Entramos a nuevo ciclo con el cambio de poder en la presidencia. Aunque el Congreso no será novedad porque ningún partido logró reunir mayoría calificada; mucho menos mayoría absoluta para hacer cambios constitucionales. Si sumamos las diputaciones del PRI, más las que alcanzó el Partido Verde Ecologista y Nueva Alianza, aún así, no alcanzan el cincuenta más uno. Será necesario que el PRI recurra a una coalición más amplia. Es difícil que lo haga con el PRD, donde el ex candidato Andrés Manuel López Obrador parece que tomará nuevamente las calles. De ser así estaría repitiendo la radicalización inútil de un partido que logró 15 millones de votos. Otra vez puede perder la oportunidad de ser una formidable oposición e incluso reformista. Bajo ese escenario el PAN sería más factible para el cogobierno con Peña Nieto y el PRI.
Sin embargo, a falta de brújula, el presidente del PAN anunció que será hasta agosto cuando se decida el papel que tomarán los panistas en la toma de protesta de Peña Nieto. A decir de Madero “nosotros no pagaremos al PRI con la misma moneda de la obstrucción legislativa que ellos usaron, porque el pueblo de México sería el mayor perdedor”.
Pero justamente en eso radica la miseria de la oposición. La parálisis antes de que el otro avance. La obstrucción antes que ver triunfar al partido en el poder. Uno gana mientras otro pierde. Es un lugar común de la retórica política decir que el bien mayor es México, los ciudadanos, la sociedad y todo aquello que sea lo más amplio posible. Al final ni unos ni otros, porque si bien hubo acuerdo y reformas legislativas, por lo general reinan las legislaturas estériles. Así, al pasar cada elección y a petición de los partidos perdedores, se convoca a una nueva reforma electoral. Quién sabe qué maraña resultará en los próximos meses después de tanta acusación.
Por lo pronto, si el PAN quiere recuperar credibilidad y confianza con el electorado, tendrá que demostrar que no será una miserable oposición, tanto como la que bloqueó la reforma energética en el sexenio de Ernesto Zedillo. En contraparte el PRI hizo lo mismo que el PAN cuando Fox fue presidente. Y qué decir de los años con Calderón. Por eso habrá que tomar con reserva las palabras de Madero, a quien no se le da mucho la política, pero sí el apellido. Si el PAN logra superar el retroceso oposicionista podría estar recuperando espacios perdidos en los próximos años. Acaso el PAN tendría que recordar una legislatura más cercana a la que emanó de la elección en 1988. Cuando un grupo de inteligentes y comprometidos legisladores panistas lograron en coalición una serie de reformas político electorales sin precedentes para ese momento. Hoy el PAN deberá elegir entre perpetuar un papel estéril como simple y llano crítico, o el de un partido comprometido con el futuro.
20 de julio 2012
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