lunes, 12 de enero de 2015

De libros y lecturas




Hago una pausa a las tribulaciones mexicanas y regreso a las lecturas que estuvieron presentes en los últimos meses. No todas, pero algunas referencias de vuelapluma. Ante el desánimo, quizá estos días nos den tregua a las tremendas semanas con las que cierra el año. Con sencillez. Con la calma de un haikú, regreso a las Sendas de Oku (2005), en la traducción que Octavio Paz y Eikichi Hayashiya hicieron de los poemas de Matsuo Basho: De los cerezos en flor/ al pino de dos troncos/ tres meses ya. Hace algunos años el Fondo de Cultura Económica rescató aquella edición de 1957 que nos permite recorrer cinco diarios de viaje de Basho ilustrados Yosa Buson: Este camino/ nadie ya lo recorre/ salvo el crepúsculo.
Y de la poesía a la comida, llegué a la experiencia del chef peruano, Gastón Acurio. No me dejó de impresionar cómo su historia en la cocina, revolucionó la industria culinaria en Perú. Lejos de ocultar o guardar con celo sus recetas, las compartió a los cuatro vientos. Abrió restaurantes y escuelas. Colaboró con colegas y difundió colectivamente sus saberes. "Nosotros los cocineros peruanos no competimos, sino que compartimos". Así narró una de las experiencias más exitosas y emblemáticas de Perú. De esa manera, el chef que no quiso ser abogado, construyó un emporio gastronómico de millones de dólares. Para Acurio, "si te llevas tu receta a la tumba, no existes". En el mismo tono, Andrés Oppenheimer reunió diversas historias de esperanza e innovación en América latina. Más allá de la crítica, el periodista argentino ofrece una visión alentadora de los talentos que está transformando a los países de la región. ¡Crea o morir! de Oppenheimer (2014), insiste en la innovación y la creatividad como medios para el detonar el potencial que habita en Latinoamérica.
Para los jóvenes políticos, Fuego y cenizas (2014) de Michael Ignatieff, ofrece una visión sobre el éxito y fracaso en la política. En un breve, pero intenso libro, el académico metido a político cuenta de primera mano cómo llegó al gobierno de Canadá y cómo lo perdió por su falta de sentido político. Entre los opinólogos, hay un prejuicio extendido de que los intelectuales o académicos en el poder, son los hombres más indicados para la política. Se cree que el político debe ser un hombre de ideas que desde la abstracción genera los mejores planes para el gobierno.
Pero la historia, maestra del desengaño, ofrece célebres ejemplos de pensadores que resultaron un rotundo fracaso en la política. Platón, fue consejero del poder y terminó como esclavo.
Maquiavelo, el genio que escribió El Príncipe, fue apresado y torturado.
Ignatieff es uno de los politólogos más reconocidos internacionalmente. Profesor de la Universidad de Harvard, dio el salto de la academia a la política. Su trayecto por el pedestre mundo de la política fue un desastre. "Espero que las cenizas de mi experiencia sean esparcidas en el algún jardín. Todo aquel que ama la política, y yo aún la amo, quiere animar a otros a que vivan sus sueños, pero también quiero que entren en la batalla más preparados de lo que yo estaba. Quiero que sepan, que sientan, lo que es tener éxito, pero también lo que es fracasar, para que no tengan miedo de ninguna de las dos cosas".
Ante el fracaso, escribe Ignatieff con provecho para los jóvenes aspirantes: "Pensé que gran parte de la teoría política, cuya lectura se requiere a estudiantes de todo el mundo había sido escrita no por aquellos que habían triunfado en la política, sino por aquellos que habían fracasado en ella. Que la astucia teórica vaya de la mano del fracaso político con tanta frecuencia, arroja luz sobre aquello que hay de específico en el talento político".
Imperdible la extensa colección de ensayos de George Orwell, recientemente publicada por Losada en 2013.
Posdata. Para como están los tiempos, volví a releer Ricardo III de Shakespeare.
24 de dic 2014
El Siglo