Mostrando entradas con la etiqueta identidad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta identidad. Mostrar todas las entradas

martes, 2 de mayo de 2023

El triunfo del corrido

 

Peso Pluma


La música lo dice todo. Es lenguaje universal y en muchos sentidos, puede representar una época. De esa manera, ciertos acordes y sonidos definen nuestros tiempos. La música que ayer fue vituperada, hoy se gana el gusto internacional. Desde tradiciones a la manera del romance español, el corrido tiene sus orígenes en el siglo XIX, pero fue hasta la revolución mexicana, cuando ese estilo irrumpió el gusto musical. Cantar historias es muy antiguo, tanto de las hazañas de hombres y mujeres, o momentos decisivos en algún lugar. Otros corridos celebraron a bandidos o resaltaron moralejas. A Rosita Alvírez su mamá se lo decía: Hija, esta noche no sales. Mamá no tengo la culpa que a mí me gusten los bailes. De Heraclio Bernal a Pancho Villa, el corrido forjó el gusto musical de varias generaciones, sobre todo, reflejaron los tiempos revolucionarios. Tales canciones fueron toda una épica y lírica memorables. ¿Quién no se sabe La Cucaracha?  ¿Quién no cantó La Adelita? Al paso de las décadas, el género decayó y el gusto cambió. Otras formas surgieron y el corrido continuó en menor grado, casi en la orilla, hasta volverse marginal. Pero nuevos tiempos vinieron, y entonces los intérpretes actualizaron las gestas de otros hombres que igualmente expusieron la vida hasta el límite. Migrantes, bandidos y narcotraficantes. No es casualidad. Hacia 1968 los jovencísimos hermanos Hernández, originarios de Mocorito, Sinaloa, formaron Los Tigres del Norte. Al igual que tantos mexicanos, tuvieron que migrar a los Estados Unidos, y de ahí, conquistaron con su música a México. Los Tigres continuaron la forma tradicional del corrido y su temática cambió a los héroes revolucionarios, por pistoleros, narcos y sufridos migrantes en el otro lado. En la misma ruta, una voz excepcional surgió en Culiacán: Chalino Sánchez, 1960. Igualmente, fue a los “Yunaites” para conquistar México. Chalino se hizo famoso no sólo por consolidar el género de los narcorridos bajo demanda expresa, sino por ser él mismo, objeto de ataques violentos. En Coachella sobrevivió a una balacera, lo cual catapultó más su fama. Su vida parece sacada del western No Country for Old Men, con locaciones en California y México. Después de un concierto en Culiacán, el 15 de mayo de 1992, recibió una amenaza. En plena actuación se detuvo a leer el ultimátum, secó el sudor de la frente y continuó cantando esa joya que es Alma enamorada. Al día siguiente fue asesinado. Durante los años de la mal llamada “guerra contra el narco”, el entonces presidente de la República, ahora autoexiliado en España, condenó los corridos por hacer apología del crimen. De igual manera, varios gobiernos estatales, emitieron inútiles leyes para prohibirlos, en particular los que se refieren a narcos y criminales. Sin embargo, esa condena, asumió el dudoso supuesto de que una cosa lleva a la otra, como si de manera causal, escuchar narcocorridos resultara en futuros criminales. El argumento raya en el absurdo. Sería dar por cierto que, durante la revolución, cantar corridos en las calles provocó que surgieran revolucionarios. En realidad, el género sólo refleja los tiempos y su entorno. Si hay narcos, armas, alardes machistas, amores y demás, no es por mera fabulación, sino por algo que emana de la realidad misma. Guste o no, la música es un espejo de la sociedad. Los temas y las representaciones de los corridos actuales pueden indignar a las buenas conciencias, no obstante, son alegoría de lo social. Actualmente el corrido vive una tercera temporada con subgéneros de tumbados y bélicos. Odiados por unos, despreciados por otros, y queridos por una inmensa mayoría. Esta oleada es sumamente exitosa e internacional. Llevó la expresión a otro nivel. Nuevos cantantes, algunos muy jóvenes, innovaciones y mezclas de estilos: hip hop, trap y reggaetón. Más todavía, cantantes y compositores como Natanael Cano, Peso Pluma (Hassan Kabande Laija) o Víctor Cibrian (En el radio un cochinero…), expresan un estilo cercano al rap, por el ritmo, el tono y las letras, pero sin perder la raíz de la tradición. La fusión de estilos y letras explícitas, rompen con la armonía y le dan un nuevo curso al corrido. Hay que decirlo claramente, no sólo cantan al narco, también tratan los clásicos temas que se repiten en la música. ¿Cuánto va a durar la ola? No lo sabemos, pero sin duda, los nuevos exponentes llevaron muy lejos al género, hasta el punto que los anónimos músicos del XIX nunca imaginaron. Y ahora sí, vuela, vuela palomita.

