Además del triunfo de Peña Nieto y el regreso del PRI después de doce años de panismo, lo más destacado de las elecciones nacionales, fue sin duda la normalidad democrática que se ratificó una vez más el domingo. Después de la mitología del fraude y los malos deseos, la elección del domingo demostró la capacidad institucional detrás de los comicios, pero en especial, la confianza de miles de mexicanos que durante la jornada fueron funcionarios de casillas. Sin tanto voluntario en todos los rincones del país, las elecciones no podrían realizarse.
Para quienes piensan que el regreso del PRI es el regreso del autoritarismo, la noticia más relevante es que el Congreso, el mayor actor de la alternancia en México desde 1997, estará conformado nuevamente por un gobierno dividido. El presupuesto, las posibles reformas e incluso las auditorías pasarán por ahí. Pero hoy más que nunca, los contrapesos estarán a prueba. La jornada electoral dejó en claro que emerge un votante exigente e informado. Algo ya lo apunta el movimiento #YoSoy132. Igualmente otras organizaciones han tejido fino para vigilar al gobierno.
Otro punto relevante de la elección fue el tercer lugar del PAN. Mejor lección del electorado mexicano no pudo tener el partido que durante dos sexenios fracasó para avanzar con una agenda reformadora. Por el contrario, sea acomodó bien a los usos y abusos del poder. Hoy paga las consecuencias.
De cara al futuro, Peña Nieto y el PRI enfrentan retos importantes. El primero sin duda tiene que ver con la inseguridad y la violencia. Tanto criticaron al partido en el poder, que ahora tienen una dura prueba en las entidades más violentas: Sinaloa, Chihuahua, Durango, Guerrero, Coahuila, Nuevo León, Veracruz… Al mismo tiempo, heredan una estabilidad financiera notable, esperemos que no se agote como en los viejos tiempos del partidazo, sino que se fortalezca y la hagan crecer. Porque lo logrado hasta ahora, bien puede perderse en dos o tres años de fiesta. Hago votos porque no sea así y para que los actores políticos vigilen, limiten, estén alertas.
Casi al igual que Fox en el 2000 (6.4), Peña ganó con 6.5 puntos de diferencia. No los diez que cantaron algunas encuestas. Peña tiene un gran bono de legitimidad, que sin embargo, de no ser eficaz en los próximos dos años, se evaporará rápidamente.
Pero ahora que el PRI regresa a los Pinos, ¿de qué manera se transformará la relación de poder con los gobernadores del mismo partido? ¿Les darán todo, incluso impunidad como en los gobiernos del PAN? ¿Les permitirán la autonomía que hasta ahora han ejercido en “la plenitud del pinche poder”? ¿Habrá miles de millones para las arcas estatales sin rendir cuentas como en los años del panismo? ¿Tendrán las manos libres para hacer y deshacer?
Hoy más que nunca en la segunda alternancia, las agendas de transparencia y rendición de cuentas se vuelven fundamentales. Una versión 2.0 pueda acrecentar el empoderamiento del ciudadano. Ahí el PRD y el PAN tendrán la balanza en el Congreso para catalizar lo cambios que no fueron en estos años. Uno de ellos despartidizar la política o ciudadanizar más la agenda de gobierno. Otra vez los pendientes: candidaturas independientes, reelección, revocación de mandato, rendición de cuentas, transparencia, transparencia y transparencia. La palabra también es de los ciudadanos.
4 de julio 2012
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