Procuro
estar atento a las miradas sobre la ciudad. Entre las repeticiones sin fin,
ocasionalmente surge alguna que renueva lo que siempre hemos visto. Calles,
sitios, comercios, edificios, aglomeraciones, personas. Para salir de uno
mismo, busco ver lo que otros vieron. Por lo general no encuentro novedad, o al
menos, algo de gracia al ajetreo de todos los días. Tanto vemos la ciudad, que
al final ya no observamos. La costumbre la vuelve invisible, aunque un buen día
alguna pérdida, o la hace notable, o la condena a la indiferencia.
Recientemente
recorrí el centro de la ciudad a través de la mirada del fotógrafo y polémico
artista Jesús Flores. Bajo el título “Sol del poniente, intervención
fotográfica en las entrañas de Torreón”,
Flores representa una visión notable desde el poniente de la ciudad. Sí, esa zona
estigmatizada por la violencia y la criminalidad, esa zona que durante varios
años se nos dijo que no podíamos ir. No obstante, lo significativo de las imágenes
de Flores, no es la visión fácil de la violencia. Tampoco se deja llevar por el
morbo del crimen y los cadáveres. Su propuesta es más sobre la vida, que sobre
la muerte. Por medio de retratos, paisajes y detalles en los espacios, Flores
nos comparte una intimidad colectiva de la ciudad. Pero lejos del turista que toma fotografías,
la lente de Flores es la del vecino que se gana la confianza. Su recorrido va
por los barrios y las colonias más antiguas de Torreón. Justo las que nacieron
a la par de las industrias en los primerísimos años de 1900. Sol del poniente
alumbra a una ciudad dispuesta a reponerse. Una ciudad resiliente. Lo que
encontramos son vívidas imágenes de jóvenes y ancianos, trabajadores que en el
día a día también son la ciudad.
En
un principio “Sol de oriente” estaba destinada a exhibirse en una conocida
galería de la ciudad, pero el destino quiso que no fuera así para gozo de más
personas. Y celebro ese rechazo, porque lejos de los pequeños públicos que
asisten a una galería, Flores tomó la ciudad misma como espacio de exhibición. Más
todavía, armó un emblemático recorrido por el centro y la Alianza. Así
empezamos el peregrinaje en la Copa de Leche, un restaurante de la vieja
guardia que de milagro sobrevive. Dos imágenes de gran formato destacan en la
pared. Por un lado, la panorámica nocturna de la Durangueña. Por otro, la
preciosa vitalidad de un conjunto de niños en las alturas del cerro de la Cruz.
A partir de ahí fuimos a Telas Parisina, donde literalmente nos abrimos paso
entre telas y clientes. Es decir, mejor escenario no podía haber para encontrar
aquella fotografía. Como en un viaje, continuamos a otras paradas en Milano,
Loches Mundo, Casa Duarte, Mueblería Alvarado, El Confite y finalmente,
terminamos en el Hotel Hidalgo, un lugar que añora a gritos la época del
ferrocarril.
Más
que hablar de un espacio martirizado a fuerza de violencia y balas, las
imágenes de Flores retratan la sobrevivencia de colonias como Plan de Ayala,
Maclovio Herrera, Durangueña, Rinconadas la Unión y Polvorera. A decir de Lee
Quiñones, “sólo hay una razón para el arte. Saber que estás vivo”. De esa
manera reconocemos miradas estoicas, sonrisas alegres y geografías comunes. Por
un momento, la imagen nos lleva a la casa más alta del cerro de la Cruz, donde
se impone un profundo azul del cielo. Ni la ciudad, ni los carros. Todo queda
abajo.
Luego
seguimos en un mar de ropa y mercancía, para encontrar el rostro seguro y claro
de un panadero. De igual forma nos mueve la imagen de la abuela que lo ha visto
todo, y sin embargo, paciente está sentada en la banqueta. Tanto impactó ese
instante, que hasta sus hijos regresaron de Estados Unidos para conocer la
foto. En palabras de Flores: “el Poniente espera paciente el regreso de aquellos
que se fueron, se perdieron en el caos o desaparecieron. Los esperan sus
madres, sus padres, sus mujeres, sus hijos, sus hermanos, sus amigos. Los
esperan sus barrios que dejaron de estar divididos y ahora se convierten en uno
solo; la patria del Poniente. Una república personal en el que hasta los
detalles más pequeños de la existencia reafirman el sentido de vivir”.
“Sol del poniente” es la lente de Jesús Flores
que recupera para sí, y para nosotros, una necesaria esperanza.
Posdata.
Agradecemos a Flores y al colectivo de mujeres ciclistas, Bicionarias Laguna,
su invitación para conocer la exposición. Nos vemos en Twitter @uncuadros.
11 de febrero 2015
El Siglo