lunes, 4 de mayo de 2015

El gobierno que merecemos

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Pródiga empezó la semana con los tres galardones al cineasta mexicano, Alejandro González Iñárritu. Me gustó la alegría que los premios generaron. También me gustaron los brevísimos comentarios políticos de un mexicano que es la antípoda de nuestra clase política. Retomo sus palabras: "Finalmente solo quiero tomarme un segundo para dedicar este premio a mis compañeros mexicanos: los que viven en México, ruego porque podamos encontrar y construir el gobierno que merecemos, y a aquellos que vivimos en este país, quienes somos parte de la última generación de inmigrantes en este país, espero que podamos ser tratados con la misma dignidad y respeto que aquellos que llegaron antes y construyeron esta increíble nación de inmigrantes”.

Como en todo, las palabras de Iñárritu calaron al gobierno de Enrique Peña Nieto. Un gobierno desmoronado por la corrupción, carente de confianza. ¡Y pensar que todavía le quedan cuatro años! La respuesta del PRI en Twitter no se hizo esperar: “Estamos construyendo un mejor gobierno”. Pero ¿qué tanto el PRI en Los Pinos está construyendo un mejor gobierno? ¿Qué tanto el gobierno de Peña Nieto construye un mejor gobierno? El gobierno de Peña Nieto se mostró eficaz el primer año para operar una agenda reformista, aunque todavía no queda claro los beneficios de esas reformas. La reforma hacendaria sólo expurgó más a los contribuyentes, pero a cambio, la corrupción en el gobierno se disparó, se multiplicaron las casas y la economía no crece. En telecomunicaciones, los usuarios ya no pagarán larga distancia, pero a cambio, el gobierno le concedió un regalazo millonario a Televisa y TV Azteca. La reforma energética, hasta ahora la mayor apuesta peñista, se desmoronó en un santiamén con la caída del precio del petróleo. La reforma política abrió paso a las candidaturas ciudadanas y también dejó intacto el régimen disfuncional.

¿Un mejor gobierno? Peso devaluado, criminalidad por aquí y por allá. Más que percepciones, se trata de juicios de hecho. Sin lugar a dudas estamos en el peor de los escenarios, es decir, un gobierno arrogante y enconchado en su poder. Un gobierno que la crítica y reprobación de sus ciudadanos no parece importarle por una razón muy sencilla: tiene el poder. Desde esa estéril relación, el poder emana de los ciudadanos, para luego desentenderse de ellos. La “gran política” nacional está destinada a mantener ese poder. Un ejemplo reciente lo ofrece la degradación del exgobernador de Guerrero, Ángel Aguirre. No sólo lo tumbaron de la “plenitud” del poder, ahora el Gobierno Federal lo persigue no tanto por haber asaltado el erario, sino por ser de un partido contrario. Caso contrario lo tenemos en Coahuila con el exgobernador Humberto Moreira. Moreira I endeudó el estado casi hasta la quiebra. También fue artífice de un enorme escándalo de corrupción, pero en México la libró por ser del mismo partido. No sabemos todavía cómo le irá en Estados Unidos, donde la regla no es la impunidad.

Pero apenas sacudió un mensaje, cuando otro desató más rencores. El Papa Francisco, carismático y con ciertos aires de renovación en la Iglesia Católica, expresó sobre México y Argentina la verdad en relación al narcotráfico y la criminalidad: "Ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización. Estuve hablando con algunos obispos mexicanos y la cosa es de terror".  La comparación del Papa enojó al gobierno mexicano, que rápidamente expresó su repudio a través del canciller de la Secretaría de Relaciones Exteriores, José Antonio Meade. El problema para un gobierno de artificio, no es la realidad criminal que impera en el país, sino las declaraciones de terceros. En consecuencia, lo que más preocupara es la imagen, o lo queda de ella, pero no la eficacia, y mucho menos la responsabilidad de Estado.


No hay duda de la capacidad de los mexicanos para el trabajo y destacar más allá de las fronteras. Una vez más se reafirma una generación de mexicanos que sale adelante, destaca y genera tendencia. Al mismo tiempo, tenemos en México una generación de políticos mediocres que arribaron al poder sin ningún sentido de responsabilidad pública. Y ese es precisamente el contraste entre lo que tenemos y nos merecemos. ¿Dónde estarán los González Iñárritu de la política en México? No lo sé, pero cómo nos hacen falta.  

25 de febrero de 2015
El Siglo de Torreón