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domingo, 9 de abril de 2017

El maestro de la ciencia política

Foto en Total News. 

Murió el viejo sabio, Giovanni Sartori, a la edad de 92 años. Maestro de la ciencia política, fue un pensador meridiano. Profundamente incisivo y riguroso. No escatimó en explicar la naturaleza del método en sus obras más relevantes sobre la política y la democracia. Desde niño se formó en griego y latín, de ahí que sus textos son una delicia explicativa a través del mundo grecoromano. En medio de la Segunda Guerra, se encerró casi un año ante el inminente peligro de fusilamiento en Florencia. De ahí que la filosofía en su vida, fue un "incidente" de guerra. Como pensador, Sartori fue un provocador, pero también un intelectual de filosísima ironía. Uno de sus alumnos mexicanos en Columbia, lo describió como "un caballero despiadado". Para el italiano que marcó la enseñanza de la ciencia política en el mundo, el argumento y su construcción son piezas esenciales del conocimiento. Si el método fue una de sus pasiones como politólogo, la otra parte de sus estudios los centró en la democracia.
Una breve nota autobiográfica, da razón de su vital interés de estudio: "Nací en Florencia en 1924. Por eso tengo recuerdos muy vivos del fascismo, de la guerra en Abisinia, de la Guerra Civil española, y por su puesto, de la Segunda Guerra Mundial. Resulta casi inútil decir que mi interés durante toda mi vida por la democracia -una democracia sólida más que la avanzada- viene de aquellos negros recuerdos del fascismo y del nazismo".
Su obra ocupa un lugar especial y notable no sólo para los politólogos, sino demás estudiosos de la sociedad. Hace años, en 2001, presentó uno de sus libros, -La sociedad multiétnica-, en la Universidad Iberoamericana, campus Santa Fe. Con admiración e ingenua fe, acudimos a escucharlo en primera fila, cuatro politólogos en ciernes. Ahora dispersos por la vida. Por cierto, en aquella ocasión, el otro presentador en la mesa, fue el actual gobernador de Chihuahua, Javier Corral.
Como lector de Sartori, tenemos la pequeña esperanza de que la democracia en México, no puede, ni debe quedarse sumida en la corrupción, o en la casi ausencia del estado de derecho. Su obra es un explicación profusa, y sobre todo, una inteligente defensa de la democracia. A riesgo de traicionar su pensamiento, retomé de sus libros, algunos párrafos. Quizá resulte contraproducente este modestísimo homenaje -dejémoslo en recuerdo personal- puesto que el mismo Sartori advirtió sobre los peligros de citar fragmentos: "es bien sabido que cuando se cita a un autor a pedazos, a jirones, es muy fácil desvirtuar su pensamiento. Nadie ignora cuán peligroso es extraer una proposición de su contexto. Abreviar es ya de por sí amputar; y la simplificación suele ser a su vez, demasiado a menudo, una verdadera y cabal deformación" (La política: 1998).
A pesar del riesgo, les comparto una cabal deformación de su obra, porque sencillamente, ante su muerte, tenemos gratitud con su obra.
Como insigne politólogo, hizo una brillante y necesaria crítica al gremio, incluso, proclamó la polémica muerte de la ciencia política. Escuchemos sus palabras: "Dominar la teoría y el método es convertirse en un pensador consciente, un hombre que trabaja sabiendo cuáles son los presupuestos y las implicaciones de lo que hace. Ser dominado por la teoría y el método significa no empezar nunca a trabajar" (Cómo hace ciencia política: 2012).
"Se puede ser un maravilloso investigador y manipulador de datos, y sin embargo seguir siendo un pensador inconsciente… Nos guste o no, las ciencias del hombre nadan todavía en un mar de ingenuidad" (2012).
"Hemos entrado en la era de la computadora, pero con los pies de barro" (2012).
"La política es el hacer del hombre que, más que ningún otro, afecta e involucra a todos" (La política: 1998).
"Existe una democracia sólo hasta el punto en que sus ideales y valores le dan vida" (Teoría de la democracia: 1962).
"Creer que un sistema político es una democracia por el simple hecho de que se le llama así, es una forma de destruir a la democracia por medio de su propio nombre" (1962).
"El conocimiento del hombre no se puede separar del hombre de carne y hueso que trata de conocer" (1998).

El Siglo de Torreón
5 de abril de 2017
https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1328486.el-maestro-de-la-ciencia-politica.html

