jueves, 1 de junio de 2017

A la deriva

Por estos días, nada más peligroso que un gobierno que no quiere o puede hacer política. En ambos casos, el resultado es negativo. De esa manera, el sentido de la política, demanda ante todo liderazgo para ejercer poder. Por lo mismo, nada más contrario al gobierno, que ir a la deriva, sin rumbo claro. Como sabemos, casi cualquiera puede llegar al poder, pero no cualquiera da sentido al gobierno. Gobernar implica responsabilidad, eficiencia y visión de largo plazo. Esos tres ingredientes son la diferencia en la política.  En ese sentido, en tiempos de crisis es donde se nota la presencia o la ausencia de las autoridades. Ustedes ya sabrá por dónde vamos. ¡Sin gobierno y sin política! Sin embargo, más allá de la crítica, la indignación o el enojo por la crisis que atravesamos, es preocupante la ausencia de política y gobierno ante vendaval.  Por el contrario, tenemos un presidente indolente que trata de dar un respuesta técnica, a un pésimo manejo político. 
En plena ineptidud, el ejecutivo todavía preguntó en cadena nacional: ¿qué hubieran hecho ustedes? La lista puede ser larga, pero necesariamente incluiría reducir los recursos de los partidos políticos al 90 por ciento; nos cuestan más de 3 mil millones de pesos y en elecciones se sirven con la cuchara grande; más de 5 mil millones. Reducir 35 por ciento el gasto de la burocracia federal, y hasta un 50% el sueldazo de los secretarios y mandos altos del gobierno. Algunos incluso, hasta ganan más que el presidente mismo. Recortar el gasto lapidario del INE, que se va a construir una nueva cede con un costo de más de mil millones de pesos. ¡Para ellos no hay crisis ni gasolinazo!  Recortar al 50% el salario de los legisladores y reducir sus prestaciones. Insisto, la lista es más larga… pero al gobierno le falta imaginación y sobre todo, responsabilidad.  En vez de hincarse ante la tempestad, le echa gasolina al fuego. 
Con cara de molestia por gobernar, el presidente salió decirnos en tono de reclamo:  “Sé que hay mucha molestia y enojo por esta situación. Son sentimientos que entiendo y que comprendo”. Alguien que le “aparece” una mansión como la casa blanca o que ejerce miles de millones de pesos a discreción por “derecho” de la corrupción, no entiende ni comprende. Tal es así, que culpó al exterior y los gobierno anteriores, no obstante que José Antonio Meade, el actual secretario de hacienda, también fue secretario de la misma institución en el gobierno anterior. Ahora recuerdo las palabras del gran escritor mexicano, Carlos Fuentes, que dijo con bastante claridad y antelación sobre la ignorancia e incapacidad de Enrique Peña Nieto: “no quiero ni pensar en que pueda ser presidente de la república”. “No tiene respuestas convincentes para los problemas del país; un hombre que no está preparado para ser presidente, los problemas son grandes, los desafíos enormes y el personaje es muy pequeño”. Visto a la distancia, Fuentes fue un profeta al que no escuchamos.  
Como en mucho tiempo no habíamos visto, tanto como en dos décadas desde 1994, se juntan peligrosamente dos crisis. Crisis económica y crisis política. Si a esto le sumamos la ausencia de liderazgo y la nula credibilidad, la situación se torna peligrosa. El telón de fondo es la corrupción, no solamente el gasolinazo. En realidad el alza rapaz a los combustibles, sólo activó una indignación social más profunda que se ha mostrado en movilizaciones, protestas y hasta saqueos. Detengamos en el punto. ¿Quiénes son los saqueadores? 
Lo saqueadores que salieron con televisiones, y hasta un oso de peluche, son poca cosa comparados con los verdaderos saqueadores. Los Moreira en Coahuila, los Duarte en Veracruz y Chihuahua, Padrés en Sonora o Medina en Nuevo León, nada más por mencionar algunos ejemplos de la fauna política en México. Pero podemos hablar de Pemex y Romero Deschamps; el despilfarro en la Comisión Federal de Electricidad o las rapacidades multimillonarias que cada año documenta  la Auditoría Superior de la Federación, pero que el gobierno convenientemente deja impune. El problema no es nada más el gasolinazo, sino el desmoronamiento de un régimen disfuncional.

11 de enero 2017