Por estos tiempos violentos, el gran tema que domina la atención de ciudadanos, medios y gobiernos, está centrado en la seguridad. Tan sólo hace unos días Mauricio Merino se preguntaba: ¿Cómo pudimos llegar hasta este punto? Y enumera tres impresiones después de que el Consejo Nacional de Seguridad anunció sendas acciones: 1) que el Estado abandonó ese tema hasta extremos increíbles; 2) que todo está por inventarse, como si México hubiese nacido hace una semana; 3) que viviremos muchos meses más en la zozobra, mientras las tareas elementales enunciadas en ese documento comienzan a cobrar forma.
Las impresiones de Merino no sólo pueden leerse desde el problema de la seguridad pública, sino también podemos plantearlas a la capacidad de gestión de los gobiernos en temas como la obra pública y el desarrollo urbano; los servicios públicos; la educación; e incluso el desarrollo sustentable. No es difícil notar los estragos de la negligencia, que durante años han arrastrado los gobiernos en materia de infraestructura urbana. Por ejemplo, en La Laguna no puede llover -decimos que nunca llueve-, porque al momento queda colapsado el drenaje y el pavimento se levanta, pero lo mismo podríamos señalar sobre la ineficiencia de las vialidades y las rutas del transporte público. Qué decir de los límites del acuífero principal y su relación con el aumento de arsénico en el agua; o de la ya tan familiar nube espesa de partículas que cubre nuestro ambiente. Todos al fin, problemas urbanos no de Torreón, sino de la Zona Metropolitana de La Laguna (ZML) que conforma en lo inmediato los municipios de Gómez Palacio, Lerdo y Matamoros.
El periférico que atraviesa nuestras ciudades, lejos de estar integrado como un espacio común, presenta al menos tres versiones distintas, en ocasiones inconexas entre un municipio y otro. Esos monstruos también los genera el gobierno en sus versiones nacionales, estatales o locales.
¿Estamos condenados a un desarrollo urbano improvisado, anárquico y disfuncional? ¿Acaso la Comarca Lagunera no encuentra mejores cauces de desarrollo que permitan planear un futuro más equilibrado entre economía y ambiente? ¿Cómo gobernar la Zona Metropolitana de La Laguna sin repetir negativamente la historia en el intento?
Al respecto, el Consejo de Desarrollo Metropolitano acordó la semana pasada la creación de un organismo autónomo para generar y ejecutar de manera coordinada los diferentes proyectos derivados la Asociación de Municipios de La Laguna, misma que cuenta con presupuesto inicial de 250 millones.
En el pasado, existieron varios organismos de planeación regional, algunos con mayor éxito que otros. Quizá la experiencia más consistente que hemos conocido los laguneros, fue la que inició con la Comisión de Conurbación de La Laguna (CCL) en el año de 1976, cuando gobernaba el presidente José López Portillo. Eran los tiempos del Estado benefactor y de la burocracia autoritaria, de ahí que su creación respondiera a un decreto del presidente. También era la época de la “riqueza” y el boom petrolero que permitía financiar hasta los excesos. Entre las acciones razonables, se crearon otras comisiones como la Monterrey, Tampico, Ciudad de México y Puebla-Tlaxcala.
La CCL tenía por objetivo planear, ordenar y coordinar el desarrollo urbano de la región. Gracias a ese trabajo, la industria gomezpalatina no se encuentra dispersa por toda la ciudad.
Sin embargo, apunta el especialista en Zonas Metropolitanas, Carlos Zentella, era el Gobierno Federal quien ejercía el poder y decisiones en las zonas metropolitanas y no un gobierno metropolitano ni las Comisiones de Conurbación que fueron creadas. Éstas eran un cuerpo colegiado sin poder real y en el mejor de los casos contaban con un Secretariado Técnico que asumía algunas funciones de gestión metropolitana y ordenación del territorio. La participación de los gobiernos estatales y municipales en este proceso era en el mejor de los casos marginal, acaso invisible en virtud de la fuerte presencia del Estado nacional, quien prácticamente hacía las veces de “gobierno metropolitano”.
Quizá una de las razones de éxito para el impulso del nuevo organismo de planeación metropolitana, está en la base de su diseño institucional y la fuente de su legitimidad. A diferencia de la CCL que fue creada verticalmente, la ZML parte de la cooperación horizontal de los municipios, en un contexto donde el artículo 115 constitucional ofrece innovaciones jurídicas (la reforma de 1983) como la Asociación de Municipios.
Al paso, se estaría conformando una versión metropolitana de los Institutos Municipales de Planeación como en Hermosillo, Querétaro, Pachuca, León, Ciudad Juárez, Culiacán, Tampico, Veracruz, entre otros.