El Siglo

https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/2023/el-triunfo-del-corrido.html


jueves, 1 de junio de 2017

Un semáforo para la Morelos

Foto El Siglo https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1303133.reubicaran-semaforo-de-paseo-morelos.html


Pocos lugares tan emblemáticos y queridos en Torreón, como la avenida Morelos. Ya sea por la historia, por los paseos de antaño, y los presentes, la Morelos tiene un lugar especial en la identidad de la ciudad.
Como lugar público, la avenida se volvió durante los años veinte, un símbolo de Torreón. En 1923, un joven alcalde, Nazario Ortiz Garza, inició la obra del camellón central y la pavimentación sobre la Morelos. Por ahí nos queda una foto del alcalde, con riguroso traje y sombrero, supervisando la obra. Pero la construcción no fue de un año. Hubo que trabajar por otros cuatro años más, para concluir lo que fue el primer bulevar —en el sentido de baluarte—, de Torreón. Por aquella época, el ayuntamiento tenía un erario modesto, así que el alcalde Ortiz Garza, que con los años se convertiría en uno de los más queridos gobernadores de Coahuila (percátese lector que no siempre hemos tenido gobernadores tan malos), logró apoyo de empresas y particulares para concluir la obra en otro periodo de gobierno. Vino otra administración, y para bien continuaron la obras, e incluso, añadieron jardín al camellón central, y sobre todo, una elegante iluminación a la vía. Por fortuna, conservamos imágenes de ese precioso momento, cuando la reina de la Feria del Algodón, Elvira Torres, bajó el switch y se iluminó la Morelos en 1925.
Reelecto como alcalde en 1927, Nazario volvió a la obra. Consiguió recursos privados para realizar el remate central de la avenida en la Alameda: la “Fuente del Pensador”. Dicho conjunto escultórico realizado por el escultor Fernando Toriello, es una réplica del Lorenzo de Medici que hizo Miguel Ángel para su mausoleo. Dicho sea de paso, se conserva de milagro, los dos únicos desnudos de aquellos años.
A partir de entonces, la Morelos y su conjunto monumental, aunado a dos columnas que conmemoran el centenario de la Independencia en 1910 (hoy sumamente maltratadas), son uno de los principales monumentos históricos de Torreón. De acuerdo con el antropólogo Marc Augé, “sin ilusión monumental, a los ojos de los vivos, la historia no sería más que una abstracción”.
A qué viene toda esto. A finales de noviembre del año pasado, la administración municipal avaló una aberración que afectó la vista del monumento histórico. En medio del lugar instaló un absurdo semáforo. En 89 años el monumento fue respetado por tiros y troyanos. Pero no faltó un gobierno tan ignorante como indolente, que quiso hacer todo nuevo, como si la historia empezara con esa administración. Por entonces, le comuniqué por escrito al alcalde la necesidad de corregir la situación, pero fiel a su estilo, no escuchó ni hizo nada.  Bien dicen que los políticos entienden mejor a periodicazos. La semana pasada una serie de comentarios en las redes sociales, y hasta un video que se mofa de la estupidez gubernamental, lograron hacer recapacitar a medias a la autoridad. Por lo pronto acaban de quitar el semáforo, pero la cosa no termina ahí.
Aficionado a la historia, y a otras cosas… el director de obras públicas, Gerardo Berlanga, le echó la culpa a la constructora Alfa, pero luego insistió en reubicar el estético y funcional semáforo a unos metros del lugar. Más todavía, le quiere hace una pequeña rotonda, como a quien no le basta presumir su estulticia. ¡Brillantes funcionarios!

