante los retos y demandas sociales, así como la impostergable necesidad de un sano financiamiento del desarrollo del país, se requiere de decisiones consecuentes para mejorar la eficiencia recaudatoria del Estado, siendo necesario para ello dotar de mayores facultades recaudatorias a estados y municipios, ampliar el padrón de contribuyentes, combatir decididamente la evasión y elusión fiscal, eliminar el sector informal de la economía y el contrabando, simplificar y mejorar la progresividad del marco regulatorio impositivo, otorgar certidumbre jurídica al contribuyente, establecer una política fiscal de largo plazo que propicie certeza a las inversiones, y mejorar la recuperación de las obligaciones fiscales a través de juicios”.

De esta manera, uno de los problemas de legitimidad en el tema de los impuestos es que estos no se traducen beneficios para los mexicanos, como una educación de calidad, servicios públicos de primera o telecomunicaciones competitivas. Al final, los impuestos sirven para sostener un Estado obeso e ineficiente.

En principio, estaría de acuerdo en que subieran de los impuestos, aunque no en el sentido en que lo hicieron los legisladores, sino de promoviendo una forma moderna, equitativa y generalizada a toda la población a través del consumo. Sin embargo, qué beneficio vamos a obtener a cambio: ¿un mejor país? ¿Leyes que se cumplen y políticos que las observan? ¿Condiciones para el desarrollo del futuro? Siento decepcionar al lector, pero nada a cambio. Dentro de dos meses, los mismos diputados que ahora nos incrementan los impuestos, serán lo que no los pagarán en diciembre.