Ahora sí nos dicen nuestros políticos, el año que entra vendrá la verdadera reforma, la necesaria, la profunda, la de largo alcance. Ahora sí se podrán de acuerdo y discutirán con tiempo para construir los cambios que requiere el país. La promesa parece razonable, se escucha convincente e incluso sugiere que ahora sí hablan en serio. De pronto, tras avanzar con la aprobación de la Ley de Ingresos (ley donde se fijaron los impuestos), los legisladores se iluminaron para luego reconocer que lo aprobado no era lo deseable pero sí lo posible, al fin, el año que entra, el del peregrino Bicentenario, saldrá la “reforma” buena aseguran. Pero no perdamos de vista lo que declararon los principales actores políticos, a fin de no caer en las promesas prometeicas que cada fin de año ocurren.
Después de avalar por unanimidad el paquete fiscal, César Nava, el líder panista que naufragó en sus palabras, aceptó: "No creo que haya nadie satisfecho con un paquete de esta naturaleza, y es por eso que estamos convencidos de la importancia de una reforma fiscal de fondo que implique cambios profundos". La medianía, el punto de conformismo lo lleva a asumir que "por ahora tenemos un paquete fiscal y cumple con la expectativa para el 2010”.
Por su lado, el priista Francisco Rojas no ocultó su vocación salvadora: “En el PRI sabemos que el crecimiento será insuficiente, pero también que las tareas básicas del Estado podrían estar en riesgo si no dotamos al gobierno de elementos presupuestales indispensables... con la aprobación de los nuevos impuestos no sólo se salvó un plan fiscal y se garantizó la viabilidad de las finanzas públicas y de la economía nacional, sino se salvó al Estado mexicano de un grave riesgo”. Manlio Fabio Beltrones, el poderoso senador priista enarbola un discurso digno de todo hombre de Estado, con la salvedad de que se trata de una postura personal, por eso propone bajar el Impuesto Sobre la Renta de 30% a 25. Según declaró sobre el Impuesto al Valor Agregado: “La tasa de 16% es muy alta, debería ser de 12% pero que todos paguen. Esto identificando en que no existan excepciones y que se genere una canasta básica de alimentos, pero que sea generalizado el impuesto al consumo al 12 por ciento”.
Luego el Presidente Felipe Calderón reconoció la aprobación del paquete fiscal, pero al mismo tiempo hizo un llamado, como en otras ocasiones, para hacer los cambios de fondo, los mismos que él no ha logrado impulsar. Quizá por eso afirmó: “Quiero convocar a los actores económicos, políticos y sociales de México a que por la vía del diálogo y del entendimiento acordemos la ruta económica que nos permita acelerar el crecimiento y el empleo. Que construyamos a fondo, a través del diálogo, un pacto, un verdadero pacto por el empleo en el País y por el crecimiento de nuestra economía, que discutamos entre actores económicos, legisladores, Gobierno, Gobernadores, cuál es la ruta que nos permita hacer de la economía mexicana la economía que queremos que sea: moderna, competitiva y generadora de empleos".
Pero en el fondo, sea el PAN, el PRI, el Presidente o el casi jefe de Gabinete, el senador Beltrones, el tema de los impuestos en México seguirá siendo un tema de inequidad, donde el Estado y por lo tanto, quienes deciden, no cuentan con incentivos para romper con el corto plazo, con lo políticamente incorrecto (IVA en medicinas y alimentos), con los privilegios y otras distorsiones en la economía Mexicana. Difícilmente podría producirse un efecto diferente con las reglas del juego actuales. La tan deseada “reforma profunda” que tanto pronuncia últimamente el Presidente, no parte del terreno fértil de los ciudadanos para luego regresar a ellos, sino que simplemente trata de llevar las cosas, de tal manera que no se muevan mucho.
Por eso, no es extraño que las encuestas de percepción realizadas a los ciudadanos mexicanos no se pierden en la opinión, sino corroboran la realidad del gobierno. Por ejemplo, la encuesta de Reforma publicada el pasado 27 noviembre, registró con claridad la percepción de los mexicanos con respecto al tema de los impuestos. La mayoría, es decir, el 80% de los mexicanos no considera que el gobierno haga buen uso de sus impuestos. Más lapidario aún es el 88% de la población que lejos de pensar que los impuestos benefician a la gente, percibe se utilizan para privilegiar a unos cuantos. Y esa señal fue ratificada nuevamente por el poder legislativo al ceder ante los intereses fácticos de una televisora capaz de borrar a los políticos presidenciables.
El regalo de poco más de cinco mil millones de pesos se consumó al reformar la Ley Federal de Derechos, donde se regula el espacio radioeléctrico que concesiona el Estado mexicano. Al regalar esos impuestos a las futuras concesionarias de celulares, los legisladores mandan la señal a los ciudadanos que a unos sí se les incrementa los impuestos y a otros simplemente los exenta. Nuevamente estamos en ese círculo vicioso donde la diferencia es visible para los ciudadanos de primera y de segunda, donde el colofón es el privilegio para unos cuantos en detrimento de muchos. En eso consisten los incentivos de nuestras instituciones, mientras no exijamos un cambio de reglas, los resultados serán los mismos.
7 de noviembre
El Siglo de Torreón