En octubre de 2013, otro brillante funcionario tuvo la grandiosa “iniciativa” de mandar pintar de rojo la llamada fuente del “Pensador”. Por supuesto, el rojo  como burda referencia partidista. Todavía no terminaban de pintar, cuando una cascada de críticas los obligó a recular. De esa manera, el ayuntamiento tuvo que corregir el daño al monumento. En aquel momento, uno de los aspectos más significativos, fue la defensa de los ciudadanos. De la misma manera, tengo la esperanza de que los ciudadanos organizados, defendamos el patrimonio histórico de la ciudad, a pesar de la autoridades. Por cierto ¿Dónde están los historiadores? Dormidos en la revolución. 
18 de enero 2017 

miércoles, 31 de mayo de 2017

Destruir con impunidad el emblema de Torreón

Foto: El Siglo https://www.elsiglodetorreon.com.mx/blogs/sotomayor/106-tormenta-electrica

Es más fácil destruir que construir. No hay duda. Para lo primero se arrasa. Con máquinas se tumban las construcciones, se destruye el patrimonio. A punta de hachazos destruimos frondosos árboles. A borrones, también se “limpia” la memoria. Así se quita un nombre para sobreponer otro. Por el contrario, construir lleva tiempo, esmero y paciencia. Un árbol tarda años en crecer; cortarlo con motosierra lleva unos segundos. Tristemente, en los últimos años he documentado la impunidad con la que particulares, y sobre todo, las mismas autoridades, han permitido la destrucción del patrimonio histórico en Torreón. Con suma facilidad, han destruido casas centenarias e inmuebles representativos de la ciudad. Incluso, a la vista de las autoridades, se tiran las construcciones rápidamente, para que nadie diga nada. ¿A quién le importa?
Hace muchos años, en la esquina de Colón y Abasolo, las máquinas destruyeron una de las casas más emblemáticas y bellas de Torreón. Empezaron de madrugada, como hacen los criminales. La autoridad no hizo nada, pese a la indignación de muchos ciudadanos. Por lo mismo, es significativo del gobierno municipal, que ahora “emprenda” la destrucción del monumento del torreón en el bulevar Constitución. Antiguamente, el bulevar era el enorme canal del Coyote, que conducía las aguas del río Nazas a varios ranchos y haciendas hasta el poblado de Coyote. Para bien, todavía sobreviven las compuertas, que durante años albergó un pequeño museo de la revolución. 
En 1974, comenzó la urbanización del viejo canal de riego, a fin de hacer el bulevar Constitución, popularmente bautizado como “chorrito”, pero esa es otra historia. Para arrancar las obras, el alcalde José Solís Amaro, propuso la construcción de una pequeña plaza y un monumento emblemático para la ciudad. El lugar se le nombró “Plaza cívica Torreón” y fue inaugurada el primero de mayo de 1974 en un ambiente de fiesta entre los ciudadanos que acudieron. Durante años, muchos torreonenses crecimos con esa emblema a la entrada de Torreón. La construcción estuvo a cargo del prestigioso arquitecto Samuel Alatorre Morones. En conjunto con los arquitectos Luis Felipe Cervantes y Jorge Álvarez Simental,  Alatorre recordó que “la responsabilidad era muy grande”. A la manera de una torre almenada, hicieron el diseño, elaboraron los planos, y prefabricaron las piezas de concreto en Gómez Palacio, es decir, más lagunero no podía ser ese monumento. Para la cimentación, diseñaron una base donde engranaron las espátulas de concreto, de esa forma, ensamblaron con una grúa, las partes. Vale anotar, que el torreón era de un solo color, sin burdos tintes partidistas. Ante todo, lo que se buscó fue hacer un emblema representativo de la ciudad. ¡Y vaya que lo lograron! Por entonces, la revista del Instituto Mexicano del Cemento y Concreto, publicó fotografías del monumento, por considerarlo valioso y notable.     

