Alquimia electoral
Al igual que los objetos, las palabras también se desgastan, pierden su fuerza, su utilidad. En los últimos años se habla mucho por aquí y por allá de las llamadas “reformas” que necesita el país. Las reformas fundamentales para que esto, genere aquello. Al final no importan los certeros diagnósticos porque ni una ni otra se concreta, a pesar de la supuesta urgencia o al menos apremiante necesidad.
En Coahuila, no cabe duda, las cosas son distintas, y prueba ello es el productivo Congreso local en materia de reformas electorales. No salimos de una para entrar en otra. Por eso los legisladores locales volvieron a discutir y aprobar una reforma electoral que habrá de aplicarse parcialmente en los subsiguientes comicios electorales. Ya algunos beneficios de la anterior reforma los conocimos en la práctica: tiempos de campañas más cortos, una publicidad en las calles más ordenada en las calles y reducción de legisladores. Pero también ll ahorro que esto suponía terminó diluyéndose con la inclusión de más consejeros electorales al Instituto Electoral del Estado (IEPCC), quienes recientemente intentaron un aumento del 34% a su sueldo.
La reforma que nuevamente acaba de aprobar el Congreso atiende varios puntos: la reestructuración y simplificación de algunos capítulos del Código electoral del estado; la integración congruente del marco estatal al Código Electoral Federal (Cofipe); ahora sí, la homologación de las elecciones; el fortalecimiento de la fiscalización de los recursos y reducción de los topes de campaña que ejercen los partidos, sobre todo, a raíz de las irregularidades encontradas en las elecciones de 2009 para los municipios de Juárez y Lamadrid.
Otros aspectos de la reforma procedieron parcialmente a pesar de que los legisladores priístas las habían anunciado como innovadoras y de vanguardia. Me refiero a las candidaturas independientes enviadas hasta el 2017, donde entonces sí, los coahuilenses podrían aspirar a un cargo de elección popular sin necesariamente recurrir a un partido. De todos los puntos de las reformas, quizá el más interesante para la competencia política, era ese. Pero finalmente no aplicará en la próxima elección para renovar la gubernatura, donde se había afirmado que Rubén Moreira preparaba alternativas en caso de no permitírsele la candidatura en el PRI nacional. No obstante, una vez resuelto ese dilema en la opinión pública, las candidaturas independientes serán para el futuro, pues sendas encuestas de Mitofsky y El Universal evaluaron un rechazo poco significativo al hecho de que al Gobernador Humberto Moreira le suceda su hermano.
En otro sentido, no procedió el voto en el extranjero para los coahuilenses. Tampoco procedió la pretensión de eliminar al síndico de minoría o de oposición encargado de revisar los aspectos financieros del Ayuntamiento. Y si no, sólo imagine el lector la “vía libre” que tendría actualmente el Ayuntamiento de Torreón sin el trabajo serio y profesional de la síndico panista, Natalia Virgil. En cuanto al síndico de mayoría, se había anunciado que éste sería electo independientemente, pero al final, sólo que quedó en propuesta esta medida.
En todo esto, la “enésima” reforma fue rechazada por el PAN, PT, PRD, UDC y Convergencia, aunque a la hora de la votación, la diputada perredista, Yanet Babún cambió de parecer, dejando solamente 5 votos en contra emitidos por la fracción panista, y 25 restantes a favor del PRI.
A destiempo, el presidente del PAN Reyes Flores llamó a un debate al presidente del PRI en el estado. Según los argumentos del panista, esta reforma consolida al partido en el poder y dificulta la competencia electoral, por eso exigió ¡más días de campaña!
Al mismo tiempo, al PAN se le ha olvidado que uno de los sentidos primordiales de un partido político es conservar el poder. Para el caso, si algo ha demostrado Acción Nacional en los últimos procesos locales y nacionales es su incapacidad para competir; debo decir, para hacer política. Más interesados en la autofagia, al panismo coahuilense le pasaron de noche las reformas electorales que ahora desconoce.
Para cerrar bien la reforma, los generosos legisladores coahuilenses, bajaron de 3.5% a 2% el porcentaje de votos obtenidos para que los partidos pequeños alcancen una diputación plurinominal. Sin importar la utilidad de los llamados plurinominales.