domingo, 4 de noviembre de 2012

Lecciones de Giovanni Sartori



Más que ciencia, la política es arte. Un difícil arte que llama a la dignidad, la eficacia y los resultados. Ante todo, la política exige saber pensar, distinguir y no solamente hacer. Hay que saber cómo. Parece sencillo y hasta obvio, pero en la marcha del día a día en la política, el pensamiento suele sobrar. La peor versión de nuestros tiempos democráticos es el nihilismo político. 
Por eso, después de leer con atención las páginas del libro-homenaje a Giovanni Sartori, Cómo hacer ciencia política (Taurus, 2012, 610 páginas), nos queda una lección central no sólo para los jóvenes estudiosos de la política, sino para aquellos que han decidido hacer política. Actualmente Sartori es uno de los politólogos más influyentes del mundo. Su trabajo está inscrito como referencia obligada en diversos campos de las llamadas ciencias sociales. En 2005 sus alumnos italianos hicieron un homenaje al profesor. En 2009 hicieron lo mismo sus alumnos anglosajones. Este año se publicó la versión de sus alumnos mexicanos: Jorge Islas, Jesús Silva Herzog Márquez, Blanca Heredia, César Cansino, Jorge Mario Eastman y Javier Tello. 
El libro se divide en dos partes: una amplia introducción sobre la lógica, el método y el lenguaje de las ciencias sociales por Sartori; y el homenaje de sus alumnos. Para deleite de los lectores, el colofón del libro es un pequeño ensayo autobiográfico del Sartori sobre la casualidad, la fortuna y la obstinación. Ahí nos enteramos del joven que vivió el asedio de la guerra y los negros recuerdos del fascismo y el nazismo. Por eso su profundo interés por la democracia.
“Como gran parte de mis coetáneos, traté de salvarme escondiéndome. La pena para los desertores era el fusilamiento, y también quien escondía a un desertor se jugaba la vida. De modo que pasé diez meses literalmente sepultado en una pequeña habitación, hasta que se liberó Florencia de la ocupación alemana, en agosto de 1944”. 
Encerrado casi un año, el joven Sartori se consoló con libros de filosofía. Años después, se convirtió en profesor de historia de filosofía. Ante una serie de circunstancias, recordó: “siempre he creído que la fortuna y la casualidad cuentan mucho en la vida, no menos que la virtud”. En 1956 fue pionero al introducir los estudios de “ciencia política” (así, en singular) en la facultad de Florencia. Sobre lo cual, no faltó quien lo calificara como una “opción estúpida”. Décadas después de incursionar en las grandes universidades estadounidenses, se convirtió en un crítico de la nueva escuela norteamericana que privilegia “una excesiva especialización (y por tanto pobreza), y una excesiva cuantificación, dos caminos que llevan a la irrelevancia y a la esterilidad”.

A los jóvenes académicos, Sartori les recuerda no olvidar a Mills: “Ser dominado por la teoría y por el método significa no empezar a trabajar nunca”.
Sobre la esterilidad que abunda en las universidades: “Se puede ser un maravilloso investigador y manipulador de datos, y sin embargo seguir siendo un pensador inconsciente”.
Para quienes descubren el “hilo negro”: “Nos guste o no, las ciencias del hombre nadan en un mar de ingenuidad”.
Para los amantes de la tecnología: “Hemos entrado en la era de la computadora, pero con los pies de barro”.
Y finalmente, a los jóvenes politólogos Sartori les recomienda “Pensar antes de contar, y también usar la lógica al pensar”.

4 de noviembre 2012
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9163466

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Hasta pronto Lujambio



Ayer murió el maestro y politólogo mexicano, Alonso Lujambio. Entre los profesores de ciencia política del ITAM, Lujambio era por mucho uno de los más queridos y respetados entre alumnos y profesores. Su claridad como académico, no sólo convencía: arrastraba. En su persona había el carisma necesario para tender con éxito un puente entre la academia y la política. Y no necesariamente por su participación más reciente como senador de la República o secretario de Educación Pública. Antes que eso, Lujambio combinó una exitosa trayectoria entre la investigación, la enseñanza y la responsabilidad pública.
Perteneció al Consejo del IFE más destacado que ha tenido este país. Sí, me refiero a ese consejo del IFE que se fajó los pantalones frente a los partidos y llevó a un nivel inusitado el prestigio de la institución que organiza las elecciones. Nuevamente, como consejero fundador del IFAI su aportación a la democracia mexicana fue notable. Pero Lujambio, el que luego fue secretario de Estado, no sacrificó la crítica de nuestras instituciones en aras del poder. En especial, sobresalía su conocimiento sobre las vicisitudes en la historia de la democracia mexicana. A propósito del “horror” de nuestra democracia, Jesús Silva Herzog Márquez escribió en 2010 sobre Lujambio, quien además era su compañero de trabajo en la academia: 
El más lúcido politólogo de mi generación tuvo el acierto de calificar nuestra democracia como tonta”.
Desde la acción Lujambio advirtió sobre los riesgos de perder un tiempo valioso para la democracia. Lo sabía bien él, que había estudiado la historia de “una estrategia difícil” por construir la democracia desde abajo, es decir, desde los municipios. Pero a pesar de la dificultad y el desesperante ritmo de la transición, dedicó un puntual libro sobre la “democracia indispensable”. Conocía las pausas, los ritmos y los desencuentros de la política en México. Acaso por ello no se conformó con el aula y asumió los riesgos de la vida pública.

Admiraba al profesor Lujambio desde mis tiempos de estudiante no sólo por su altura intelectual, sino por la valentía de comprometerse con la política. Siempre será más fácil ver la política desde fuera, criticarla como espectador y gritar que todo está mal. Pero Lujambio no rehuyó a esa responsabilidad. Más aun, le dio dignidad.
El cáncer lo había acabado y prácticamente lo sacó de la política. Recientemente con motivo de la toma de posesión en el Senado, regreso casi para despedirse bajo el reconocimiento de tiros y troyanos. En alguna entrevista declaró sobre su regreso: “Luchando por mi vida, he tirado el estorbo de mi prisa por vivirla”. 
Hombre brillante, comprometido con su país. Descanse en paz Alonso Lujambio Irazábal.

26 de septiembre 2012
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9159887