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jueves, 1 de junio de 2017

Un semáforo para la Morelos

Foto El Siglo https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1303133.reubicaran-semaforo-de-paseo-morelos.html


Pocos lugares tan emblemáticos y queridos en Torreón, como la avenida Morelos. Ya sea por la historia, por los paseos de antaño, y los presentes, la Morelos tiene un lugar especial en la identidad de la ciudad.
Como lugar público, la avenida se volvió durante los años veinte, un símbolo de Torreón. En 1923, un joven alcalde, Nazario Ortiz Garza, inició la obra del camellón central y la pavimentación sobre la Morelos. Por ahí nos queda una foto del alcalde, con riguroso traje y sombrero, supervisando la obra. Pero la construcción no fue de un año. Hubo que trabajar por otros cuatro años más, para concluir lo que fue el primer bulevar —en el sentido de baluarte—, de Torreón. Por aquella época, el ayuntamiento tenía un erario modesto, así que el alcalde Ortiz Garza, que con los años se convertiría en uno de los más queridos gobernadores de Coahuila (percátese lector que no siempre hemos tenido gobernadores tan malos), logró apoyo de empresas y particulares para concluir la obra en otro periodo de gobierno. Vino otra administración, y para bien continuaron la obras, e incluso, añadieron jardín al camellón central, y sobre todo, una elegante iluminación a la vía. Por fortuna, conservamos imágenes de ese precioso momento, cuando la reina de la Feria del Algodón, Elvira Torres, bajó el switch y se iluminó la Morelos en 1925.
Reelecto como alcalde en 1927, Nazario volvió a la obra. Consiguió recursos privados para realizar el remate central de la avenida en la Alameda: la “Fuente del Pensador”. Dicho conjunto escultórico realizado por el escultor Fernando Toriello, es una réplica del Lorenzo de Medici que hizo Miguel Ángel para su mausoleo. Dicho sea de paso, se conserva de milagro, los dos únicos desnudos de aquellos años.
A partir de entonces, la Morelos y su conjunto monumental, aunado a dos columnas que conmemoran el centenario de la Independencia en 1910 (hoy sumamente maltratadas), son uno de los principales monumentos históricos de Torreón. De acuerdo con el antropólogo Marc Augé, “sin ilusión monumental, a los ojos de los vivos, la historia no sería más que una abstracción”.
A qué viene toda esto. A finales de noviembre del año pasado, la administración municipal avaló una aberración que afectó la vista del monumento histórico. En medio del lugar instaló un absurdo semáforo. En 89 años el monumento fue respetado por tiros y troyanos. Pero no faltó un gobierno tan ignorante como indolente, que quiso hacer todo nuevo, como si la historia empezara con esa administración. Por entonces, le comuniqué por escrito al alcalde la necesidad de corregir la situación, pero fiel a su estilo, no escuchó ni hizo nada.  Bien dicen que los políticos entienden mejor a periodicazos. La semana pasada una serie de comentarios en las redes sociales, y hasta un video que se mofa de la estupidez gubernamental, lograron hacer recapacitar a medias a la autoridad. Por lo pronto acaban de quitar el semáforo, pero la cosa no termina ahí.
Aficionado a la historia, y a otras cosas… el director de obras públicas, Gerardo Berlanga, le echó la culpa a la constructora Alfa, pero luego insistió en reubicar el estético y funcional semáforo a unos metros del lugar. Más todavía, le quiere hace una pequeña rotonda, como a quien no le basta presumir su estulticia. ¡Brillantes funcionarios!

En octubre de 2013, otro brillante funcionario tuvo la grandiosa “iniciativa” de mandar pintar de rojo la llamada fuente del “Pensador”. Por supuesto, el rojo  como burda referencia partidista. Todavía no terminaban de pintar, cuando una cascada de críticas los obligó a recular. De esa manera, el ayuntamiento tuvo que corregir el daño al monumento. En aquel momento, uno de los aspectos más significativos, fue la defensa de los ciudadanos. De la misma manera, tengo la esperanza de que los ciudadanos organizados, defendamos el patrimonio histórico de la ciudad, a pesar de la autoridades. Por cierto ¿Dónde están los historiadores? Dormidos en la revolución. 
18 de enero 2017 

miércoles, 31 de mayo de 2017

Conservación (del Torreón)


Foto: Inafed http://www.inafed.gob.mx/work/enciclopedia/EMM05coahuila/municipios/05035a.html

“No puedes simplemente poner algo nuevo en un lugar. Tienes que absorber lo que ves a tu alrededor, lo que existe sobre la tierra, y luego utilizarlo, junto con el pensamiento contemporáneo, para interpretar lo que ves".
Tadao Ando

