Plaza de Armas, antes "2 de Abril", Fuente: AMT, Miller.
Pocos lugares tan significativos en Torreón como la “Plaza de Armas”. Aún así, cuando se realizó el primer trazo del cuadro urbano, hecho por el ingeniero Federico Wulff en 1887, la plaza no estaba proyectada. Sería hasta dos años después, en 1889, cuando Andrés Eppen, representante del propietario de los terrenos, cedió la manzana 32 a un precio simbólico de diez pesos, para que ahí se hiciera el parque. Sin embargo, la incipiente población se estaba organizando, y el modesto Ayuntamiento inició en 1893. Por esas fechas, Torreón era más polvoso que ahora, y en realidad, el trazo urbano estaba delimitado por las vías del ferrocarril y el río Nazas. Era una población similar a los pueblos de “viejo oeste” norteamericano: la estación de trenes, algunos hoteles, cantinas, casas, edificios de madera, y también construcciones de adobe y tabique.
El terreno destinado para la plaza, era utilizado como banco de tierra para fabricar adobes, así que había grandes hoyos que tuvieron que ser rellenados en 1894. A partir de entonces, se inició de manera irregular la construcción del espacio público por excelencia, y fue hasta 1898, cuando Francisco Villanueva, el presidente municipal que tenía el sueño de construir un gran palacio municipal, congregó la buena voluntad y los recursos de los vecinos. No está demás recordar que el Ayuntamiento ¡no tenía dinero!, para terminar la plaza.
Ese año logran enladrillar y pavimentar los pasillos del parque, siembran fresnos, instalan una noria, construyen un kiosko (no el horror que está ahora), y bautizan el lugar como plaza “2 de abril”, en honor a la batalla ganada por Porfirio Díaz, eterno Presidente de la República. Posterior a la revolución, en 1917, la plaza en memoria de Don Porfirio, se le cambió el nombre para quedar como “Constituyentes”.
Kiosko porfiriano, fuente: AMT, Miller.
Hago este rodeo por la historia lagunera, ya que en las últimas semanas el gobierno municipal deEduardo Olmos, está realizando una obra en la plaza. En principio, estoy de acuerdo con la acción, así lo expresé en la Junta de Conservación, sobre todo, porque en los últimos años el abandono y deterioro dominan ese espacio público.
Sin embargo, las características del lugar, en especial su eminente carácter histórico, exigen un tratamiento cuidadoso y fino de la intervención que ejecuta la dependencia de Obras Públicas, a cargo de Arturo Lozano. Varias situaciones exhiben el descuido, la falta de pericia administrativa y la debida integración de un proyecto público. Por otro lado, se consultó a la Junta de Conservación cuando los trabajos ya estaban en marcha. Asimismo se inició la ejecución de una obra sin el proyecto ejecutivo, lo cual deja duda sobre otras operaciones que lleva Obras Públicas.
Qué bueno que se haga una obra en beneficio de la ciudad, qué bueno que se atiendan añejas demandas, pero también, que la voluntad de hacer atienda la forma y el fondo. Ni una, ni otra están demás. Por eso esperamos, en razón de la eficacia y eficiencia, que el proyecto ejecutivo dimensione adecuadamente los valores de la plaza, no sólo desde el punto de vista histórico, sino también desde la relevancia delpatrimonio arquitectónico, el valor social, e incluso económico que representa para el entorno del Centro.
Como si fuera una premonición, el pasado lunes en la Universidad Iberoamericana, Luis Carlos Herrera, arquitecto y futuro doctor por la universidad de La Sapienza, Roma, nos recordó la importancia del patrimonio histórico para Torreón:
“La defensa del patrimonio depende en gran medida de la identificación emotiva de la sociedad hacia sus espacios, monumentos y arquitecturas históricas. Una ciudad, como espacio construido, incapaz de generar apreciación y orgullo hacia la sociedad que la vive, difícilmente podrá encontrar maneras de preservar su patrimonio edificado y generar una mejor calidad de vida” (Buenaval: 2008).
“La defensa del patrimonio depende en gran medida de la identificación emotiva de la sociedad hacia sus espacios, monumentos y arquitecturas históricas. Una ciudad, como espacio construido, incapaz de generar apreciación y orgullo hacia la sociedad que la vive, difícilmente podrá encontrar maneras de preservar su patrimonio edificado y generar una mejor calidad de vida” (Buenaval: 2008).
En este sentido, la intervención de la plaza no es una obra menor, y por lo tanto, el buen resultado de la misma puede contribuir a la dignificación del Centro, y por qué no, al orgullo de nuestra identidad local. Ojalá que el responsable de ejecutar la obra esté a la altura de las circunstancias.