sábado, 19 de diciembre de 2009

La reforma del poder


Douglass North


¿Puede ser México de otra manera? ¿Los mexicanos podemos cambiar conductas tan recurrentes como negativas, entre ellas la corrupción? ¿Nuestros políticos pueden actuar de otra forma, ofrecer otros resultados de cara al ciudadano? ¿Acaso la ley se podría convertir en una referencia general y no un desprecio generalizado? ¿Debemos conformarnos con que “así somos y no hay remedio”? Al tono de pesimismo o en mejor de los casos, escepticismo acerca de las posibilidades para mejorar nuestra vida pública, bien vale releer la historia reciente para reconocer cambios favorables en nuestro país. Es cierto que tenemos muchos rezagos y carencias, pero al igual que nosotros, otros países han construido desde peores condiciones un futuro deseable. Corea del Sur, Irlanda, España, Chile e incluso Brasil son algunos ejemplos. ¿Cómo le hicieron esos países para ser exitosos, para salir del atraso?

Sin ánimo de agotar las explicaciones, ofrezco una referencia desde la aceptada y funcional teoría institucionalista, de la cual su principal exponente es el profesor Douglass North (premio Nobel de economía en 1993). En su libro Instituciones, cambio institucional y desempeño económico (1990), North escribió: “las instituciones son las reglas del juego en una sociedad, o más formalmente, son las limitaciones ideadas por el hombre que dan forma a la interacción humana. Por consiguiente estructuran incentivos en el intercambio humano, sea político, social o económico. El cambio institucional conforma el modo en que las sociedades evolucionan a lo largo del tiempo”.

Describo dos ejemplos que explica la teoría. El comportamiento de los legisladores está modelado por las instituciones, por lo tanto, su conducta refleja las mismas. De esa manera, si los diputados o senadores que emanan del poder público no regresan al público, al votante, es porque no hay realmente un puente formal que obligue a los primeros a regresar con los electores, es decir, no tiene inventivos formales para hacerlo. En este sentido si quisiéramos propiciar un cambio en el desempeño, pero sobre todo, en la relación entre legislador y ciudadano, tendrían que cambiarse las actuales reglas del juego. No hay nada obligue o incentive para bien, que un legislador regrese y rinda cuentas a su electorado, mucho menos tenemos una relación en la cual los electores podamos apremiar o castigar su trabajo.

Otro ejemplo común lo tenemos en la criminalidad, bien estudiada por el economista Gary Becker. En México, antes y después de la “guerra contra el narco”, el índice de impunidad alcanza hasta un 95%, en consecuencia los delincuentes tienen un alto grado de rentabilidad y un riesgo bajo de ser castigados, pues el entorno institucional es ineficiente y débil. Así, los incentivos a quienes delinquen son muy atractivos en la medida que reflejan el comportamiento (la reglas del juego) de las instituciones.
Si queremos políticos productivos y que podamos llamar a cuentas, si queremos una seguridad eficiente, una cultura de la legalidad, tenemos que cambiar el entorno institucional y el ejemplo que en la práctica de ahí deriva.

Por eso me parece positivo el debate abierto por el presidente Felipe Calderón al proponer al Congreso de la Unión una Iniciativa de Reforma Política en diez puntos. Y me parece positivo en dos sentidos: por un lado, ya no estamos hablando de discursos presidenciales, sino de una iniciativa en papel, la cual ya está propiciando un debate entre los diferentes actores políticos. Por otro lado, una reforma al poder de esta naturaleza estaría regresando poder a los ciudadanos para así incidir en la política. Detrás de esta propuesta, encuentro una sentida y añeja demanda para cambiar y acercar la relación entre políticos y ciudadanos.

Candidaturas ciudadanas, reelección en legisladores y presidentes municipales, disminución de diputados y senadores, segunda vuelta electoral, son algunas de las diez propuesta que contiene la iniciativa. Varios políticos han criticado que la iniciativa de reforma se queda corta, pero lo cierto es que a partir del documento la propuesta se puede mejorar y enriquecer. Ahí está por ejemplo la propuesta de Reforma del Estado publicada recientemente por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. También están las propuestas del senador Manlio Fabio Beltrones.

El debate está abierto y la oportunidad de avanzar en la reforma del poder abre las posibilidades de un cambio institucional importante, a fin de fortalecer al tan debilitado ciudadano.

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