En este año, el día político más llamativo para Torreón, tendrá lugar el 7 de julio, cuando sucedan las elecciones para elegir alcalde. A fuerza de spots y propaganda será la fecha más llamativa, aunque sigo pensando, que la más importante políticamente, no es la renovación de la alcaldía, ni siquiera la victoria del PAN o la derrota del PRI, sino la construcción de valores cívicos. Asumir que “la” política se reduce a votos, es tener una visión estrecha de “lo” político. En ese sentido, en Torreón padecemos una costosa disfuncionalidad cívica, es decir, una ciudadanía incapaz de construir un espacio público más robusto y solidario.
En pocas palabras, nuestra marca cotidiana es la del “liberal salvaje”. Por eso no importa que la degradación del espacio común tenga su mayor fuente en los mismos ciudadanos. ¿Es necesario repetir que la basura en las calles refleja el comportamiento cotidiano de los ciudadanos? ¿Qué decir, cuando fácilmente exigimos derechos, pero ignoramos las obligaciones? O ¿les parece normal que un tercio de los automovilistas porten placas piratas?
En esos casos, la política es reflejo de los ciudadanos, aun y cuando expresen que no les interesa. Pero el mal de la inseguridad y la violencia han agravado ese círculo vicioso que alimenta la desconfianza, el miedo y un peligroso desprecio por la política.
A decir de Arnold Toynbee,
“el mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernador por personas que sí se interesan”.
Por lo tanto, más nos vale empezar por ahí. Tampoco pienso que todo está perdido. Más bien, en el cenit de la crisis, estamos llamados a reinventarnos. Hay grupos, organizaciones y asociaciones, aunque un tanto dispersos, que están trabajado por esa esperanza.
Casi sin ser percibidos, sin la publicidad de unas elecciones, están haciendo una mejor ciudad. No buscan, ni piensan: hacen.
Hace varios meses, cuando acudí a una enésima reunión con organizaciones civiles para conocer el diagnóstico y los índices delictivos de la Zona Metropolitana de La Laguna, la petición unánime de los ciudadanos coincidió en impulsar acciones para acrecentar valores cívicos.
Lo relevante no fue el diagnóstico de que estamos jodidos, sino potenciar acciones que cambien comportamientos, que hagan hábitos para los ciudadanos. Entonces, ¿es mucho pedir una campaña para respetar peatones? ¿otra más para la educación y convivencia vial? ¿qué les parece dignificar los barrios y las colonias de la ciudad?
Se trata de colaborar con pequeñas acciones de gran impacto en la ciudad. Para todas esas acciones los protagonistas no son, ni serán los políticos, los partidos o los gobiernos, sino esencialmente los ciudadanos.
Ya sabemos que de nuestros gobiernos inmediatos no podemos esperar actos de autoridad, porque hace tiempo que se esfumó la legitimidad. Por eso creo que el mayor compromiso tiene que venir desde abajo. Es decir, de los ciudadanos hacia el gobierno. Solamente así, para aspirar a mejores gobiernos, habría que hacer primero mejores ciudadanos. Es un difícil arte, pero no imposible.
4 de enero 2013
Milenio http://laguna.milenio.com/cdb/doc/impreso/9168732