A casi 43 años de la construcción de la “Plaza cívica Torreón”, es revelador de la calidad de las autoridades, que ahora destruyan la plaza para “construir” otra. Más todavía, dice mucho para mal, cuando el gobierno local destruye un monumento de identidad.  En otras palabras: la inquina como sello de gobierno. Sin embargo, nada más arrogante que asumir el gobierno como un borrón y cuenta nueva. La historia comienza en mi administración. Antes sólo hubo obras de “mentiritas”. Para hacer una obra, se decide destruir la que ya existía. Hay una enorme pobreza y falta de imaginación entre los encargados de las obras públicas en la ciudad. Antes llenaron la Morelos de concreto, sin ton ni son, sin respetar la historia y la identidad de la ciudad. Luego alteraron el paisaje histórico de uno de los monumentos más queridos en Torreón, conocido popularmente como “La fuente del pensador”. El cual sólo corrigieron a medias. Lo mismo hicieron con la casa del Cerro… Pero si ya destruyeron la Plaza Cívica Torreón, quitaron los árboles y las palmeras, ¿qué sigue? ¿talar los árboles de la Alameda y convertirla en un flamante estacionamiento para atender los nuevos bares de la Morelos?
No se trata sólo de hacer, sino de hacer bien, y sobre todo, con respeto a la identidad de la ciudad. Por supuesto, hay que construir y dar paso a nuevas obras, pero no en detrimento de los monumentos y el patrimonio histórico. No contra la historia de la ciudad. Conservación es una palabra que tendrían que aprender con humildad las autoridades. Pero puede más la mala voluntad, la ignorancia, la mediocridad. ¡Es una vergüenza!


-->
Segunda llamada: ¿dónde está el Colegio de Arquitectos? ¿dónde las numerosas escuelas de arquitectura? Para el caso, ya mejor ni mencionamos a los historiadores.
https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1317218.destruir-con-impunidad-el-emblema-de-torreon.html
1 de marzo de 2017
El Siglo

