domingo, 1 de mayo de 2016

Por sus instituciones los conoceréis


Como en todo, las empresas pasan ciclos buenos y ciclos malos. En las buenas rachas no sólo se gana, sino también se crece. Los años buenos pueden apalancar el futuro y también permiten amortiguar las bajas. Pero las oportunidades no siempre se dan. De ahí, que una buena administración hace la diferencia para permanecer y continuar. Aunque se trata de pequeños principios, resulta aterrador conocer la forma en que a lo largo de las décadas, se han administrado las empresas públicas. Peor todavía, las instituciones. A diferencia de las empresas privadas, que suelen desaparecer tras una mala administración, las empresas del gobierno y también sus instituciones tienen la "ventaja" de permanecer no obstante una deuda que las ahoga, o una pésima administración. Al final siempre quedan los recursos públicos para sostener lo insosteniblemente.
Nuevamente Pemex, "la empresa de los mexicanos", está al borde del colapso. Ahí los principios básicos de administración no aplican, como tampoco aplica una sana economía. Otra vez, de la historia no aprendimos nada. La primera década del siglo XXI dejó ingresos millonarios a la empresa. Los altos precios del petróleo sirvieron para financiar el gasto corriente de los gobiernos, la deuda pública, proyectos improductivos y al final, muy poco de eso nos quedó como valor público. Ahora que los precios están por los suelos, el gasto operativo de la empresa es incosteable. No aprendimos nada de los exuberantes años 70 del siglo pasado. Tampoco nos quedó nada de esa buena racha con precios altos; ni siquiera un fondo para los años de "vacas flacas". Durante décadas Pemex fue la caja chica del Estado mexicano, pero todo tiene un límite. Hoy le saldría más barato a los ciudadanos declararla en quiebra, que tratar de mantener artificialmente un cadáver. Como solución, el gobierno federal propone más deuda para rescatar un empresa inoperante. Se trata de una cifra estratosférica: ¡un billón de pesos! Por lo pronto, ya recetaron 50 mil millones de pesos para solventar las pensiones. El cuento de nunca acabar.
Sin embargo, lejos de tratarse de un caso asilado que amerita un rescate excepcional, se trata de una característica que muestra la dimensión inoperante del Estado mexicano. No sólo del gobierno, sino del Estado mismo. ¿Ahora entienden por qué es tan endeble la seguridad pública?
Pero veamos otra institución, para no ensañarnos con las "empresa de los mexicanos". Recientemente las autoridades festejaron la creación la nueva Secretaría de Cultura a nivel federal. Pero lo nuevo poco duró, porque arrastra serios problemas en su administración. Mucho personal y pocos resultados. El mejor ejemplo lo tenemos en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Encargado de proteger el patrimonio arqueológico e histórico del país, el INAH está ahogado por una inmensa burocracia que se concentra en la capital del país (¡qué raro!). ¿Qué significa esto? De más de 7 mil trabajadores, sólo 24 por ciento hacen labores sustantivas para la conservación. El resto engorda la nómina. Dicho en otras palabras, una institución relevante es degradada desde un gobierno inoperante. Por lo mismo, es difícil que así pueda haber eficiencia, buen servicio y resultados con un claro valor público. Hace décadas Gabriel Zaid llamó a esta característica del Estado mexicano, el progreso improductivo. Seguimos en las mismas. Bajo esa relación, no hay dinero público que alcance, ni instituciones que puedan prestar servicios de calidad. Para el caso, ya mejor ni hablamos de la salud. Más que pensar en reformas y gastar en aviones millonarios, habría que empezar por lo básico: administrar bien lo que se tiene. ¿Es mucho pedir?
El Siglo 17 de febrero 2016
https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1198031.por-sus-instituciones-los-conocereis.html