Aunque ningún municipio lagunero, Torreón estuvo cerca, tiene una institución similar que atienda más a la proyección y el análisis técnico, que a la política, la posibilidad que ofrece un organismo de esta naturaleza, propone proyectar un desarrollo a mediano y largo plazo con mucho más fuerza, coherencia (¿y responsabilidad?) de ese espacio común que llamamos Zona Metropolitana. No se trata pues, de inventar a La Laguna como si hubiera nacido ayer, sino de reencausar racionalmente los recursos que tenemos, de gobernar, en todo el sentido de la palabra, la región.
Las impresiones de Merino no sólo pueden leerse desde el problema de la seguridad pública, sino también podemos plantearlas a la capacidad de gestión de los gobiernos en temas como la obra pública y el desarrollo urbano; los servicios públicos; la educación; e incluso el desarrollo sustentable. No es difícil notar los estragos de la negligencia, que durante años han arrastrado los gobiernos en materia de infraestructura urbana. Por ejemplo, en La Laguna no puede llover -decimos que nunca llueve-, porque al momento queda colapsado el drenaje y el pavimento se levanta, pero lo mismo podríamos señalar sobre la ineficiencia de las vialidades y las rutas del transporte público. Qué decir de los límites del acuífero principal y su relación con el aumento de arsénico en el agua; o de la ya tan familiar nube espesa de partículas que cubre nuestro ambiente. Todos al fin, problemas urbanos no de Torreón, sino de la Zona Metropolitana de La Laguna (ZML) que conforma en lo inmediato los municipios de Gómez Palacio, Lerdo y Matamoros.
El periférico que atraviesa nuestras ciudades, lejos de estar integrado como un espacio común, presenta al menos tres versiones distintas, en ocasiones inconexas entre un municipio y otro. Esos monstruos también los genera el gobierno en sus versiones nacionales, estatales o locales.
¿Estamos condenados a un desarrollo urbano improvisado, anárquico y disfuncional? ¿Acaso la Comarca Lagunera no encuentra mejores cauces de desarrollo que permitan planear un futuro más equilibrado entre economía y ambiente? ¿Cómo gobernar la Zona Metropolitana de La Laguna sin repetir negativamente la historia en el intento?
Al respecto, el Consejo de Desarrollo Metropolitano acordó la semana pasada la creación de un organismo autónomo para generar y ejecutar de manera coordinada los diferentes proyectos derivados la Asociación de Municipios de La Laguna, misma que cuenta con presupuesto inicial de 250 millones.
En el pasado, existieron varios organismos de planeación regional, algunos con mayor éxito que otros. Quizá la experiencia más consistente que hemos conocido los laguneros, fue la que inició con la Comisión de Conurbación de La Laguna (CCL) en el año de 1976, cuando gobernaba el presidente José López Portillo. Eran los tiempos del Estado benefactor y de la burocracia autoritaria, de ahí que su creación respondiera a un decreto del presidente. También era la época de la “riqueza” y el boom petrolero que permitía financiar hasta los excesos. Entre las acciones razonables, se crearon otras comisiones como la Monterrey, Tampico, Ciudad de México y Puebla-Tlaxcala.
La CCL tenía por objetivo planear, ordenar y coordinar el desarrollo urbano de la región. Gracias a ese trabajo, la industria gomezpalatina no se encuentra dispersa por toda la ciudad.
Sin embargo, apunta el especialista en Zonas Metropolitanas, Carlos Zentella, era el Gobierno Federal quien ejercía el poder y decisiones en las zonas metropolitanas y no un gobierno metropolitano ni las Comisiones de Conurbación que fueron creadas. Éstas eran un cuerpo colegiado sin poder real y en el mejor de los casos contaban con un Secretariado Técnico que asumía algunas funciones de gestión metropolitana y ordenación del territorio. La participación de los gobiernos estatales y municipales en este proceso era en el mejor de los casos marginal, acaso invisible en virtud de la fuerte presencia del Estado nacional, quien prácticamente hacía las veces de “gobierno metropolitano”.
Quizá una de las razones de éxito para el impulso del nuevo organismo de planeación metropolitana, está en la base de su diseño institucional y la fuente de su legitimidad. A diferencia de la CCL que fue creada verticalmente, la ZML parte de la cooperación horizontal de los municipios, en un contexto donde el artículo 115 constitucional ofrece innovaciones jurídicas (la reforma de 1983) como la Asociación de Municipios.
Al paso, se estaría conformando una versión metropolitana de los Institutos Municipales de Planeación como en Hermosillo, Querétaro, Pachuca, León, Ciudad Juárez, Culiacán, Tampico, Veracruz, entre otros.
Aunque ningún municipio lagunero, Torreón estuvo cerca, tiene una institución similar que atienda más a la proyección y el análisis técnico, que a la política, la posibilidad que ofrece un organismo de esta naturaleza, propone proyectar un desarrollo a mediano y largo plazo con mucho más fuerza, coherencia (¿y responsabilidad?) de ese espacio común que llamamos Zona Metropolitana. No se trata pues, de inventar a La Laguna como si hubiera nacido ayer, sino de reencausar racionalmente los recursos que tenemos, de gobernar, en todo el sentido de la palabra, la región.