Reedición insospechada
Bien dice el dicho: del plato a la boca se cae la sopa. Y algo similar podría suceder con la elección de gobernador en Durango celebrada el domingo pasado. Al cierre del Programa de Resultados Electorales Preliminares, la ventaja del candidato priista, Jorge Herrara Caldera era mínima. Un puñado de votos, poco más de 11 mil, lo separan de José Rosas Aispuro. Sin embargo, la historia no ha terminado ahí, porque si bien, el Instituto Electoral de Durango todavía no ha proclamado un ganador oficial, cada uno de los candidatos ya se autoproclamó.
Así, cada uno salió a las calles para demostrar apoyos multitudinarios, proclamar su victoria y de paso, lanzar acusaciones. Sin embargo, será hasta la semana que entra cuando el Instituto Electoral exponga los resultados oficiales. A partir de ahí, es posible conocer un ganador o por el contrario, veremos el inició de una impugnación que habría de resolverse en el Tribunal Federal. En dado caso, no sería la primera vez que una elección de gobernador es anulada. Antes la de Colima y Tabasco fueron anuladas por el Tribunal.
En este sentido, la elección quedó vergonzosamente manchada por el robo de urnas, actos violentos e irregularidades en algunas casillas de Gómez Palacio y Durango. Esto no quiere decir que toda la elección sucedió de esa forma, pero lamentablemente por una parte se suele tomar el resto. Al respecto, la Procuraduría Estatal en vez de generar certidumbre, sembró más dudas. Falta ver que las acusaciones que ha hecho en contra de varios perredistas, logren fundarse con claridad y solidez. Asimismo, las sospechas generadas por la aparición de material electoral en una camioneta oficial de la Procuraduría, causó malas señales y peores explicaciones de las autoridades responsables.
Por lo pronto, la incertidumbre, el vilo de las elecciones ha mostrado una cara inédita para el estado de Durango. Tradicionalmente el PRI ha mantenido una hegemonía insana para el estado y por lo mismo (salvo en el caso de los municipios), la alternancia política es inexistente, de la misma manera que la competencia electoral ha resultado simbólica. No obstante, el proceso que llevaron los duranguenses el pasado 4 de julio, rompió con la “normalidad” priísta. Para empezar, las encuestas no reflejaron la notable competencia electoral, lo cual amerita una discusión aparte; pero ni Gabinete de Comunicación Estratégica, Mitofsky, Marketing Político y Covarrubias y Asociados lograron detectar el voto de la Coalición. Entre 14 y 18 puntos de diferencia señalaban los estudios. Algo similar ocurrió en las elecciones de Veracruz e Hidalgo. Finalmente, la diferencia registrada a favor de Herrara Caldera fue tan sólo de 1.9%. ¡Vaya elección! que suponía “normalidad”; terminó envuelta en sorpresas, sustos y lecciones.
Para verlo en perspectiva recurramos a los distritos. Fue en los municipios donde se dio casi el triunfo del PRI, en particular La Laguna. Con la excepción de Cuencamé, Canatlán y el sexto distrito de Durango, el resto de la capital, más numerosa en electores, se lo llevó Rosas Aispuro. En la anterior elección de gobernador, 2004, el PRI arrasó con todos los distritos, logrando una diferencia a favor de 104 mil 880 votos. Ahora aventaja con poco más de 11 mil ¿Dónde quedaron los 93 mil restantes?
Más que el PAN, fue la mano de Marcelo Ebrard y Manuel Camacho Solís la que metió al PAN-PRD a la pelea e impuso un nuevo récord electoral, sobre todo para los panistas.
Por ahora la competencia estuvo pareja y la elección del domingo demostró que el PRI no es absoluto como suele añorar Beatriz Paredes. De esta manera, las alianzas demostraron que sí le pueden ganar al PRI y que la competencia está de regreso.
En general, falta ver para qué quieren el poder los otros partidos de la alianza, porque si a 10 años de la alternancia en México, Gabino Cué en Oaxaca, Rafael Moreno Valle en Puebla y Mario López Valdés en Sinaloa, se empeñan en “avicentarse” (Sergio Aguayo Quezada, Reforma, 7-VII-10), los triunfos serán irrelevantes para la maltrecha democracia mexicana.