La
historia está en sus edificios. En el hormigón, el fierro, los ladrillos, o
para acabar pronto, en las formas y los materiales. También está la historia en
la disposición de los espacios que conforman una cierta identidad. De esa
manera, la arquitectura vale, en tanto es ocupada por la gente. Un lugar, un
espacio o un edificio pueden volverse un referente reconocido. A pesar de su
juventud como ciudad, poco más de cien años, Torreón cuanta con referentes arquitectónicos
reconocibles. Sin duda, por sus características, por el contexto de su
historia, el Palacio Federal es uno de los emblemas de la ciudad. Construido
por el gobierno federal entre 1944 y 1946, el Palacio Federal fue un inmenso
edificio en la época. Su sola construcción durante el gobierno del presidente
Manuel Ávila Camacho, reveló una vez más, la importancia de la región Lagunera,
para la presidencia de la República. ¿En los últimos sexenios, qué obra de gran
calado tenemos?
Eran
otros tiempos donde la Laguna recibía gran atención de la federación. El Banco
de México, no para Saltillo ni Durango; sí para Torreón. Otras grandes obras
como la presa El Palmito, el Banco Rural, el Hospital Ejidal… pero regresemos
al Palacio. Bajo una arquitectura federalista, el edificio tiene aires brutales
que recuerdan a los gobiernos totalitarios de aquellos años, como la Alemania
dominada por el Nacional Socialismo, o la Rusia dictatorial de Stalin. También,
eran los años dorados del estado mexicano, como un estado fuerte, autoritario,
con el control de casi todo, incluida la esposa del presidente. De esa manera,
para atender directamente a la región, se construyó el Palacio Federal. De
acuerdo con los parámetros de la época, el proyecto nació grande y se destinó
una manzana para levantar ahí el pesado edificio de tres plantas y sótano. Se levantaron
fuertes columnas y robustos pilares de concreto armado y arena del río Nazas. Sus
colores son formales: blanco y gris oscuro. A la sencillez geométrica concebida
por el arquitecto Luis Prieto Souza, quien fue un buen representante de la
escuela tapatía, se agregó el conjunto escultórico que terminó por coronar el
edificio. Cuatro magníficas esculturas para representar la agricultura, la
industria, la educación y el deporte. Cada una vigila desde entonces las cuatro
esquinas del edificio. Frente a una enorme multitud, el presidente Ávila
Camacho y ex presidente Lázaro Cárdenas, inauguraron el Palacio el 5 de octubre
de 1946. Ahí estuvo el gobernador de Coahuila, Ignacio Cépeda Dávila, un hombre
de triste historia. También acompañó el joven alcalde de Torreón, político de
buena memoria entre la gente: Braulio Fernández Aguirre.
¿A
qué viene esta historia? Desde hace unos meses se realizan obras de
remodelación en el Palacio Federal, que ya cuenta con 70 años. De acuerdo con
el Instituto de Administración y Avalúos de Bienes Nacionales (INDAABIN), la
inversión asciende a 87 millones de pesos. El proyecto tiene aciertos
plausibles como las instalación de paneles solares, adecuación de plafones en
los techos, áreas verdes y mantenimiento general. Sin embargo, llama la
atención, la instalación innecesaria de plafones en los muros y columnas del
edificio. Lejos de conservar el edificio histórico bajo los criterios de intervención
y restauración, han dañado la fachada con plafones. A todas luces el palacio
requería restauración, pero ahora han perforado la fachada e instalado ahí
plafones innecesarios, como quien trae dinero para desperdiciar. En un
recorrido que hice el sábado pasado, pude constatar la manera en que han
maltratado el edificio. Sin ningún respeto de la historia y la identidad
arquitectónica. Celebro la modernización del edificio, la inversión para
dignificar el espacio, pero también condeno la ignorancia con la que
procedieron a dañar la fachada. ¿Quién asesoró el proyecto? ¿Por qué las mismas
autoridades que reconocen el edificio como “artístico” permiten el daño? ¿Por
qué no consultar antes a los expertos en restauración que tiene el mismo
gobierno en el INBA y el INAH? Es una pena lo que ahora sucede, que bien podría
enmarcarse en un manual de cómo dañar edificios históricos. En toda indolencia,
llama la atención que los historiadores están dormidos. A ellos les interesa el
mito de la revolución. De igual manera, se nota la ausencia de las ocho
escuelas de arquitectura y sus cientos de alumnos. Les pasa de noche la pérdida
del patrimonio arquitectónico en la región. ¿Dónde está el Colegio de
Arquitectos? Urge a la ciudad un consejo responsable y comprometido con el
cuidado y preservación de nuestro patrimonio. Lo que tenemos a cambio, es
ignorancia e ignominia.
26 de octubre 2016El Siglo https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1276301.palacio-federal.html
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