sábado, 29 de mayo de 2010

¡Vamos Antanas!


El punto de partida es sencillo: escribir la historia con lápiz y no con sangre. El entorno es complejo y exige inteligencia, pero también imaginación y liderazgo para lograrlo. Preguntémonos si se pueden cambiar entornos degradados por la violencia, el crimen, la desigualdad. ¿Se pueden cambiar las conductas de los ciudadanos? ¿Se pueden recuperar los espacios públicos tomados por el hampa? La respuesta es sí, y diversos ejemplos latinoamericanos demuestran que la política puede ser un medio para recomponer el rumbo.

Ciudades como Curitiva en Brasil, hoy paradigma de inclusión social entre los urbanistas; ciudades como Bogotá y Medellín en Colombia, han demostrado que a pesar de las problemáticas profundas como pobreza, violencia o inseguridad, están siendo abordadas con éxito desde los años noventa. En esas localidades el poder no sólo lo ejercen sus gobiernos, sino los ciudadanos que han contribuido con el rumbo de esos cambios.

Si hoy, esas ciudades son más habitables, más humanas, es porque ha habido un conjunto relevante de ciudadanos dispuestos a que así sea.  La pregunta no es ociosa: ¿Qué gobierno queremos reflejar? ¿Qué valores comunes somos capaces de practicar?
Y justamente, una ciudad con mala fama mundial como Bogotá, invadida por el narcotráfico, marcada por la pobreza y en visible decadencia urbana, ha logrado una transformación exitosa en las últimas décadas, que si bien, no se han resuelto todos los problemas, sí se ha logrado instituir responsabilidad entre el gobierno y sus ciudadanos. Acaso por eso, una sociedad que toca fondo, produce políticos como Antanas Mockus, Enrique Peñaloza o Sergio Fajardo.

Con amplio reconocimiento internacional, estos políticos colombianos, académicos los tres y ex alcaldes, los dos primeros de Bogotá, y el último de Medellín, han sacudido las formas de hacer política, pero sobre todo, han logrado lo que parecía imposible: disminuir la violencia, consolidar valores cívicos, fomentar y arraigar la cohesión social.
Por eso resultan importantes las elecciones en Colombia que se realizarán mañana. Se renovará la presidencia, encabezada hasta ahora por el muy popular y duro presidente Álvaro Uribe, quien fracasó en el intento de reelegirse por tercera vez. Los candidatos con más posibilidades son dos. Por un lado, el candidato oficialista y ex ministro de Defensa Juan Manuel Santos. Por otro, Antanas Mockus, filósofo y también matemático como su compañero de fórmula para el cargo de Vicepresidente, Sergio Fajardo, abanderan el Partido Verde. 
Las encuestas han mostrado una ligera ventaja de Mockus, en realidad más cercana al empate técnico; pero también existe la posibilidad de ir a una segunda vuelta, donde entonces sí los colombianos impulsen con toda claridad el triunfo de uno de los dos.
Ambos candidatos representan dos estilos diferentes de gobernar. Santos como ex miembro del gobierno de Uribe es partidario de políticas duras contra el crimen, lo cual le valió al gobierno de Uribe altos niveles de aprobación como gobernante. Por el contrario, las políticas de Mockus como gobernante, desarrollaron estrategias para la educación cívica a fin de valorar el principio “sagrado de la vida”. Mokcus el excéntrico, el político poco convencional, impulsó como alcalde un desafío de corresponsabilidad: Armonizar ley, moral y cultura.

Dicho en otras palabras, los ciudadanos también son agentes de cambio, que si bien, no nacen como tales, sí se van haciendo conforme a las reglas alentadas desde las instituciones. Esas reglas fueron impulsadas por el propio Antanas a través de acciones locas, excéntricas o aparentemente ridículas: mimos para fomentar el buen tránsito vial, gotitas contra la violencia o la ley zanahoria.
Este político con fama de honesto, logró bajar sensiblemente los índices de criminalidad y violencia, pero sobre todo, logró con su liderazgo, impulsar buenas prácticas ciudadanas para hacer un buen gobierno. Por eso, detrás de sus acciones como gobernante, están en realidad las ideas del filósofo Jürgen Habermas y el economista Douglass North, quienes han abordado el espacio público y las posibilidades del cambio institucional.

Para Mockus, esta epata de la historia de Colombia se escribirá con lápiz y no con sangre. De ahí que la imagen de su campaña utilizó un lápiz como símbolo de lo que se quiere y se puede construir en el futuro. Desde esta perspectiva, escribió entre nosotros Ernesto López Portillo: bienvenida la “colombianización” de México.
Ojalá pronto impulsemos nuestros Mockus, Fajardos y Peñalosas.