lunes, 26 de diciembre de 2016

Palacio Federal


La historia está en sus edificios. En el hormigón, el fierro, los ladrillos, o para acabar pronto, en las formas y los materiales. También está la historia en la disposición de los espacios que conforman una cierta identidad. De esa manera, la arquitectura vale, en tanto es ocupada por la gente. Un lugar, un espacio o un edificio pueden volverse un referente reconocido. A pesar de su juventud como ciudad, poco más de cien años, Torreón cuanta con referentes arquitectónicos reconocibles. Sin duda, por sus características, por el contexto de su historia, el Palacio Federal es uno de los emblemas de la ciudad. Construido por el gobierno federal entre 1944 y 1946, el Palacio Federal fue un inmenso edificio en la época. Su sola construcción durante el gobierno del presidente Manuel Ávila Camacho, reveló una vez más, la importancia de la región Lagunera, para la presidencia de la República. ¿En los últimos sexenios, qué obra de gran calado tenemos?
Eran otros tiempos donde la Laguna recibía gran atención de la federación. El Banco de México, no para Saltillo ni Durango; sí para Torreón. Otras grandes obras como la presa El Palmito, el Banco Rural, el Hospital Ejidal… pero regresemos al Palacio. Bajo una arquitectura federalista, el edificio tiene aires brutales que recuerdan a los gobiernos totalitarios de aquellos años, como la Alemania dominada por el Nacional Socialismo, o la Rusia dictatorial de Stalin. También, eran los años dorados del estado mexicano, como un estado fuerte, autoritario, con el control de casi todo, incluida la esposa del presidente. De esa manera, para atender directamente a la región, se construyó el Palacio Federal. De acuerdo con los parámetros de la época, el proyecto nació grande y se destinó una manzana para levantar ahí el pesado edificio de tres plantas y sótano. Se levantaron fuertes columnas y robustos pilares de concreto armado y arena del río Nazas. Sus colores son formales: blanco y gris oscuro. A la sencillez geométrica concebida por el arquitecto Luis Prieto Souza, quien fue un buen representante de la escuela tapatía, se agregó el conjunto escultórico que terminó por coronar el edificio. Cuatro magníficas esculturas para representar la agricultura, la industria, la educación y el deporte. Cada una vigila desde entonces las cuatro esquinas del edificio. Frente a una enorme multitud, el presidente Ávila Camacho y ex presidente Lázaro Cárdenas, inauguraron el Palacio el 5 de octubre de 1946. Ahí estuvo el gobernador de Coahuila, Ignacio Cépeda Dávila, un hombre de triste historia. También acompañó el joven alcalde de Torreón, político de buena memoria entre la gente: Braulio Fernández Aguirre.  
¿A qué viene esta historia? Desde hace unos meses se realizan obras de remodelación en el Palacio Federal, que ya cuenta con 70 años. De acuerdo con el Instituto de Administración y Avalúos de Bienes Nacionales (INDAABIN), la inversión asciende a 87 millones de pesos. El proyecto tiene aciertos plausibles como las instalación de paneles solares, adecuación de plafones en los techos, áreas verdes y mantenimiento general. Sin embargo, llama la atención, la instalación innecesaria de plafones en los muros y columnas del edificio. Lejos de conservar el edificio histórico bajo los criterios de intervención y restauración, han dañado la fachada con plafones. A todas luces el palacio requería restauración, pero ahora han perforado la fachada e instalado ahí plafones innecesarios, como quien trae dinero para desperdiciar. En un recorrido que hice el sábado pasado, pude constatar la manera en que han maltratado el edificio. Sin ningún respeto de la historia y la identidad arquitectónica. Celebro la modernización del edificio, la inversión para dignificar el espacio, pero también condeno la ignorancia con la que procedieron a dañar la fachada. ¿Quién asesoró el proyecto? ¿Por qué las mismas autoridades que reconocen el edificio como “artístico” permiten el daño? ¿Por qué no consultar antes a los expertos en restauración que tiene el mismo gobierno en el INBA y el INAH? Es una pena lo que ahora sucede, que bien podría enmarcarse en un manual de cómo dañar edificios históricos. En toda indolencia, llama la atención que los historiadores están dormidos. A ellos les interesa el mito de la revolución. De igual manera, se nota la ausencia de las ocho escuelas de arquitectura y sus cientos de alumnos. Les pasa de noche la pérdida del patrimonio arquitectónico en la región. ¿Dónde está el Colegio de Arquitectos? Urge a la ciudad un consejo responsable y comprometido con el cuidado y preservación de nuestro patrimonio. Lo que tenemos a cambio, es ignorancia e ignominia. 
26 de octubre 2016
El Siglo https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1276301.palacio-federal.html
-->

El Nazas regresa

Foto: https://www.elsiglo.mx/galeria/12528-27245968.llega-el-rio-nazas-y-los-problemas-tambien

