martes, 26 de octubre de 2010

Cuado el destino



No cabe duda, este país será mejor cuando se agote su petróleo. ¿De qué otra manera tendríamos que entender el crecimiento artificial e insostenible de toda esa inmensa estructura llamada gobierno? Hoy por hoy, los países con altos niveles de competencia, esos que tanto admiramos, no sólo cuentan con finanzas públicas sanas, sino un sistema fiscal eficiente, equitativo, autónomo.
Por eso, resulta decisivo para los ciudadanos, (les guste o no la política, les apasione o la desprecien), la forma en la que el gobierno obtiene los recursos y que de alguna manera los distribuye. El impuesto sobre la renta o el recaudado con el valor agregado, por mencionar algunos, representan el tamaño real del gobierno. Gracias a los ingresos del petróleo, ahora proyectado en 65 generosos dólares, el gobierno (léase estados y municipios también), ha crecido su tamaño desproporcionadamente y fuera de la realidad.
De ahí que veamos gobiernos estatales voraces, más dados a consumir la mayoría de los ingresos en gasto corriente, principalmente en sostener la obesa burocracia. Algo similar sucede con las presidencias municipales y para el caso, sobra repetir los excesos; la irracionalidad de cada día.  

Por ejemplo, la media nacional refleja que el 67% del dinero público va a nómina, los estados más gastones, de los que más reportan en el capítulo de servicios personales, son Michoacán, Verazcruz, Puebla y Coahuila. Pero todavía, hay casos extremos, donde existen nóminas adicionales: Baja California, Nuevo León y San Luis Potosí gastan por arriba del 70%. Así ni cómo avanzar en serio.   

Además del malestar para los consumidores de cigarrillos, los cuales tendrán que cargar con una votación “políticamente correcta”, la Ley de Ingresos para el 2011, en realidad exhibe la precariedad del sistema fiscal mexicano. Un sistema ineficiente, inequitativo y mal distribuido. El análisis de la mayoría de las finanzas gubernamentales, llámese federal, estatal, municipal, órganos autónomos, entre otros entes… nos da cuenta que a los mexicanos nos sale más caro sostener el gobierno, que los supuestos beneficios derivados del mismo. Ahí está por ejemplo, el caso de la seguridad, donde casi cualquier nivel de autoridad se empequeñece, se lava las manos o para acabe pronto, le echa la culpa al vecino.   

Lo cierto es que el México de la alternancia, o incluso el México del siglo XXI no ha podido concretar un aparato fiscal competitivo, capaz de sostener con estabilidad al estado. En las comparaciones, se suele hablar de la exitosa transición española y los famosos pactos de la Moncloa, sin embargo, esos pactos en esencia, fueron fiscales. El caso del milagro irlandés ilustra también sobre el compromiso de su clase política para cobrar impuestos, pero con la condición de que los ingresos recaudados quedaron  vedados al gasto corriente. Para decirlo claro, el gasto corriente termina siendo un barril sin fondo, un fiesta de la cual ya pagamos la consecuencias de la resaca.

Aún así, no se ve en el PAN, el PRI o el PRD un pacto por construir una reforma fiscal. Si a los azules les falló la política, a los tricolores les gana el temor por el costo político, máxime con la elección presidencial en puerta. Y de lo perredistas, estos ya no saben qué hacer con el tabasqueño.
El año pasado los legisladores prometieron ahora sí empujar una reforma fiscal. Desde luego que esto rápido se olvidó. Por lo pronto, la recién aprobada Ley de Ingresos terminó por ser un fiasco, eso sí, calificada como "responsable" por el partido en el poder.     

Hay varios puntos insostenibles. La relación asimétrica entre quienes pagan formalmente impuestos y sostienen inequitativamente los servicios públicos que consume la mayoría. Desde esa relación, no hay institución que aguante. Y para prueba las pensiones que ha alcanzado el IMSS. ¿Se entenderá la gravedad del problema francés que ahora mismo tiene en jaque a sus autoridades? 


El 40% del gasto público total es financiado mediante la menguante y volátil riqueza petrolera. De acuerdo a una estimación del IMCO (2010), el declive en la producción de hidrocarburos tocará fondo en 2017. Para entonces México dejará de ser exportador de petróleo. Por otro lado, como muestra el estudio del competitividad del IMCO, existe el riesgo latente que representan los sistemas de pensiones estatales de los cuales depende poco más de un millón y medio de personas. Cuando el destino nos alcance, habrá tres caminos para cubrir el déficit público: aumentar impuestos, incurrir en más deuda y bajar el gasto. 
Quizá después del 2017 se logre un gran pacto, no de gobierno, sino de estado. Mientras tanto, la cuenta de la fiesta seguirá corriendo a costa de los contribuyentes. Eso sí, cuando el destino nos alcance. 

Twitter/uncuadros