Me gusta la historia, pero no como acumulación de datos, más bien, como interpretación del presente. La historia nos permite conocer mejor nuestro entorno, valorarlo. Gracias a la historia, hice para mi la dicha de ver con otros ojos la ciudad. Mejor aún, desde hace varios años, nos propusimos llevar la historia a las calles, en el lugar de los hechos, a pie de banqueta; o más divertido todavía, en bicicleta. En los recorridos, una de nuestras amistades nos agradece por llevarlo al “Torreón desconocido”. ¿De qué se trata? Ese Torreón que ahí está frente a nosotros, tan a la mano, que ya no lo vemos. La diferencia proviene del conocimiento de la historia. De esa manera, las calles cobran sentido, los edificios hablan, o los rastros del pasado muestran nuestra ciudad.

Por estos días ha resurgido el interés, pero sobre todo, la defensa de la historia en un aspecto muy específico de la ciudad: la destruida Plaza Cívica Torreón y hasta ahora, un emblemático monumento que resiste golpes y mala voluntad. Sobre ese monumento de Torreón, instaurado en 1974, conviene hacer varias anotaciones. Para una ciudad de 110 años, más de cuatro décadas ya cuentan en la biografía. No las podemos borrar así nada más. A lo largo de esos años, el monumento del Torreón fue adoptado por muchos ciudadanos, a tal grado, que ya forma parte de la imagen de empresas, escuelas, colegios, logotipos conmemorativos y hasta múltiples medallas del Maratón Lala.

Destaca la presencia constante de ese Torreón monumental, en numerosos diseños representativos de la ciudad. Para el caso, no es casualidad que una forma de aprehender la imagen del monumento, sea por medio de la incorporación y reproducción de tantos y tantos logotipos. Incluso, para los diversos festejos de la ciudad, bodas de plata y de oro en 1932 y 1957. También en los 75 años de la ciudad, y en el centenario de la municipalidad, se incorporaron torreones antiguos y modernos. Quienes dudan de la representatividad de esa imagen basada en el Torreón que ahora están dañando, ya pueden comprobar el peso de la opinión pública.  Recientemente, un grupo de artistas y asociaciones, lanzaron el “Manifiesto Torreón 110”,  a fin de conmemorar el aniversario de la ciudad.  El proyecto convoca a varios artistas para realizar piezas basadas en el emblema que ahora quita el ayuntamiento. ¡Vaya ironía!

 ¿Por qué eligieron ese lugar para levantar ahí el monumento del Torreón en 1974? Lejos de ser una ocurrencia, se eligió ese lugar, por referir al antiguo rancho del torreón que el matrimonio Leonardo Zuloaga y Luisa Ibarra formaron en 1850. Para tal obra, Zuloaga contrató a Pedro Santa Cruz, quien dirigió la construcción del torreón, además de una presa por entonces conocida como Carrizales, pero que al paso del tiempo, se le renombró presa del Coyote. En la obra participaron habitantes del poblado La Concepción, actualmente ejido La Concha. De esa manera,  los primeros pobladores del rancho identificado por la torre, fueron también, los primeros torreonenses.  Sin embargo, ese torreón original, que sirvió como defensa y atalaya contra el ataque de los indios, se lo llevó una gran avenida del río Nazas en 1868. Quién dijera, pero 100 años después, en 1968, el río causó alarma por inundación en las poblaciones laguneras.


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A manera de homenaje, y recordando el sitio del primer torreón que dio pie al nombre de la ciudad, se construyó el monumento que nos identifica. El monumento no es concreto; es historia. Resulta una pena, dada la importancia del lugar, el proceder de un gobierno que no escucha, ni quiere escuchar. En pleno siglo XXI, tenemos todo para conservar, integrar y adaptar las nuevas obras, pero faltó inteligencia, visión y sensibilidad.  

