Por aquí y por allá se resienten los efectos de la crisis. Aunque no se le crea, Barack Obama afirma que los estadounidenses “siempre seremos un país triple A”. Grecia, Italia y otros “pigs” son una pesada carga para sus contribuyentes. La fiesta se acabó y es hora de pagar los platos rotos. Cada norteamericano debe 45 mil dólares por concepto de la deuda gubernamental, aunque probablemente aumente la cifra por el nuevo techo aprobado en el Congreso. Pienso en todo esto y pronuncio ese refrán: cuando veas las barbas de tu vecino cortar, echa las tuyas a remojar.
Paradójicamente, en México la fuente de la crisis financiera no provino del gobierno nacional. Por fortuna ese México quedó en los libros de historia. Los últimos tres sexenios (Zedillo, Fox y Calderón), han sido institucionales al mantener la disciplina fiscal. Al mismo tiempo, el nuevo federalismo promovido desde Zedillo generó un empoderamiento inusitado de los gobernadores. Los subsiguientes presidentes reforzaron el pacto federal con miles de millones de pesos. Entonces, ser gobernador se convirtió en la mejor posición política: poder sin contrapesos, dinero sin rendición de cuentas.
No hay que desestimar, como suelen hacerlo nuestros políticos, la deuda de las entidades federativas, en especial las que tienden a la inviabilidad financiera. Por lo mismo, la lógica del chantaje se impone a las prioridades del país. El presidente nacional del PRI explica esa lógica sin ambages: “A mí que no me salgan con que quieren la reforma laboral primero ni la de seguridad ni la política. Primero la reforma a la Ley General de Coordinación Fiscal”.
La Ley de Coordinación Fiscal son las reglas del juego para repartir a estados y municipios las participaciones federales. Por lo mismo, no importan los temas cruciales en el Congreso, si antes no se atiende la negociación de los dineros para financiar el “progreso improductivo”.
En dicha lógica no hay exclusividad partidista, porque al fin los partidos y su dirigencias responden a intereses similares. Si la representación política proviene de los ciudadanos, el poder ya no regresa a ellos. Las prioridades de nuestros representantes están en otro lado: el presupuesto para los partidos, el control de los cargos públicos, el monopolio de la política.
Que espere la reforma laboral, al fin el país está sobrado de empleos. Que espere la ley de seguridad nacional, no importa que se pierdan más vidas o que el Ejército actúe de facto. Que espere la reforma política, no importa la disfuncionalidad de las instituciones y la crisis de legitimidad. ¡Vaya visión de Estado!
En otras cosas, escribe un inteligente lector que se “cuestiona y se responde”. Augusto Hugo Peña escribe a propósito de mi columna sobre la deuda de Coahuila (7 de agosto). Le agradezco su comentario y sobre todo la generosidad por compartir los secretos de un “auténtico” análisis político. Sin duda sus cartas al lector han ilustrado a toda una generación de estudiosos de la política. Nuevamente, mi agradecimiento por su revelación.
10 de agosto 2011