Acudo al llamado de Saúl Rosales, escritor al que respeto, no sólo por su trayectoria, sino por la generosidad y visión para formar escritores en el yermo lagunero. Como Coordinador de Bibliotecas en el municipio, hace algunos meses Saúl se dio a la tarea de convocar y organizar una serie de lecturas sobre la revolución mexicana (así con minúsculas). En torno a las lecturas, invitó participar en las mesas a un grupo plural conformado por historiadores, escritores, cronistas y políticos. Desde el pasado 29 de abril iniciaron las reuniones en la Biblioteca José García Letona, ahí se comentaron, discutieron e interpretaron diferentes aspectos de la revolución por medio de historias, novelas, cuentos y memorias.
La tarea es ardua, y la literatura publicada ocupa con facilidad una sección en las buenas bibliotecas. Además, para los laguneros el tema es doblemente significativo: por un lado, la conmemoración centenaria; por otro, los momentos decisivos que aquí se vivieron. En diferentes sucesos, la región fue escenario de sangrientas batallas y acontecimientos políticos decisivos en el rumbo del país. Una serie de “tomas” militares de Torreón, en realidad de la región, acontecieron en 1911, 1913 y 1914. Esta última “toma”, extraordinariamente violenta, a grado tal, que entre Gómez Palacio y Torreón quedaron esparcidos los cadáveres de por lo menos cinco mil hombres. Así se escribía la historia por esas fechas, distante todavía de la “toma” que actualmente se suscita y por distintas razones.
Si bien, no hay mucho que festejar, sí me parece que una forma de acercarnos a los simbólicos años 1810-1910-2010, es a través de la historia. No para coleccionar datos, fechas y hagiografías de los héroes, más bien para provocar una reflexión en el presente y por qué no, un visión hacia el futuro. A principios de semana Enrique Krauze señaló que “en el ambiente flota una duda legítima: ¿debemos festejar, celebrar o únicamente conmemorar? Las tres son voces latinas. Festejar, la más pagana de las tres, es celebrar por todo lo alto, con vino y música, como hacían los romanos con sus Césares. Celebrar tiene en el origen una acepción religiosa, por ejemplo en la misa: es un acto más bien solemne y público de reverencia o veneración. En cambio, conmemorar supone una acción modesta, casi neutra: es el simple acto de recordación” (Reforma, 25-VII-2010).
Aunque Krauze optó por celebrar, en lo personal pienso que no hay mucho para hacerlo. ¿Celebrar qué? ¿El subdesarrollo 200 años después? ¿La pobreza y ahora el crimen como los Bandidos de Río Frío durante el siglo XIX? Aunque la federación, todavía sin brújula en la víspera para el “festejo”, pero con un generoso presupuesto de 2 900 millones de pesos, se ha enfocado más a la necrofilia: desenterrar los huesos de los héroes. Si algo aporta la discusión histórica, es justamente una reflexión de nuestro presente. Por lo tanto, habría que ver más hacia adelante que hacia atrás.
Al respecto, han surgido propuestas que ahora se anuncian en la televisión, y bien vale comparar los anuncios de Iniciativa México, en relación a los trasmitidos por el Canal 11 del Instituto Politécnico Nacional. Los primeros describen al mexicano deseable, al mexicano ideal; los segundos nos muestran concretamente a los mexicanos eminentes. Y justamente esa es la diferencia que de manera simbólica podría proyectarse desde el 2010. Lo que deseamos sí, pero sobre todo, lo que somos y sí funciona y nos permite crecer, enriquecernos como sociedad.
Así pues, contemos la historia en nuestro presente a fin de proyectarla al futuro. Un futuro que necesita grandeza y razones para estar orgullosos de nuestra nación. Al mismo tiempo, la construcción de ese futuro dependerá del compromiso cívico que impulsen los ciudadanos, porque al final, la transformación no vendrá desde afuera, sino de nosotros mismos. ¡2010 puede ser el inicio!
Gracias Saúl por estas mesas, por la visión modesta, y sin embargo profunda para conmemorar nuestro Centenario.
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