En La Laguna tenemos muchas razones para estar orgullosos, pero la principal es su gente. Luchona, abierta, hospitalaria, y sobre todo, esforzada en salir adelante a pesar las difíciles circunstancias que hemos vivido en los últimos años. Así somos los laguneros, dispuestos al esfuerzo y también al cambio. Con su clima árido y desértico, tenemos puntuales tolvaneras y calor de sobra. Pero a falta de la belleza de otras ciudades, o la benevolencia de otros climas, nosotros compensamos con trabajo y servicio esas carencias. Ya sea por labores o por visita, quienes vienen de fuera de la Comarca, bien dicen que no se sienten forasteros, sino se sienten como en casa.
Quizá esa virtud proviene del origen mismo de nuestras tierras. En buena medida la población de la región se hizo con migrantes de otras ciudades del país como Zacatecas, Durango, San Luis Potosí, Guanajuato, y en menor número, extranjeros que hicieron de La Laguna, su nueva patria. Gracias a las migraciones crecieron poblaciones como Torreón y Gómez Palacio por allá de la década de 1880, cuando el ferrocarril nos resaltó en el mapa nacional. Los laguneros de esa generación hicieron las ciudades con gran empuje, y sobre todo, conscientes de que el futuro estaba en sus manos. No había fatalismo, sino esperanza. Por lo mismo, las primeras empresas que fincaron la riqueza de la región, se nombraron casi como virtudes teologales: La Fe, La Esperanza, La Constancia, La Alianza, La Unión, La Amistad.
Ahora los laguneros comenzamos a salir poco a poco de una dura crisis de violencia e inseguridad. Es algo que se siente y se palpa en las calles. Ahí están los numerosos grupos de ciclistas urbanos que han tomado las calles. Ahí están tantas y tantas asociaciones que vienen haciendo trabajo comunitario. Ahí están las organizaciones civiles ocupadas en cambiar la región. De esa manera tenemos un conjunto de valiosísimos granos de arena que están construyendo otra ciudad. Y es justo la narrativa de esperanza que debemos difundir y acrecentar. Sin lugar a dudas, las adversidades que vivimos en los últimos años, llevaron a los laguneros a organizarse para sacar lo mejor de la sociedad. Como aquellos laguneros de antaño que al cooperar levantaron un puente para unir Torreón con Gómez Palacio y Lerdo, los de ahora nos demuestran que a pesar de las dificultades, es posible salir adelante.
Esas historias que ahora estamos construyendo, son motivo de esperanza, y sobre todo, de orgullo. Orgullo de nuestro pasado de lucha. Pero más orgullo por su gente. Por lo mismo, celebramos que un grupo de importantes asociaciones laguneras conformaron "OrguYo Lagunero", una asociación que se ha propuesto resaltar la identidad y el orgullo entre los laguneros. Hoy, más que nunca los necesitamos.
30 de julio 2014
El Siglo de Torreón