La pregunta adecuada no es, ¿dónde está el petróleo?, más bien ¿a dónde va?, y sobre todo, dónde y cómo se aplican los recursos producidos. Y esas son justamente las preguntas que hay detrás del informe, que el pasado 29 de julio dio el contador Arturo González de Aragón, como representante de la Auditoría Superior de la Federación.
Expuesto en el marco del Foro Nacional sobre la reforma energética, particularmente en la mesa relativa a los excedentes de petroleros en los estados, el auditor señaló cifras y resultados alarmantes. No obstante, su alarma no proviene de la crisis energética, la escasez, los altos precios y toda esta tendencia de que el tesoro se agota. Se refirió a un ámbito no menos importante: la transparencia y la rendición de cuentas de los recursos públicos provenientes del “sacrosanto” petróleo.
Actualmente el Estado Mexicano y su enorme burocracia dependen notablemente de lo recursos que genera el “oro negro”. Entre el periodo 2000 a 2007 el petróleo contribuyó a generar el 35% de los ingresos públicos y los fabulosos presupuestos que conllevan, pero también representa casi el 40% de los recursos del gasto federal. Para bien y para mal el Gobierno Federal y los Estados dependen de manera importante del recurso generado por PEMEX. Como nunca, en los últimos años el gobierno mexicano ha tenido ingresos multimillonarios y jugosos excedentes para los estados y municipios, estos dos últimos con una bolsa de 367 mil millones para el periodo 2000 a 2006.
Pero al mismo tiempo podemos decir que como nunca, las entidades federativas, incluyendo Coahuila, habían ejercido tantos recursos públicos con tanta discrecionalidad y opacidad. Y ya sabemos que un deficiente sistema de alumbrado incentiva la corrupción y la malversación del erario. A todo esto, alarman las bien fundamentadas y autorizadas palabras de González de Aragón: no podemos seguir perdiendo todos los días y a cada instante el patrimonio público que pertenece a todos los mexicanos.
Otra vez la pregunta, ¿a dónde va el dinero del petróleo? ¿Por qué tantos golpes de pecho con la soberanía y la privatización si lo recursos son frecuentemente malversados? Después de siete años a partir del 2000, la conclusión acerca de los beneficios del petróleo es lapidaria. El importante monto de recursos excedentes transferidos a las entidades federativas, contrasta con el bajo incremento que las mismas han observado en su infraestructura física patrimonial, con la finalidad de impulsar mayores oportunidades de desarrollo para la sociedad. ¿Y dónde quedó el multicitado desarrollo que los políticos nos venden en nombre de PEMEX?
Hay un aspecto fundamental en todo esto del petróleo y a lo cual no valen las propuestas del ejecutivo federal y el PAN, ni tampoco las del PRI (el PRD aún sigue pensando). Me refiero a que una buena de los recursos que tiene el gobierno -desde el federal hasta el municipal- terminan destinándose al gasto corriente. Ni inversión, ni desarrollo, ni largo plazo. Recuerdo con envidia el caso de Irlanda. Un país pobre en la década de los ochentas del siglo pasado, es decir, la década en la nuestro país también hizo reformas económicas similares. Los irlandeses hicieron una reforma económica que generó los suficientes recursos para promover el desarrollo, pero no el gasto corriente de la burocracia gubernamental. Ese fue el compromiso que los políticos irlandeses respetaron como parte del futuro que estaban construyendo. Hoy por hoy, el presente de Irlanda supera con mucho el desarrollo de las mejores economías europeas.
¿Y en México, cuándo nos alcanzará el desarrollo? Así como están las cosas, no obstante la reforma fiscal aprobada el año pasado, donde refuerza el control de los recursos petroleros transferidos a los estados, la tendencia no parece cambiar y el panorama no es alentador. Cualquier monto de recursos -advierte el auditor-, que se transfiera a las entidades federativas proveniente de los excedentes del petróleo, resultará ineficaz si no se garantiza su aplicación hacia programas de desarrollo estatal, y si no se transparenta mediante una apropiada rendición de cuentas y evaluación de su destino.
Si bien, la debilidad de la Auditoría Superior de la Federación radica en carecer de dientes para fincar sanciones y responsabilidades, no deja de advertir que debemos cerrar los espacios al uso inadecuado de los recursos excedentes que se generan, a la opacidad con la que se manejan y a la discrecionalidad con la que se aplican. Los muros de la opacidad y de los intereses patrimoniales distorsionan la correcta aplicación de los fondos públicos. En esto, más allá de las ideologías, se nos va el petróleo.
2 de agosto 2008
2 de agosto 2008
El Siglo de Torreón