La
política es un mal necesario. Nos guste o no tenemos que lidiar con ella. Más
aún, tenemos que padecerla. En el camino, la maltrecha democracia que vivimos
exige elecciones periódicamente a un costo irrazonable para los ciudadanos. Eso
sí, el gobierno aprieta el cinturón a los contribuyentes para financiar su
obesidad. Aunque en la próxima elección del 7 de junio tengamos miles de votos,
se respira un aire de hartazgo, de ausencia de legitimidad. No hablo solamente
de un partido, sino de la llamada “clase política”. En la política impera el
discurso políticamente correcto como “ayudar a la gente”, pero en realidad
domina la atracción de poder y el dinero. La motivación no es distinta en otras
democracias consolidas. Sin embargo, el caso mexicano, y sobre todo a partir de
la década de 1990, las elecciones se han vuelto un gran negocio.
Desde
entonces, para cada proceso, los presupuestos aumentaron a tal punto, que no se
considera ni por error (“de no vivir en el error”), una disminución sustancial
para el costo de las elecciones. En cambio sí se aumentan impuestos. Nada más
para este proceso, que no incluye elección presidencial, ni renovación del
Senado, las elecciones costarán más de 18 mil 500 millones de pesos. Como en
otras cosas, lo caro no es sinónimo de calidad y mucho menos eficiencia. Por lo
mismo, aunque en la generalidad del país se vive un bipartidismo entre el PRI y
el PAN, partidos y más partidos se acumulan para extraer la renta ciudadana. De
los chicos, el más eficiente para capturar la renta de los contribuyentes, es
el Partido Verde Ecologista. Un partido gañán que ha destacado en los últimos
años, por violar la ley reiteradamente, a eso súmele la complacencia de las
autoridades electorales y sus tribunales. No obstante de haber elementos para
quitar el registro al Verde, la sanción sólo es económica. Es decir, el dinero
de los contribuyentes, paga también las multas millonarias del Verde.
Bien lo
dice su rapaz publicidad: El Verde ¡Sí cumple!. Este partido de índole familiar
(de los González), con algunas concesiones amistosas, cuesta a los ciudadanos
1.2 millones de pesos diarios, lo que da un presupuesto anual de 444 millones
de pesos. Vuelvo al punto, la política es un mal necesario, pero el sistema de
partidos, no sólo es un abuso, sino un gran negocio a costa de los ciudadanos.
Por las mismas están el resto de los partidos pequeños. Lo que menos reciben,
120 millones sólo para este año, son tres partidos: el partido de Andrés Manuel
López Obrador (PAMLO), que también le dicen Morena; Humanista y Encuentro
Social. Los grandes como el PRI y el PAN superan los 1000 millones cada uno.
Para retomar el eslogan panista: ¿A poco no es un gran negocio? Pero lejos de
que el sistema de partidos funcione como una auténtica representación de los ciudadanos, los miles de
millones son un gran atractivo para la llamada clase política. Nada más este
año ya cuesta 5 mil millones de pesos mantener a los partidos. Sería bueno aplicarles un presupuesto base
cero.
Por
lo mismo no extraña, que ante instituciones débiles, la impunidad sustituya a
la justicia, y los partidos utilicen la democracia contra la democracia misma. Lo
preocupante es que no parece haber freno ni límites. El INE en vez de hacer su
trabajo, perdona al Verde. Qué lejos estamos de los precedentes que sentó el
Instituto electoral en 2003, cuando aplicó una multa histórica al PRI por mil
millones de pesos. Ahora el INE avala las violaciones del Verde y también
guarda puntualmente los intereses de la Presidencia de la República, cuando de
crítica se trata. Mientras Enrique Peña Nieto elogia la libertad de expresión,
al mismo tiempo, la oficina de la presidencia impugnó el spot de PAN donde
critica los gastos exorbitantes del reciente viaje a Inglaterra. El presidente
del INE, Lorenzo Córdova no quiso quedarse sin chamba, y rápido atendió la
queja de la Presidencia. No hay duda de que viejas prácticas están de regreso.
Se puede criticar todo, pero no te metas con la Virgen de Guadalupe y con el
Presidente. Para muchos gobernantes, no digo que todos, gobiernos como el de
Turquía o Corea del Norte, son la envidia. Ahí sí pueden frenan las redes
sociales. Pueden suspender Internet, bloquear Google y You Tube. Igualmente, si
los tuits no favorecen, se pueden cortar las alas al Twitter. Su consuelo es el
INE y el Tribunal Electoral. En medio de unas carísimas elecciones, la
autoridad también decide que críticas debemos ver y no ver. Así nuestra
democracia.
22 de abril 2015
El Siglo de Torreón
http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1107800.lo-que-debemos-ver-y-no-ver.html