viernes, 20 de mayo de 2016

El Puente


Entre los símbolos laguneros, uno de los más emblemáticos y queridos por la gente, es el puente sobre el río Nazas. Aparece una y otra vez en el imaginario colectivo de la región. No deja de sorprenderme que hasta las nuevas generaciones ávidas de redes sociales como Facebook, Twitter, You Tube o Instagram, retoman la imagen histórica o actual de ese puente. En pocas palabras, es un pedazo de identidad hecho fotografía. Al mismo tiempo es un vía funcional y de uso cotidiano. ¿Pero por qué el puente sobre el lecho del Nazas forma parte de nuestra identidad? ¿Qué hay detrás de su historia que nos sigue entusiasmando?
En los diferentes paseos y visitas guiadas de historia que hago en Torreón, siempre vamos al puente del Nazas para refrendar con orgullo, esa lucha de nuestros abuelos. Durante muchos años las ciudades laguneras de Torreón, Gómez Palacio y Lerdo quedaban incomunicadas por las avenidas periódicas del río Nazas, a quien no dudamos en reconocer como "Padre Nazas". Para los laguneros de las tres ciudades se complicaba el tránsito cada que el agua corría. En 1926, una primera asociación civil de laguneros llamada "Puente Nazas", buscó impulsar la construcción para unir a las ciudades, pero faltaron fuerzas. Ahí estaban notables laguneros como Francisco Dingler y Agustín Zarzosa. Por entonces ya funcionaban dos antiguos puentes. Uno del ferrocarril, que actualmente funciona bien, -sí, señores "ingenieros" del gobierno-, pero que es herencia de la época porfiriana. Irónicamente La Laguna le debe más a Porfirio Díaz, que a la Revolución. Otro puente histórico era el del tranvía eléctrico de "Lerdo a Torreón", que fue hecho en la misma época, y del cual sólo nos queda, después de la desaparición de ese transporte en 1953, unos fortísimos pilotes de piedra que sostuvieron ese puente. Sin embargo, faltaba un puente para que las personas cruzaran fácilmente, sin los peligros de invadir la vía. Un puente para autos y peatones. De esa manera, unos laguneros bien comprometidos y asociados en el activísimo Automóvil Club, retomaron el proyecto del puente. Hablamos de la sociedad civil que se adelantó al gobierno.
En 1928, los ingenieros del Automóvil Club, Federico Wulff, Vicente Solís y Enrique Carrión, realizaron un primer estudio para proyectar el puente en condiciones de tierras arenosas y fuertes avenidas del río. Los cálculos nos les fallaron como podemos constatar. Sin embargo, no sería hasta abril de 1931 cuando se iniciaron las obras, a la par de la campaña ciudadana, "Coopere y habrá puente". Esa petición hizo tal eco entre los ciudadanos, que el gobernador de Durango, Pastor Rouaix, y de Coahuila, Nazario Ortiz Garza, se sumaron al proyecto. El puente costó 230 mil pesos de aquélla época, cuándo la moneda sí valía, y Videgaray no estaba en Hacienda. Como ven, no siempre hemos estado mal.
Regresemos al glorioso puente lagunero, que siempre fue naranja, y ahora es plateado. La obra fue diseñada y dirigida por el ingeniero Francisco Allen, un profesional de la construcción serio, ordenado, y sobre todo, honesto. Los resultados están a la vista y todavía disfrutamos la calidad del puente que ha vivido tremendas inundaciones del río Nazas. La estructura de acero fue hecha por la Fundidora de Monterrey, de la cual todavía se conservan unas placas. ¿No las han visto? Vayan a caminar por ahí.
La obra la empezaron el 11 de abril de 1931, y la inauguraron el 20 de diciembre de ese mismo año. ¡Nueve meses señores políticos! Es fecha que todavía no pueden terminar el puente de la Falcón. ¡Una vergüenza! No cabe duda que aquella generación de laguneros fue grande; fue ejemplar. El día de la inauguración hubo fiesta en La Laguna. De un lado y de otro las poblaciones quedaron hermanadas por el puente. Ante todo, ese puente representa la unión, el esfuerzo y la asociación de laguneros que fincaron el bien de la región. 85 años después, el puente del Nazas está en pie y sigue funcionando. Es símbolo de identidad y patrimonio cultural lagunero. En tiempos de extravío, más nos vale escuchar la historia.
El Siglo 
18 de mayo 2016