8 de marzo 
El Siglo de Torreón

lunes, 26 de diciembre de 2016

Palacio Federal


La historia está en sus edificios. En el hormigón, el fierro, los ladrillos, o para acabar pronto, en las formas y los materiales. También está la historia en la disposición de los espacios que conforman una cierta identidad. De esa manera, la arquitectura vale, en tanto es ocupada por la gente. Un lugar, un espacio o un edificio pueden volverse un referente reconocido. A pesar de su juventud como ciudad, poco más de cien años, Torreón cuanta con referentes arquitectónicos reconocibles. Sin duda, por sus características, por el contexto de su historia, el Palacio Federal es uno de los emblemas de la ciudad. Construido por el gobierno federal entre 1944 y 1946, el Palacio Federal fue un inmenso edificio en la época. Su sola construcción durante el gobierno del presidente Manuel Ávila Camacho, reveló una vez más, la importancia de la región Lagunera, para la presidencia de la República. ¿En los últimos sexenios, qué obra de gran calado tenemos?
Eran otros tiempos donde la Laguna recibía gran atención de la federación. El Banco de México, no para Saltillo ni Durango; sí para Torreón. Otras grandes obras como la presa El Palmito, el Banco Rural, el Hospital Ejidal… pero regresemos al Palacio. Bajo una arquitectura federalista, el edificio tiene aires brutales que recuerdan a los gobiernos totalitarios de aquellos años, como la Alemania dominada por el Nacional Socialismo, o la Rusia dictatorial de Stalin. También, eran los años dorados del estado mexicano, como un estado fuerte, autoritario, con el control de casi todo, incluida la esposa del presidente. De esa manera, para atender directamente a la región, se construyó el Palacio Federal. De acuerdo con los parámetros de la época, el proyecto nació grande y se destinó una manzana para levantar ahí el pesado edificio de tres plantas y sótano. Se levantaron fuertes columnas y robustos pilares de concreto armado y arena del río Nazas. Sus colores son formales: blanco y gris oscuro. A la sencillez geométrica concebida por el arquitecto Luis Prieto Souza, quien fue un buen representante de la escuela tapatía, se agregó el conjunto escultórico que terminó por coronar el edificio. Cuatro magníficas esculturas para representar la agricultura, la industria, la educación y el deporte. Cada una vigila desde entonces las cuatro esquinas del edificio. Frente a una enorme multitud, el presidente Ávila Camacho y ex presidente Lázaro Cárdenas, inauguraron el Palacio el 5 de octubre de 1946. Ahí estuvo el gobernador de Coahuila, Ignacio Cépeda Dávila, un hombre de triste historia. También acompañó el joven alcalde de Torreón, político de buena memoria entre la gente: Braulio Fernández Aguirre.  
¿A qué viene esta historia? Desde hace unos meses se realizan obras de remodelación en el Palacio Federal, que ya cuenta con 70 años. De acuerdo con el Instituto de Administración y Avalúos de Bienes Nacionales (INDAABIN), la inversión asciende a 87 millones de pesos. El proyecto tiene aciertos plausibles como las instalación de paneles solares, adecuación de plafones en los techos, áreas verdes y mantenimiento general. Sin embargo, llama la atención, la instalación innecesaria de plafones en los muros y columnas del edificio. Lejos de conservar el edificio histórico bajo los criterios de intervención y restauración, han dañado la fachada con plafones. A todas luces el palacio requería restauración, pero ahora han perforado la fachada e instalado ahí plafones innecesarios, como quien trae dinero para desperdiciar. En un recorrido que hice el sábado pasado, pude constatar la manera en que han maltratado el edificio. Sin ningún respeto de la historia y la identidad arquitectónica. Celebro la modernización del edificio, la inversión para dignificar el espacio, pero también condeno la ignorancia con la que procedieron a dañar la fachada. ¿Quién asesoró el proyecto? ¿Por qué las mismas autoridades que reconocen el edificio como “artístico” permiten el daño? ¿Por qué no consultar antes a los expertos en restauración que tiene el mismo gobierno en el INBA y el INAH? Es una pena lo que ahora sucede, que bien podría enmarcarse en un manual de cómo dañar edificios históricos. En toda indolencia, llama la atención que los historiadores están dormidos. A ellos les interesa el mito de la revolución. De igual manera, se nota la ausencia de las ocho escuelas de arquitectura y sus cientos de alumnos. Les pasa de noche la pérdida del patrimonio arquitectónico en la región. ¿Dónde está el Colegio de Arquitectos? Urge a la ciudad un consejo responsable y comprometido con el cuidado y preservación de nuestro patrimonio. Lo que tenemos a cambio, es ignorancia e ignominia. 
26 de octubre 2016
El Siglo https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1276301.palacio-federal.html
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martes, 13 de mayo de 2014

Otra vez: destruir la historia

Aunque decimos que Torreón es una ciudad joven, esto no significa que no tengamos edificios e inmuebles con valor histórico. Por el contrario, en la ciudad sobreviven arquitecturas representativas de la villa del Torreón. Ya sea por incuria o ignorancia, hay quienes se empeñan en destruir la historia y la identidad. Hace tiempo que entendí que el gobierno, lejos de conservar, avala la destrucción. Por otro lado, pocos son los particulares que reconocen en las casas antiguas y edificios, algún valor histórico. Para esa visión, lo más utilitario es el terreno. No hay más. Otra vez están derrumbando un edificio histórico sin que nada pase, ni nadie diga nada (¿Y el Consejo de Conservación del Centro Histórico?). En la esquina de la avenida Allende y calle Galeana, han derrumbado patrimonio la ciudad. Mientras terminan con la “obra”, todavía queda una fachada de tabique, base de piedra y ornamentos del gusto porfiriano.  El desenlace ya lo conocemos: ¡A NADIE LE IMPORTA! 
Fotos: Carlos Castañón Cuadros, mayo 2014







sábado, 21 de agosto de 2010

La plaza de Don Porfirio







Plaza de Armas, antes "2 de Abril", Fuente: AMT, Miller.

