domingo, 4 de noviembre de 2012

Lecciones de Giovanni Sartori



Más que ciencia, la política es arte. Un difícil arte que llama a la dignidad, la eficacia y los resultados. Ante todo, la política exige saber pensar, distinguir y no solamente hacer. Hay que saber cómo. Parece sencillo y hasta obvio, pero en la marcha del día a día en la política, el pensamiento suele sobrar. La peor versión de nuestros tiempos democráticos es el nihilismo político. 
Por eso, después de leer con atención las páginas del libro-homenaje a Giovanni Sartori, Cómo hacer ciencia política (Taurus, 2012, 610 páginas), nos queda una lección central no sólo para los jóvenes estudiosos de la política, sino para aquellos que han decidido hacer política. Actualmente Sartori es uno de los politólogos más influyentes del mundo. Su trabajo está inscrito como referencia obligada en diversos campos de las llamadas ciencias sociales. En 2005 sus alumnos italianos hicieron un homenaje al profesor. En 2009 hicieron lo mismo sus alumnos anglosajones. Este año se publicó la versión de sus alumnos mexicanos: Jorge Islas, Jesús Silva Herzog Márquez, Blanca Heredia, César Cansino, Jorge Mario Eastman y Javier Tello. 
El libro se divide en dos partes: una amplia introducción sobre la lógica, el método y el lenguaje de las ciencias sociales por Sartori; y el homenaje de sus alumnos. Para deleite de los lectores, el colofón del libro es un pequeño ensayo autobiográfico del Sartori sobre la casualidad, la fortuna y la obstinación. Ahí nos enteramos del joven que vivió el asedio de la guerra y los negros recuerdos del fascismo y el nazismo. Por eso su profundo interés por la democracia.
“Como gran parte de mis coetáneos, traté de salvarme escondiéndome. La pena para los desertores era el fusilamiento, y también quien escondía a un desertor se jugaba la vida. De modo que pasé diez meses literalmente sepultado en una pequeña habitación, hasta que se liberó Florencia de la ocupación alemana, en agosto de 1944”. 
Encerrado casi un año, el joven Sartori se consoló con libros de filosofía. Años después, se convirtió en profesor de historia de filosofía. Ante una serie de circunstancias, recordó: “siempre he creído que la fortuna y la casualidad cuentan mucho en la vida, no menos que la virtud”. En 1956 fue pionero al introducir los estudios de “ciencia política” (así, en singular) en la facultad de Florencia. Sobre lo cual, no faltó quien lo calificara como una “opción estúpida”. Décadas después de incursionar en las grandes universidades estadounidenses, se convirtió en un crítico de la nueva escuela norteamericana que privilegia “una excesiva especialización (y por tanto pobreza), y una excesiva cuantificación, dos caminos que llevan a la irrelevancia y a la esterilidad”.

A los jóvenes académicos, Sartori les recuerda no olvidar a Mills: “Ser dominado por la teoría y por el método significa no empezar a trabajar nunca”.
Sobre la esterilidad que abunda en las universidades: “Se puede ser un maravilloso investigador y manipulador de datos, y sin embargo seguir siendo un pensador inconsciente”.
Para quienes descubren el “hilo negro”: “Nos guste o no, las ciencias del hombre nadan en un mar de ingenuidad”.
Para los amantes de la tecnología: “Hemos entrado en la era de la computadora, pero con los pies de barro”.
Y finalmente, a los jóvenes politólogos Sartori les recomienda “Pensar antes de contar, y también usar la lógica al pensar”.

4 de noviembre 2012
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9163466