sábado, 23 de agosto de 2008

Dos democracias

El talante de los partidos políticos, especies por demás desprestigiadas, se les conoce ante todo por sus gobiernos, pero también por su vida interna. Y justamente hace una semana que el PRI y PRD en Coahuila convocaron a sus elecciones internas para elegir candidatos a diputados. Mañana le tocará el turno al PAN, pero conviene sobre el caso, entender la diferencia de los procesos internos, porque finalmente de ahí se puede caracterizar la base del poder.

En el PRI -el PRD apenas pinta-, el proceso de selección de candidatos proviene de una tradición no negada: el autoritarismo. La época de la posrevolución obligó a los caudillos, hartos de sangre y violencia, a buscar formas pacíficas de acceder al poder sin perder la vida en el intento. Sin embargo, una vez superada esa etapa, no se planteó mayor democracia, o para decirlo modestamente, mayor pluralidad que el dedo del presidente en turno. En buena medida, el PRI actual, es decir, el PRI que tiene competidores reales desde 1997, poco interés mostró en renovar sus estructuras de acceso al poder, y mucho menos de modernizar el ejercicio mismo del poder. Antes o después del 2000, el PRI cambió poco su cultura democrática, misma que en esencia, continua vigente. La “competencia” interna para elegir sus liderazgos, esa donde Eduardo Olmos quedó como candidato por el distrito XII, o aquella por el distrito VIII donde Salomón Juan Marcos fue ungido por más de 7 mil votos, comparte el mismo carácter: candidatos únicos que sólo compiten entre ellos y sus propios egos. Una especie de pleonasmo electoral. Si el PRI no tiene interés en la democracia, o al menos en cierta base mínima, es porque las prácticas democráticas no se encuentran en su tradición ni tampoco en su larga historia. Por eso resulta normal y natural la simulación de sus competencias internas. Desde el punto de vista interno, el tricolor en Coahuila no ganó en democracia, pero sí en posicionamiento, que es al final de cuentas lo que hace ganar elecciones. Más allá de los discursos, propuestas y festejos, los 32 mil votos emitidos por militantes y simpatizantes priistas de los cinco distritos electorales en Torreón, muestran un pragmatismo capaz de refrendar su hegemonía en el Congreso local. Con la elección interna, los candidatos priistas lograron posicionamiento en dos terrenos: ante los medios y ante el electorado, incluyendo su tradicional voto duro.

Si comparamos la elección interna del PRI con los comicios internos del PAN, que se celebrarán mañana, veremos diferencias sustanciales. Con todo y las críticas que puede recabar el blanquiazul, los procesos de selección interna de sus candidatos al legislativo local, parten de una base mínima democrática. En el PAN se jugarán las curules hasta tres candidatos por distrito, y los militantes activos, una pequeña minoría que no supera los 1300 miembros, votarán conforme a los distritos electorales donde estén registrados.

Inclusive el próximo domingo los panistas estrenarán una nueva fórmula para elegir candidatos. Si en el pasado había la segunda vuelta para buscar mayorías, ahora los panistas elegirán sus cuadros bajo dos posibles escenarios. El primero prevé que un precandidato logre la mayoría, el cincuenta más uno del total de la votación para cada distrito, pero de no lograrse ese puntaje, a veces la política se resuelve en la aritmética, los precandidatos que alcancen una mayoría del 37% con 5 puntos de diferencia a su más cercano oponente, obtendrán la candidatura. Quizá esto resulte barroco para el lector, pero finalmente es preferible una fórmula así, a la simulación del candidato único jugando a las elecciones.

Aún con la crítica que podemos hacer a la elección interna de los panistas, por tratarse de un proceso exclusivo para la militancia, el método parte de una base plural y democrática mínima. Ni los candidatos de Memo Anaya, ni los de José Ángel Pérez tienen asegurada en automático su candidatura, y ahí podemos ver sorpresas el domingo. ¿Podríamos decir lo mismo del PRI, donde los candidatos están en la lista aprobada por el gobernador Humberto Moreira?

También en su vida interna, como lo podemos ver al comparar los procesos internos del PRI y el PAN, los partidos muestran el compromiso por afianzar o simular la democracia. Probablemente muchos ciudadanos ajenos a la vida de los partidos, perciban, una realidad negativa en lo todo lo que se refiera a política, políticos y partidos, no obstante, en esa generalidad perdemos de vista prácticas democráticas que sí funcionan y que pueden favorecer, no lo afirmo como receta, ejercicios democráticos en los gobiernos. Por lo pronto, el domingo ya sabremos quienes son los competidores del PRI para la elección del 19 de octubre.
23 de agosto de 2008
El Siglo de Torreón