Pocos lugares tan significativos en Torreón como la “Plaza de Armas”.  Aún así, cuando se realizó el primer trazo del cuadro urbano, hecho por el ingeniero Federico Wulff en 1887, la plaza no estaba proyectada. Sería hasta dos años después, en 1889, cuando Andrés Eppen, representante del propietario de los terrenos, cedió la manzana 32 a un precio simbólico de diez pesos, para que ahí se hiciera el parque. Sin embargo, la incipiente población se estaba organizando, y el modesto Ayuntamiento inició en 1893. Por esas fechas, Torreón era más polvoso que ahora, y en realidad, el trazo urbano estaba delimitado por las vías del ferrocarril y el río Nazas. Era una población similar a los pueblos de “viejo oeste” norteamericano: la estación de trenes, algunos hoteles, cantinas, casas, edificios de madera, y también construcciones de adobe y tabique.

El terreno destinado para la plaza, era utilizado como banco de tierra para fabricar adobes, así que había grandes hoyos que tuvieron que ser rellenados  en 1894. A partir de entonces, se inició de manera irregular la construcción del espacio público por excelencia, y fue hasta 1898, cuando Francisco Villanueva, el presidente municipal que tenía el sueño de construir un gran palacio municipal, congregó la buena voluntad y los recursos de los vecinos. No está demás recordar que el Ayuntamiento ¡no tenía dinero!, para terminar la plaza.

Ese año logran enladrillar y pavimentar los pasillos del parque, siembran fresnos, instalan una noria, construyen un kiosko (no el horror que está ahora), y bautizan el lugar como plaza “2 de abril”, en honor a la batalla ganada por Porfirio Díaz, eterno Presidente de la República. Posterior a la revolución, en 1917, la plaza en memoria de Don Porfirio, se le cambió el nombre para quedar como “Constituyentes”.

Kiosko porfiriano, fuente: AMT, Miller.

Hago este rodeo por la historia lagunera, ya que en las últimas semanas el gobierno municipal deEduardo Olmos, está realizando una obra en la plaza. En principio, estoy de acuerdo con la acción, así lo expresé en la Junta de Conservación, sobre todo, porque en los últimos años el abandono y deterioro dominan ese espacio público.

Sin embargo, las características del lugar, en especial su eminente carácter histórico, exigen un tratamiento cuidadoso y fino de la intervención que ejecuta la dependencia de Obras Públicas, a cargo de Arturo Lozano. Varias situaciones exhiben el descuido, la falta de pericia administrativa y la debida integración de un proyecto público. Por otro lado, se consultó a la Junta de Conservación cuando los trabajos ya estaban en marcha. Asimismo se inició la ejecución de una obra sin el proyecto ejecutivo, lo cual deja duda sobre otras operaciones que lleva Obras Públicas. 

Qué bueno que se haga una obra en beneficio de la ciudad, qué bueno que se atiendan añejas demandas, pero también, que la voluntad de hacer atienda la forma y el fondo. Ni una, ni otra están demás. Por eso esperamos, en razón de la eficacia y eficiencia, que el proyecto ejecutivo dimensione adecuadamente los valores de la plaza, no sólo desde el punto de vista histórico, sino también desde la relevancia delpatrimonio arquitectónico, el valor social, e incluso económico que representa para el entorno del Centro. 

Como si fuera una premonición, el pasado lunes en la Universidad Iberoamericana, Luis Carlos Herrera, arquitecto y futuro doctor por la universidad de La Sapienza, Roma, nos recordó la importancia del patrimonio histórico para Torreón: 

La defensa del patrimonio depende en gran medida de la identificación emotiva de la sociedad hacia sus espacios, monumentos y arquitecturas históricas. Una ciudad, como espacio construido, incapaz de generar apreciación y orgullo hacia la sociedad que la vive, difícilmente podrá encontrar maneras de preservar su patrimonio edificado y generar una mejor calidad de vida” (Buenaval: 2008).

En este sentido, la intervención de la plaza no es una obra menor, y por lo tanto, el buen resultado de la misma puede contribuir a la dignificación del Centro, y por qué no, al orgullo de nuestra identidad local. Ojalá que el responsable de ejecutar la obra esté a la altura de las circunstancias.