domingo, 22 de noviembre de 2015

Adiós al Francia

En alguna visita del gran historiador Luis González a Torreón, comentó que por sus pocos años, la historia de la ciudad "todavía anda a pie". Así, no dejan de sorprenderme conversaciones sobre la ciudad y sus historias. Ya sea a pie de banqueta o por encuentros fortuitos, encuentro esos espacios de la memoria que guarda la ciudad. Una calle, un edifico, un monumento olvidado, un viejo anuncio de neón. Más todavía, los pacientes diálogos con tantas personas que me han confiado su presente del pasado.






Desde hace algunos meses supe la triste noticia que cerraba la cantina más antigua de Torreón, ubicada en el emblemático edificio del Hotel Francia. Justo en la mera esquina de avenida Carranza (antes llamada Ferrocarril), y Ramos Arizpe. Desde hacía 19 años que cerraron el hotel, pero no así la afamada cantina, por lo que de alguna forma quedaba vivo un cachito del siglo XIX en la ciudad.
El Francia empezó modestamente como una construcción típica del viejo oeste norteamericano: hecha de adobe y madera a unos pasos de la estación de ferrocarril. Después esa finca fue conocida como el "Anexo Francia". Actualmente esa construcción la ocupa la tradicional lonchería "Mundo". Entre los primeros dueños del hotel estuvo Pedro Michou, por allá de 1898, quien a su vez vendió a otro francés, Julio Doucet, cuando ya el Francia comenzaba la construcción que todavía sobrevive. Luego el hotel pasó por otras manos. La arquitectura del inmueble refleja la añoranza de aquellos inmigrantes europeos que llegaron a Torreón por la promesa de una vida mejor. Hablamos de los años cuando la población dejaba de ser un rancho, para convertirse en una prometedora urbe. La estación ferroviaria abundaba en mercancías y gente, en particular miles de migrantes nacionales y extranjeros que llegaban a trabajar. Así llegaron algunas franceses que dejaron huella en la ciudad.
De acuerdo con Eduardo Guerra, un pionero de la historia local, la construcción del Francia fue la primera de importancia en la población. Todavía hoy es notable esa construcción de abobes, madera y remates de cantera. Ojalá que las nuevas obras respeten y restauren con cuidado la dignidad de ese viejo edificio. Ojalá que el nuevo dueño comprenda esos valores.
Desde sus inicios el hotel anunciaba su vocación cosmopolita para atender a visitantes y pasajeros. La administración atendía a sus clientes en español, francés, inglés y hasta alemán. Para la década de 1902, la tarifa era de 2.50 y 3 pesos por día. Durante años, el hotel fue un centro de reunión de los ricos comerciantes de la Alianza, que solían hacer negocios, como se acostumbraba en esos años, en las cantinas de la ciudad.
Por algunos años, fue el mejor hotel de Torreón, hasta que en 1905, abrió sus puertas el majestuoso Hotel Salvador, hoy igualmente abandonado. Sobre este aspecto, es revelador de la ciudad cómo permite que se destruya su historia y los edificios que la contienen. En verdad es una pena. Pero regreso al hotel. Su restaurante ofrecía diariamente un menú con aires internacionales, pero sobre todo, su cantina fue referencia para propios y extraños durante más de un siglo. El hotel cerró sus puertas en 1996, sin embargo la cantina del Francia continuó abierta, gracias a Antonio Zermeño, un hombre que sin lugar a dudas es un héroe de la historia de Torreón. Para felicidad de los parroquianos, Zermeño mantuvo el Bar Francia en los últimos cuarenta años. Hoy llega su fin esa cantina emblemática de la ciudad. Escribo esto con cierta nostalgia, como seguramente la tendrán quienes frecuentamos la cantina.
Es curioso como la historia da vueltas. Durante la revolución la ciudad vivió los horrores de la violencia de un bando y de otro. Tan sólo en la batalla del 1914, en pocos días quedaron regados unos 5 mil muertos entre Gómez Palacio y Torreón, pero al final, la población sobrevivió y se repuso. En su momento, el Francia hospedó al legendario Francisco Villa en varias ocasiones, incluyendo la "visita" de 1916, cuando venido a menos el revolucionario, se dedicó a saquear la ciudad. ¡Así nada más! Más cercano en el tiempo, otra oleada de violencia, aunque no de la magnitud de aquélla, se vivió en la ciudad. Contra viento y manera, en años recientes Zermeño mantuvo abierto el bar pese a la oleada de violencia que vivimos. Recientemente nos corroboró de viva voz que la cantina al fin cerraba, como quien cierra un capítulo de la historia de Torreón. Ya en el último trago, lo menos que podemos hacer es despedir con gratitud al Bar Francia.
22 de julio 2015 
El Siglo de Torreón