Más allá de la mano del hombre, el río Nazas está de regreso. Su presencia es tan importante para los laguneros, que reconocemos en el río, al Padre Nazas. De ese tamaño es nuestra relación. Aunque parece evidente, no siempre resulta así, pero somos laguneros gracias a las aguas de los ríos Nazas y Aguanaval. Más vale que no olvidarlo, porque en el nombre llevamos la historia; la identidad.  
Por lo mismo, me llena de alegría ver tantas familias que llevan a sus niños a conocer el río Nazas. Ahí están en los puentes, en las riberas del río. Tomando fotos y selfies, como quien asume una imagen para ser recordada. Porque de alguna manera u otra, el regreso del Nazas, nos recuerda quiénes somos. Hay en la fuerza de las aguas una identidad profunda que nos llama. Muchas generaciones jóvenes no tenían a la vista inmediata el río, que por lo general está contenido en las presas del Palmito y Zarco, pero ahora que el Nazas vuelve a cruzar las ciudades metropolitanas, valoramos el significado de “laguneros”.  De esa manera, los más chicos pueden comprender el sentido de La Laguna.
Desde hace mucho, nuestra relación con el Nazas está bien documentada. Por lo menos en los archivos coloniales, se encuentran referencias al río desde 1589, y muy probablemente todavía más atrás. De esa manera, la primera delimitación de la región, provino de las aguas, y sobre todo, de esa maravilla de lagunas, ahora desaparecidas. Para sorpresa de los viajeros, hace 400 o 300 años, no había duda que la región se distinguía por el conjunto de lagunas. Cuando revisamos la cartografía antigua, sobre todo, del siglo XVIII, salta a la vista, el importante lugar de los ríos, las lagunas y las cadenas montañosas, como Jimulco y la sierra de las Noas.
Aquellos habitantes no vieron en la región un desierto, sino un sorprendente oasis. Tampoco “vencieron al desierto”, sino adaptaron pequeñas poblaciones en la cuenca del Nazas. En vez de negar al río, delimitaron el espacio desde su presencia. Con la operación del sistema de presas a partir de 1946, se cambió el curso milenario del río. Por entonces creímos que era la mejor decisión. Pero después de décadas bajo ese paradigma que niega la naturaleza, y que por lo tanto, impacta negativamente el medio ambiente, nuestra relación debe cambiar.
La segunda llamada del río Nazas nos advierte sobre el futuro. Hoy más que nunca tenemos que construir un gran acuerdo social para  que regresar el Nazas a su cauce. Por supuesto, no por nostalgia histórica, sino para tratar de remediar en las próximas décadas, el profundo daño ecológico que hemos hecho a la región. Para el caso, está ampliamente documentado que sacamos más agua del subsuelo, y no recargamos la suficiente cada años. Como en todo, la resistencia al cambio es mayor, sobre todo, de las autoridades, que no obstante la afectación, actúan como si no pasara nada. Quizá por ello, la frase, “vencimos al desierto”, significa en realidad una gran tragedia ecológica.

Antes de las presas, el río alimentaba la laguna de Mayrán. A su vez, esa derrama cíclica, alimentaba los vasos comunicantes entre el río superficial y el río subterráneo (el acuífero). Hace setenta años rompimos esa relación milenaria bajo el argumento de la modernidad y el progreso. Se consideraba que era un desperdicio esa laguna en la parte baja de la cuenca. ¿Pero en verdad lo era? Claramente no, y sin embargo, la afectación está a la vista. Necesitamos romper el mito de las presas; construir un amplio acuerdo sin precedentes (a la mayoría le da miedo el cambio); y llevarlo a la acción a través de diversos liderazgos comprometidos con el futuro y la prosperidad de la región. Hace cien años, un grupo de decididos laguneros, formó el Sindicato de Ribereños Inferiores del Río Nazas, para defender la equidad en la distribución de las aguas entre los agricultores. Hoy nos urge una gran alianza para cambiar ese paradigma fallido que tiene al río en las presas. Se trata sobre todo, de la prosperidad y el futuro de la región. ¿Nos parece poco?
5 de octubre 2016
El Siglo https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1269168.el-nazas-regresa.html

