Por estos días en Coahuila resuena con fuerza una palabra:
dignidad. De acuerdo con la etimología, dignidad proviene del latín dignitas,
bajo el significado de merecedor. A su vez, dignus es la raíz indoeuropea que refiere
aceptación. Guido Gómez de Silva, en su provechoso diccionario etimológico
explica digno como merecedor, “que tiene derecho a premio o castigo”.
Desde la abrupta revelación de la deuda contraída por el
gobierno de Coahuila, los coahuileses padecimos un agravio tras otro de las
autoridades estatales. Primero ocultaron el problema, luego lo minimizaron como
quien tapa el sol con un dedo. Finalmente
nos enteramos de cómo una parte de la millonaria deuda fue contratada con
documentos falsos, firmas apócrifas y periódicos oficiales ficticios. Literalmente:
moreiralandia. Hasta la fecha los responsables directos están impunes. Poco a
poco el malestar se volvió generalizado, a pie de tierra. Por todos lados se
habló de la deuda y en el mejor de los casos hasta fama nacional adquirimos
como un estado irresponsable. Corrupto para acabar mal.
En el cenit del escándalo, la Auditoría Superior del Estado
litigó contra el órgano garante de la transparencia, se ocultaron los contratos
y cuando se publicaron algunos, rápidamente los bajaron de la red. Como si
fuera cualquier cosa, el visionario Secretario de Gobierno Miguel Ángel
Riquelme nos propuso “dar
vuelta la página”. Al final los
corifeos del PRI en Coahuila repitieron una y otra vez, sin mostrar evidencia
contundente, que la deuda está invertida. Aunque a los ojos de los coahuilenses,
ahí están las obras abandonadas y sin terminar. Después el gobernador Moreira
II afirmó: “nos
dejaron las bases para seguir creciendo”.
En vez de transparentar y llamar a cuentas, se recurrió a la arrogancia. Pero la arrogancia
genera repudio y lleva a perder el poder. Mejor se dedicaron a adoctricar a los
militantes para defender lo indefendible. Ganó en el PRI coahuilense la
complicidad. Un egregio priista al que tengo en buena estima me decía: ando
todo contrariado. Por su parte, la candidata del distrito VI fue orillada a
“defender” la deuda. Por todos lados el PRI insultó la inteligencia. Con soberbia,
creían en el carro completo.
Hay quienes desprecian la política y renuncian de antemano
al voto. Pero ese sencillo instrumento de la democracia, nos permite castigar o
apremiar a nuestros gobernantes. El domingo pasado los coahuilenses castigaron
la deuda y castigaron “el
estilo de Moreira”. El PAN ganó tres diputaciones, las senadurías de
mayoría y casi gana el distrito 1 en Piedras Negras. En vez de reconocer con autocrítica, en el PRI
argumentaron un “error
técnico”;
“les regalamos la elección”. Aún así, el error no explica un déficit de 300 mil votos. Otra vez la soberbia.
“les regalamos la elección”. Aún así, el error no explica un déficit de 300 mil votos. Otra vez la soberbia.
Pero independientemente del partido que triunfe, lo
relevante es que la sociedad pueda imponer límites, frenar abusos y castigar a
sus gobernantes, si no con la justicia, sí con el voto. Una simple boleta nos
dio la posibilidad el domingo de castigar los abusos del partido en el poder. El
No a los candidatos del PRI ratificó la dignidad de los coahuilenses ante el
fraude la deuda. Hay un segmento importante en la sociedad que está dispuesta a
rectificar el cheque en blanco que se dio al PRI años atrás. Esa dignidad es la
que ahora equilibra las fuerzas en el estado.
6 de julio 2012
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9152371