Vivimos
un desencanto con la democracia, un malestar latente de nuestra vida pública. El
ambiente parece sombrío, aciago. No termina una y ya empieza otra. Cuando
aparentemente se logró un acuerdo nacional, éste se desfiguró rápidamente por
la sombra de la corrupción y la inoperancia gubernamental. Como si el desprestigio no fuera suficiente, se
acumularon más escándalos para comprobar que lo importante es el poder, no la
confianza y la eficiencia del gobierno. Cuando más debía fortalecerse, más se
alimentó la desconfianza; el descrédito. De pronto la política echó más leña al
fuego. Ante esa percepción, predomina el rechazo, y en el mejor de los casos,
la indiferencia. Ese es el ambiente que se respira en medio de unas abúlicas
elecciones para renovar la Cámara de Diputados.
Diputado.
La palabra en sí ya tiene una connotación negativa. Recientemente, el Diagnóstico
sobre el Parlamento Abierto en México (2015), verificó las razones de la mala
imagen: parlamentos opacos y poco dispuestos a la rendición de cuentas. Pero
¿qué tanto nos sentimos los ciudadanos representados por los legisladores? 7 de
cada 10 personas en el país, no se siente representada por los legisladores. En
esas condiciones llegamos a las elecciones, que serán histórica no por el
desdén de los ciudadanos, sino por retomar la posibilidad de reelección en la
nueva legislatura.
Para
muchos no hay razones para salir a votar. Prefieren el desprecio, al fin “todos
son iguales”, pero lo preocupante del momento no es sólo la participación de
los ciudadanos, sino el desprestigio de la democracia ante gobiernos que se
esmeran porque así sea. Entre acusaciones y críticas, el PAN le apuesta a la
desatinos del gobierno priista, e incluso, hasta señala la corrupción, pero no
hizo nada con la propia. En el pasado reciente el PAN hizo un gobierno mediocre
y comodino con el status quo, léase la corrupción. El PRI se defiende con el
INE, para cortar los spots “calumniosos”, y luego el fallido presidente Enrique
Peña Nieto dice que respeta la libertad de expresión. El PRD, que también tiene
sus helicópteros, busca diputaciones, pero dista mucho de ser una oposición. Entonces
¿dónde quedó la oposición? En una democracia funcional, los partidos son
vigilantes del poder y también forman parte de un sistema de pesos y
contrapesos. Si revisamos la historia reciente de la transición a la
democracia, encontramos momentos luminosos y aportaciones fundamentales de la
oposición. En protesta por la ausencia de
democracia, la oposición no participó en las elecciones de 1976, de tal forma
que José López Portillo compitió contra si mismo. En consecuencia, el
secretario de gobernación, Jesús Reyes Heroles promovió una reforma electoral
que a la postre fue clave para entender la transición a la democracia.
En esa
trayectoria el PAN fue oposición leal, y llegado el momento, empujó cambios
fundamentales para la democracia como un instituto electoral autónomo, además
de la credencial para votar. Tras la derrota en las elecciones de 1988, las
agrupaciones del izquierda del Frente Democrático Nacional darían origen al
PRD, que durante la década de 1990, hizo oposición y democracia, de tal forma,
que para 1997, se rompió el monopolio del PRI en el Congreso. La tendencia en
el 2000 condujo a la pérdida de la presidencia por parte del PRI.
A lo
largo de tres décadas, la oposición, ya fuera el PAN o el PRD fueron contrapeso
del poder e indudablemente aportaron a la democracia mexicana. ¿Qué pasó
después? El PAN fue un fracaso en el poder durante los 12 años de la
presidencia. No pudo ni quiso cambiar lo que había que cambiar. Después del
regreso del PRI a la presidencia con Peña Nieto en el año 2012, la oposición se
ha desvanecido. Un PAN acomodado en el Congreso y en algunas gubernaturas, pero
carente del espíritu combativo que lo caracterizó en el pasado. Hoy es una
caricatura de su historia. El PRD está pulverizado por sus propios miembros. Luego
de llegar a ser la segunda fuerza política en el país, también renunció a la
oposición, para establecerse cómodamente en los beneficios del poder. ¿Y el
Partido Verde Ecologista? Un partido gañán que ha sabido cómo extraer las
rentas de la democracia y encontrar de los ciudadanos. Eso sí, ha sabido hacer
las alianzas pertinentes con el PRI y el duopolio televisivo. De esa manera
asegura el poder a los primero (y el dinero corre a raudales), y con los
segundos, emite un propaganda engañosa, pero efectiva. No se descarta el escenario donde el Verde
(que no tiene nada de Verde sino la fachada), suma los votos mínimos para que
el PRI mantenga el control en el Congreso.
Sin
oposición a favor de la democracia, no sólo tenemos un gobierno dominado por la
corrupción, sino una oposición que también se alinea contra la sociedad. En
momentos donde parece no haber alternativa, diversos grupos ciudadanos en el
país han demostrado capacidad crítica y también propuestas. Si en el pasado
reciente la oposición aportó a la democracia, hoy ese papel, comienza a
asumirlo paulatinamente los ciudadanos, sin embargo todavía hay muchos candados
y trabas para los ciudadanos. Ante la corrupción y la mediocridad de los
partidos, estamos en un desencanto de la democracia. A la larga, un mal
escenario nos acerca a la degradación venezolana. Hago votos porque así no sea.
15 de abril 2015
El Siglo de Torreón
http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1105569.desencanto-de-la-democracia.html