La Alameda

Espacios de identidad

Pocos lugares tan emblemáticos como la Alameda Zaragoza en Torreón. De los paseos públicos en la ciudad, la Alameda ocupa un lugar especial entre los laguneros. Ya sea para caminar, divertirse, encontrarse con alguien, o simplemente descansar a la sombra de unos árboles, la Alameda es un referente urbano. Tan significativo es, que no nos imaginamos Torreón sin su Alameda.
Por más de cien años, caminar por la Alameda continúa siendo uno de los paseos tradicionales por el rumbo de los fraccionamientos de Cobián. Hace más de un siglo, el empresario algodonero Feliciano Cobián —que después se construyó un palacete que ahora sirve como sede de la Secretaría de Gobernación en la ciudad de México—, compró unas tierras al agricultor lagunero, Coronel Carlos González Montes de Oca. Pero Cobián fue visionario en términos urbanos, no se quedó con esa tierra para sembrar más algodón, sino tuvo a bien fraccionar  los terrenos en 1898. De esa manera nacieron los cinco fraccionamiento de Cobián que ahora van desde la calzada Colón a la calle 40.
Como la naciente población carecía de espacios públicos y paseos, el empresario  Joaquín Serrano, omnipresente en las grandes empresas laguneras, compró por su propia iniciativa y peculio, cuatro manzanas a Cobián en 1899, para hacer ahí la Alameda. Pero no sólo compró y donó los terrenos a la ciudad, sino además mandó traer desde Allende, Chihuahua, un buen número de álamos para arbolar debidamente el parque.
Serrano es uno de los héroes olvidados en la historia de Torreón. Una vida extraordinaria a la espera de biografía. Pero su grandeza se debe al emprendimiento y generosidad que tuvo para la ciudad. Tan alto prestigio social tenía, que el matón de Pancho Villa le permitió quedarse en aquella  expulsión xenofóbica que hizo contra los españoles en 1914. Serrano fue el padre de la Alameda y de tantas empresas en Torreón, pero no aceptó quedarse y se marchó con el resto. Pasada la tormenta, regresó nuevamente a su casa, que ya no era Logroño, España, sino Torreón, Coahuila.  Aquí estaban sus obras y su vida. Aquí donó los terrenos de la actual colonia San Joaquín, para que los obreros tuvieran un lugar donde construir sus casas. De ese tamaño era la grandeza del español que se hizo lagunero.
Pero regresemos a la Alameda. Poco a poco la autoridades fueron acondicionando el lugar. Una balaustrada alrededor de todo el terreno. Una bomba para el riego de las áreas verdes. Tampoco faltaron los ciudadanos que sembraron más árboles y también contribuyeron con bancas y ornatos, como las dos pilastras de cantera que todavía reciben a los visitantes por la avenida Morelos. Ambas columnas fueron donadas por la colonia “sirio otomana” en 1910, con motivo del centenario de la Independencia. Deténganse a observarlas. Una está en árabe y la otra en español. La Alameda tiene historia y monumentos de gran valor, como las ocho columnas de cantera en cada una de las cuatro esquinas. Están ahí desde 1914, con mucho, el año más violento que se recuerde en la ciudad. Nada más en aquella terrible batalla, se mataron cinco mil personas.
En los años veinte, Torreón vivía un esplendor urbano, y el alcalde Nazario Ortiz Garza, se dio a la tarea de gestionar los recursos para construir el principal monumento que distingue a la Alameda: la “fuente del pensador”. Se trata de una réplica del escultor Fernando Toriello, con base a la escultura funeraria que hizo Miguel Ángel para Lorenzo el Magnífico. El año de su inauguración fue en 1928 y a partir de entonces, de manera popular, la gente la conoce como “fuente del pensador”. Por cierto, ese monumento fue financiado por la compañía  inglesa de petróleo El Águila. Hay muchas historias más, pero me detengo al presente.
La semana pasada, el Instituto Municipal de Planeación de Torreón, a cargo de Eduardo Holguín, convocó a una consulta para escuchar a los ciudadanos sobre las problemáticas que perciben de la Alameda. No se trata de descubrir el hilo negro, pero tampoco de hacer ocurrencias. Banquetas y adoquines en mal estado. Deforestación, basura y descuido de los monumentos históricos muestran un visible deterioro del parque.  Aunado a un numeroso grupo de ambulantes que compiten con ruidosas bocinas. Hace tiempo que el espacio perdió lustre. Hago votos para que la obra que se vaya hacer, se haga bien y con cuidado; con respeto de los monumentos y la historia, pero sobre todo, que al final se restaure la dignidad de nuestra Alameda.
29 de junio 2016 
El Siglo