Puro lujo
Como
va el rumbo de la cosa pública, nos queda una sensación de ir un paso para
adelante y dos para atrás. Entre la comentocracia ya se habla de “regresión”,
vuelta al pasado o de una “restauración” del viejo régimen. Incluso, hasta las
opiniones más ecuánimes y conservadoras, denuncian la cleptocracia o describen,
a manera de lamento, “un presidente como los de antes”. De manera prematura la
Presidencia de la República perdió confianza y credibilidad por sus propias
acciones relacionadas con la corrupción. Lejos de enmendar el rumbo, hay que aguardar
todavía cuatro años más.
En el poder optaron por la arrogancia como una
actualización de “ni los veo ni los oigo”. Por eso, el Secretario de Hacienda,
Luis Videgaray, se presenta tan tranquilo, a pesar de las nuevas revelaciones
del diario Wall Street Journal sobre su casa en Malinalco y el magnífico crédito
otorgado por HIGA. Para el caso, mejor colofón no pudo haber: "Si les
parece bien no voy a hacer ninguna otra declaración".
Desde
Londres, el presidente Enrique Peña Nieto, reconoce, como quien no es parte del
problema, que México está plagado de desconfianza: “Hoy, sin duda, hay una
sensación de incredulidad y desconfianza… ha habido una pérdida de confianza
que ha sembrado sospecha y duda”.
Hace unos días, se publicó una encuesta que
registra la desaprobación ascendente del gobierno. 58 por ciento de los ciudadanos desaprueba al
gobierno de Peña, o como dijera el innombrable: esas encuestas reflejan un
despeñadero. Por el contario, solamente 39 por ciento lo aprueba (Parametría,
23 de marzo 2015).
En
ese ambiente negativo de nuestra vida pública, aunque todavía muy alejado de la
autodegradación venezolana, el Senado acaba de aprobar el dictamen para la
nueva Ley General de Transparencia. Después de un estira y afloja en contra de
la transparencia, se lograron enmendar varios puntos que mejoran los mecanismos
de la ley en el país. De entrada es positivo que la nueva ley amplía los
sujetos obligados, entre ellos sindicatos, partidos políticos y el resto de los
poderes públicos más allá del ejecutivo. Aunque los legisladores, se dieron un
tiempo de espera para que la ley no aplique del todo a ellos, mientras se
acomodan. Esto significa que la discrecionalidad en el gasto continuará hasta
que no ajusten a la norma. En congruencia con el pasado, el coordinador del PT,
Manuel Bartlett, fue el único en votar en contra.
Otro
punto relevante es que pasamos de una ley con 17 obligaciones mínimas de
transparencia, a 48. Es decir, tendremos una cancha más amplia a favor de la
transparencia. También se unificaron los criterios y principios para estados y
municipios, a fin de partir de la misma base. Con la ley anterior, cada estado
se confeccionaba su vestido de “transparencia” a la medida.
Como
en toda ley de transparencia y acceso a la información, un punto polémico son
las causas de reserva de información. El motivo más socorrido es la “seguridad
del Estado”. Bajo esa justificación, muchas dependencias gubernamentales
ocultan dolosamente información de interés público. La nueva ley exige mostrar
una prueba de daño para la clasificación de información. En general la nueva
ley es un paso de segunda generación si lo comparamos con la primera ley. Pero
es cierto, querido y desconfiado lector (la burra no era arisca). La ley de
transparencia no resuelve los problemas del país, ni tampoco acaba en
automático la corrupción. Por el contrario, necesita de ciudadanos que le den
contenido, que la lleven una y otra vez a prueba. Ciudadanos, que cansados de
sus gobiernos, los llamen a cuentas a través de un sencilla solicitud de información.
Todavía nos falta mucho, pero no partimos de cero. Aunque lo confieso,
desalienta saber que avanzamos en unas, pero retrocedemos en otras.
El Siglo de Torreón
http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1099234.transparencia-y-confianza.html